Lecciones de El Salvador para las FARC colombianas
Traducido para Rebelión por Silvia Arana |
Introducción Se
da por sentado que los "acuerdos de paz" entre regímenes de derecha
pro-estadounidenses e insurgentes de izquierda generan paz, justicia y
una mayor seguridad. Varios acuerdos de paz firmados en la década de
1990 en América Central, Sudáfrica, Filipinas y otros países proveen un
amplio caudal de datos, a lo largo de más de dos décadas, tanto a favor
como en contra de esa idea generalizada.
Examinaremos el caso de El Salvador donde un poderoso movimiento guerrillero (FMLN) firmó un acuerdo de paz en 1992.
Método de evaluación del Acuerdo de Paz
En
referencia al análisis del Acuerdo de Paz es importante comenzar
enfocándonos en la evolución del FMLN -los cambios políticos,
organizativos e ideológicos que condujeron a las negociaciones, al pacto
con el régimen de derecha y los resultados políticos y socioeconómicos.
La segunda parte del ensayo establece los parecidos y las
diferencias entre los resultados políticos y socioeconómicos y las
políticas posteriores al pacto, y el efecto que estas tuvieron en el
pueblo. Esto nos permitirá ver quién se benefició y quién se perjudicó;
qué clases socioeconómicas y estructuras políticas emergieron; qué
políticas extranjeras fueron delineadas.
La tercera sección del
ensayo se enfoca en extraer las lecciones que podamos aprender de la
experiencia de El Salvador, que sean aplicables a las actuales
negociaciones de paz entre las FARC y el régimen de Santos en Colombia.
El FMLN: De la revolución socialista al electoralismo capitalista
En
1980, cuatro grupos guerrilleros principales se unieron para formar el
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El componente
fundamental, el FPL, postulaba la guerra prolongada, la unión de la
guerrilla y de los movimientos de masa en la lucha revolucionaria y
antiimperialista. Los aliados menores, encabezados por el Partido
Comunista postulaban las dos etapas, "de la revolución democrática a la
revolución social".
Poco más de dos años después, los tres
componentes minoritarios, el ERP, el Partido Comunista y el RN,
transformaron la política del FMLN, eliminando la lucha por el
socialismo basado en los obreros y en los campesinos a favor de la
"revolución democrática", que incluía a la "burguesía progresista
moderna". A medida que la lucha continuaba, los reacomodamientos
internos del FMLN se inclinaron a favor de un giro al "centro". Los
líderes del FMLN pusieron el énfasis en la incorporación política al
sistema electoral, la legalización del FMLN, la apertura de
negociaciones sin ningún acuerdo previo y una disposición a trabajar
dentro del marco electoral capitalista. Cuando comenzaron las
negociaciones el FMLN abandonó las demandas de desmantelar las fuerzas
armadas, de expropiar las principales empresas mineras, comerciales,
banqueras y financieras. Aceptaron la formación de la "comisión de la
verdad" que "examinaría" los crímenes de guerra -la matanza masiva de
más de 75 mil civiles.
En 1992, cuando se firmó el acuerdo de paz,
los ex guerrilleros, el régimen de El Salvador y el gobierno de EE.UU.
lo calificaron de "un momento de inflexión histórico que iniciaba una
nueva era de paz y prosperidad para el país y el pueblo". La mayoría de
los académicos y periodistas de izquierda se unieron al coro de elogios
al "pragmatismo" y la "flexibilidad" de los líderes del FMLN. Los social
demócratas europeos, especialmente el régimen socialista español,
ofrecieron cursos de entrenamiento a los ex guerrilleros, para
capacitarlos en asuntos municipales y gubernamentales.
Evaluación de las políticas del FMLN en la oposición y en el gobierno
Los
líderes del FMLN se beneficiaron de manera directa con la transición de
la lucha armada y la movilización de masas a la política electoralista:
muchos fueron elegidos en puestos públicos, lo que les garantizó un
estándar de vida de clase media. Como congresistas, asesores políticos,
asistentes y alcaldes, la élite del FMLN recibió salarios sustanciales,
adquirieron viviendas en barrios de clase media y nuevos automóviles y
contrataron guardias privados para su protección.
La mayoría de
los políticos del FMLN retuvieron una ideología social demócrata y una
retórica radical en el discurso. Algunos, como el ex dirigente del ERP,
Joaquín Villalobos, se alió con la derecha, denunció a los movimientos
populares, recibió una beca de Oxford y se convirtió en un asesor de los
escuadrones de la muerte en Colombia, Filipinas, Irlanda del Norte y
otros países.
El FMLN prácticamente abandonó los movimientos de
masa urbanos y rurales convirtiéndose en un partido electoral más.
Durante las revueltas populares entre 1980 y 1990, los campesinos
consiguieron una reforma agraria, los empleados públicos un incremento
salarial, y las organizaciones populares proliferaron mientras que el
gobierno y EE.UU. trataban de recortar el apoyo popular a la
insurgencia. Una vez que los líderes del FMLN entraron al parlamento y
priorizaron la política electoral, disminuyó la presión sobre la clase
dominante, decreció la lucha popular y terminó la reforma agraria. Los
gremios recibieron muy poco apoyo de los políticos del FMLN. El FMLN
liderado por Shafik Handel buscó una alianza con la "burguesía moderna"
para "aislar" a la oligarquía terrateniente "tradicional", estabilizar
la democracia y garantizarse una postura en el Congreso como "oposición
leal". En 2009, el FMLN ganó la presidencia con un candidato neoliberal,
el demócrata cristiano Mauricio Funes, y obtuvo una mayoría del
Congreso.
La sociedad salvadoreña después del acuerdo de paz
El
FMLN firmó el llamado acuerdo de paz sin ningún diálogo democrático
previo con los militantes, sin ninguna consultación con los movimientos
sociales de base; declararon obsoletas las principales reformas
estructurales por las que miles de militantes habían luchado y entregado
su vida. En cambio, "consultaron" con sus propios intereses para
conseguir una carrera legislativa. Dictaron los acuerdos a sus cuadros
intermedios, expulsaron a los críticos y manipularon a las masas para
que den su apoyo ofreciéndoles promesas falsas de "continuar con la
lucha". No cumplieron con las promesas de trabajo y redistribución de
ingresos y tierras; nunca se materializó la promesa de "reformar" las
fuerzas armadas ni entablar procesos judiciales en contra de los
oficiales involucrados en violaciones masivas de derechos humanos.
De
1992 a 2013, El Salvador continúa siendo el segundo país en la lista de
los más desiguales de América Latina. El desempleo, en especial de la
gente joven, continúa superando el 50%. Más del 60% de la "población
trabajadora" no tiene un empleo formal. Trabajan sin jubilación, seguro
médico, vacaciones ni seguro social, mayoritariamente en el sector de
servicios con los salarios más bajos, ya sea como vendedores ambulantes o
empleadas domésticas. Más de 2,5 millones de salvadoreños se vieron
forzados a dejar el país por falta de oportunidades. Los jóvenes
guerrilleros fueron abandonados por sus líderes. Algunos recibieron
terrenos pero sin capacitación, crédito, servicios, fracasaron y se
convirtieron en pandilleros urbanos o rurales. Más de 25 mil jóvenes
pertenecen a pandillas que trafican con drogas. El Salvador detenta el
segundo porcentaje más alto de homicidios violentos en el continente
americano. De hecho, son más los salvadoreños asesinados después del
"Acuerdo de paz" (1992-2012) que los muertos durante la guerra civil
(1980-1991). Desde marzo de 2012, cuando las dos pandillas principales
firmaron una tregua han disminuido drásticamente los asesinatos.
El
Acuerdo de paz estableció la formación de una "Comisión de la Verdad"
para investigar los crímenes de guerra y las violaciones de derechos
humanos. En lugar de cumplir con ese objetivo, se decretó una amnistía
para los Generales y la élite militar. La Comisión carecía de apoyo
financiero y político y ningún criminal de guerra, ni siquiera aquellos
que cometieron los crímenes más violentos fueron enjuiciados ni mucho
menos encarcelados.
Los principales beneficiarios del Acuerdo de
paz fueron los "burgueses modernos" -la élite bancaria, comercial, de la
agroindustria, de las maquiladoras- quienes hicieron grandes ganancias,
pagaron muy pocos impuestos, recibieron subsidios estatales y
explotaron la mano de obra barata de las maquiladoras. Las compañías de
seguridad privada prosperaron como la clase de nuevos ricos -incluyendo
la élite de "nuevos ricos" del FMLN que contrató un ejército de guardias
privados armados con rifles automáticas y ametralladoras para proteger
sus casas, negocios, clubes privados y balnearios de vacaciones.
El
Salvador, antes y después del triunfo electoral del FMLN, puede ser
caracterizado como un paraíso neoliberal: acuerdos de libre comercio,
salarios bajos, trabajadores no sindicalizados, mano de obra barata de
las maquiladoras, en síntesis, las zonas de libre comercio son la pieza
fundamental de la política económica del FMLN.
La llamada
"Revolución democrática" fue despojada de todo contenido socioeconómico.
La distancia social entre los líderes del FMLN y sus contratistas de
negocios aliados por un lado, y las masas por el otro, es abismal. Los
líderes del FMLN habitan viviendas modernas, protegidas por muros de
tres metros cubiertos con vidrio roto y alambre de púa, con calles
pavimentadas y jardines con flores. La mayoría de los salvadoreños
pobres vive en sitios hacinados, con calles sin asfaltar, controlados
por pandillas armadas que trafican droga y policías corruptos.
El
régimen del FMLN ha respaldado los acuerdos de libre comercio de EE.UU. y
la Unión Europea en América Central al igual que las bases militares de
EE.UU. Sus políticas de libre mercado perjudican a los pequeños y
medianos productores. Sus vínculos militares con el Pentágono fortalecen
la postura militar de EE.UU. contra Venezuela y Ecuador.
Consecuencias políticas del Acuerdo de paz
Durante
la guerra civil, la lucha de clases incrementó la conciencia de clase,
fortaleció la organización independiente de clase y forzó a la clase
dominante y sus "mentores" estadounidenses a que hicieran concesiones,
incluyendo una reforma agraria para los campesinos y un aumento salarial
para los obreros. Posteriormente al pacto de paz, las organizaciones de
base experimentaron una reducción de tamaño y actividad; los líderes
fueron cooptados por la élite del FMLN. El control político centralizado
de los movimientos sociales asegura el conformismo frente a las
políticas neoliberales. El FMLN trata de legitimar el orden
socioeconómico neoliberal escudándose en su "heroico y glorioso pasado
guerrillero". Los políticos corruptos del FMLN evocan su rol del pasado
como "comandantes guerrilleros" para encubrir sus conexiones corruptas
del presente con la élite económica. Cada vez que un sindicato va a la
huelga por mejoras salariales o laborales, como los trabajadores
municipales, de la salud y o de la educación, los líderes del FMLN los
acusan de tener motivaciones "políticas" o de "ayudar" al enemigo. El
FMLN se convirtió en un aparato burocrático manejado por facciones de
las élites que pelean por posiciones de poder y privilegio dentro de la
burocracia estatal neoliberal.
Frente al abyecto fracaso del FMLN y
su gestión de gobierno para responder a las necesidades más básicas de
los pobres de las ciudades y del campo, cientos de ONGs financiadas por
los gobiernos de EE.UU. y Europa, en las que trabajan profesionales de
clase media, establecieron proyectos de autoayuda, que enriquecieron a
los líderes de las ONGs, perjudicaron a los movimientos sociales locales
y no fueron eficaces para reducir la pobreza.
Sin paz, seguridad
ni justicia social, y ante el debilitamiento de los movimientos
sociales, ¿podemos sorprendernos de que anualmente decenas de miles de
salvadoreños huyan de su país? Hay más de 2,5 millones de salvadoreños
en el exterior, más del 90% de los cuales vive en EE.UU.
Conclusión: Causas del fracaso del Acuerdo de paz
Haciendo
un análisis objetivo, queda claro que el acuerdo de paz firmado por el
FMLN ha fracasado en el cumplimiento de las mínimas demandas políticas y
socioeconómicas de sus bases. A pesar de los grandes sacrificios y los
incontables ejemplos de heroísmo personal, las masas populares de El
Salvador fueron despojadas de todo logro positivo. Los poderosos
movimientos fueron desmantelados por decreto de los comandantes
guerrilleros. Los principales líderes que dictaron dichas políticas lo
hicieron ya sea porque eran colaboradores de las fuerzas militares de
EE.UU. (Villalobos) o aliados de la llamada burguesía "progresista".
Se pueden extraer varias lecciones:
1) El pasado combatiente no es una garantía de compromiso socioeconómico progresista después de la negociación de un acuerdo.
2)
Un acuerdo de paz dictado por una élite suele implicar un sacrificio de
los intereses socioeconómicos como garantía de ganar una imagen de
"respetabilidad" política.
3) Aliados extranjeros "radicales",
como Cuba, tienen sus propios intereses políticos para asegurar la
estabilidad regional y la paz, y tal vez dichos intereses no coinciden
con las necesidades socioeconómicas de un movimiento revolucionario de
masas.
4) Los acuerdos de paz deben incluir de manera directa a
los representantes de los movimientos populares de masas e incorporar
sus demandas.
5) Los acuerdos de paz que desarman a los
insurgentes y mantienen a las fuerzas armadas, que son el sostén de la
élite económica y de su control sobre los sectores estratégicos de la
economía, dan como resultado una continuidad de las políticas
neoliberales y de las bases militares de EE.UU. y producen la
integración de los ex líderes guerrilleros en un sistema político
corrupto y reaccionario.
6) Un pacto de paz que no genere
inversiones públicas masivas en el sector laboral, obras públicas,
reforma agraria y otras actividades productivas dará como resultado el
desempleo de los ex guerrilleros jóvenes que se incorporarán a pandillas
de tráfico de droga y otros delitos.
7) Los ex líderes
guerrilleros promoverán sus carreras electorales y trabajarán dentro del
sistema adoptando políticas neoliberales -como lo han demostrado
numerosos casos. En Colombia, por ejemplo, Antonio Navarro Wolff, ex
integrante del M-19 se convirtió en un aliado del entonces Presidente
Álvaro Uribe y su régimen de escuadrones de la muerte cuando fue
gobernador de Nariño. Teodoro Petkoff, ex guerrillero venezolano, devino
en uno de los ideólogos del programa de austeridad del FMI durante el
gobierno de Caldera. Joaquín Villalobos, el ex guerrillero salvadoreño
del ERP, se convirtió en asesor de la CIA y de varios regímenes
criminales que le pagaron cuantiosas sumas por su asesoramiento.
Los movimientos populares deben establecer sus
propias prioridades socioeconómicas y
estar presentes en cualquier proceso de paz.
La
vasta mayoría de los obreros, campesinos y estudiantes quieren una paz
que vaya acompañada de cambios en el sistema socioeconómico. Esto
incluye expropiación de tierras irrigadas y fértiles; el fin de la
represión sindical y el establecimiento de nuevas leyes laborales que
protejan los sindicatos; la duplicación del salario y la formación de
comités de trabajadores que supervisen a la administración.
Para
que sea posible implementar un programa público a gran escala generador
de empleo, se requiere un sistema impositivo progresivo, que use los
impuestos a los ricos para financiar infraestructura y empresas
productivas. Las agencias del medioambiente constituidas por
ecologistas, indígenas y líderes campesinos deben tener el poder
necesario para regular las actividades mineras y garantizar que exista
una distribución equitativa de los ingresos impositivos y los pagos de
royalty.
Por
encima de todo, para que un acuerdo de paz funcione debe existir un
estado democrático, en el que: se desmantelen las Fuerzas Especiales,
los programas de contrainsurgencia, las bases militares y las misiones
de asesoramiento extranjeras. El abyecto fracaso del FMLN para cambiar
la sociedad de El Salvador y mejorar las condiciones de vida de las
masas estuvo directamente relacionado con su inserción en el estado
capitalista y su subordinación a la economía neoliberal.
La
"teoría de las etapas" del gurú del FMLN, Shafik Handel sostenía que la
"modernización capitalista y la democracia" en alianza con la burguesía
moderna era el "objetivo inmediato" mientras que el socialismo era para
el "futuro distante". Esta "teoría de las etapas" dejaba de lado el
hecho de que la "burguesía moderna" estaba estructuralmente atada a las
élites de los terratenientes tradicionales, la banca y el imperio, y no
estaba, de ninguna manera comprometida con una supuesta "revolución
democrática". El FMLN, descartó el socialismo, nunca logró concretar una
revolución democrática y finalizó presidiendo un país empobrecido y
desgarrado por delitos sangrientos en el que la élite política era socia
de los mismos clubes sociales que su antiguo enemigo de clase.
Es
necesario que las FARC estudien atentamente las lecciones negativas del
pasado, de los desastrosos acuerdos de paz de América Central, del
MR-19 que se rindió a un estado de narcos, para de esa manera proponer
un acuerdo de paz en consulta con la mayoría del pueblo y en beneficio
de ella, y no uno que simplemente les garantice puestos en el Congreso.