Por Juan Diego Restrepo E. (*) REVISTA SEMANA
Una semana agitada como pocas en la historia reciente del país acaba con el sello de la esperanza puesto por la comunidad internacional, que valora bajo otra óptica lo que se ha hecho en nuestro país.
Emocionado, así escribo este viernes. Al despertar leí que al presidente Juan Manuel Santos le otorgaron el Premio Nobel de Paz. El reconocimiento llega en un momento de mezquindad del senador Álvaro Uribe Vélez y sus seguidores, quienes, con mentiras continuaron con su intento de arrebatarnos el sueño de alcanzar una salida negociada al conflicto armado con la guerrilla de las FARC.
La ambición de poder de quienes integran el Centro Democrático, el odio que los embarga, la gran capacidad de engaño que desplegaron para obstaculizar el comienzo de la implementación del acuerdo logrado en La Habana, y el apoyo que recibieron de algunos grupos económicos adversos al proceso con el grupo alzado en armas, reflejan una ruindad sin medida, que hoy se ve enfrentada a la comunidad internacional, que decidió reconocer la gestión de Santos en su esfuerzo de lograr la paz con las FARC.
Tanta falsedad quedó en evidencia tras la entrevista que Juan Carlos Vélez, exgerente hoy de la campaña del No, le concedió al diario económico La República. “Panamá y Brasil nos dijeron que la estrategia era dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación”, dijo el excandidato a la Alcaldía de Medellín, quien fue desmentido por sus propios jefes, razón por la cual se vio obligado a renunciar.
Pero antes de esa entrevista, la mezquindad ya era bastante evidente. Los opositores al Sí apelaron a imaginarios del miedo colectivo, a referentes sociales y políticos que caducaron hace varias décadas, a desinformar a las comunidades. Los engañaron a todos. En su codicia no cabe el ciudadano de a pie, el campesino, el indígena, el afro. Ahí solo admiten a empresarios igual de codiciosos; a los militares, unos honestos, pero otros violadores de derechos humanos; y a quienes quieren conducirnos al conservadurismo machista, racista, homofóbico y religioso.
Pese a las tristes realidades de la guerra, el senador Uribe se atrevió también a afirmar que en Colombia no se había vivido una guerra, negando así las imágenes de destrucción de los pueblos, los dolorosos rostros del desplazado, la profunda tristeza de las familias de los desaparecidos. Su intento de buscar el poder a toda costa lo llevó a negar, contra toda evidencia, lo innegable.
El Centro Democrático no representa a nadie, salvo a ellos mismos y a quienes están bajo su égida, entre ellos a buena parte del empresariado antioqueño que contribuyó a cerrarle la puerta a los acuerdos con las FARC. Así lo demuestran los contundentes resultados por el No en este departamento. Esa decisión se definió en las casas de campo de los empresarios paisas con argumentos tan banales como que si se aprobaban “iban a perder sus fincas”. Sus esposas ya estaban empacando maletas para salir del país ayer y vivir en sus apartamentos de Panamá, Madrid o Miami, ante el eventual triunfo del Sí. Ese es su compromiso con el país.
Lo que negó Uribe con la persistencia que lo caracteriza y con las trampas que lo destacan, lo reivindicó el Norwegian Nobel Committee, encargado de otorgar el Premio Nobel de Paz, al explicar porque Santos era el elegido: “El premio también debe ser visto como un tributo a los colombianos que, a pesar de grandes dificultades y abusos, no han perdido la esperanza de una paz justa, y para todas las partes que han contribuido al proceso de paz. Este tributo es también, en no menos medida, a los representantes de las innumerables víctimas de la guerra civil”.
La comunidad internacional resalta en el presidente Santos, y a través de él a todo su equipo negociador, que por cuatro años sacrificó su vida personal y de familia para enfrentarse a los voceros de las FARC durante cuatro años en La Habana, su arrojo para sacar adelante este proceso, pese a todas las adversidades, entre ellas las planteadas por quienes se oponen a los acuerdos con mentiras, trampas y engaños.
Pero el esfuerzo del mandatario de los colombianos no solo hay que verlo a través de la óptica de lo alcanzado en La Habana. Es importante destacar que Santos, durante su primer mandato (2010-2014), logró sacar adelante la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (Ley 1448 de 2011), una norma a través del cual se busca satisfacer los derechos de todos los afectados por la guerra.
Tampoco debe olvidarse que durante el segundo periodo de gobierno de Uribe (2006-2010), se tumbó ese proyecto de ley argumentando razones económicas y de seguridad. Así quedó consignado en un comunicado fechado el 18 de junio de 2009 enviado al Congreso. De un lado se dijo que el costo de aplicación de la ley “crearía un trauma irreparable a las finanzas del Estado, haría imposible la reparación pecuniaria a las víctimas y el texto final no pasaría de ser letra muerta al servicio de una agitación electoral del momento"; y de otro expuso que “se constituye en una grave amenaza a la Seguridad Democrática, puesto que iguala a los terroristas con agentes al servicio del Estado, sin que estos últimos puedan tener un proceso judicial y una sentencia ejecutoriada que declare el daño a la víctima cuya responsabilidad sea atribuida a ellos".
Me alegró levantarme hoy con una noticia fundamental para el futuro del país, que resalta el esfuerzo del presidente Santos por buscar una salida negociada al conflicto armado con las Farc y, de paso, deja claro que la mezquindad no es el mejor camino para la reconciliación, así algunos se esfuercen en decir lo contrario.
* Periodista, director de VerdadAbierta.com - En Twitter: jdrestrepoe
Publicar un comentario