José María Carbonell, Nueva Colombia.
De entre las causas del conflicto interno, a más del
objetivo de querer convertir a Colombia en un laboratorio contra-insurgente por
parte de los imperialistas, siempre ha gravitado la exclusión política de los
pobladores de la Colombia profunda y ni tan profunda.
La exclusión política de la población pobre ha sido la constante
en la vida colombiana. Tan es así que desde los mismos centros de poder
acuñaron la célebre división de ”país político, país nacional”. Mostrando así
la división entre las dos.
Los pobres siempre han estado excluídos de las decisiones políticas. Quizás
cuando la revuelta –insurrección?- del 48 tras el asesinato de J.E. Gaitán y
del Paro Cívico Nacional del …. No ha
habido manifestación en el país que haya puesto a tambalear el decrépito
edificio estatal.
Las decisiones políticas
las toman las élites oligárquicas sin tener en cuenta las grandes mayorías
nacionales. Decisiones que van en favor de sus intereses. A los pobres, si no
es a través de Paros Campesinos e Indígenas, no les legislan ninguna ley en su
favor.
Es más, desde los gobiernos
–todos- le “mamangallo” a los compromisos que ven obligados a firmar con los manifestantes,
apurados por los bloqueos de carreteras y la no llegada de alimentos a las
ciudades. El último acuerdo de 2013 este año 2017 hubo que realizar otro Paro
para exigir su cumplimiento. Se firmó, pero no se cumple todavía.
Igualmente ha sucedido con el Acuerdo de Paz. Lo firmó el
presidente Santos –en representación de todo el estado- y lo que debió ser un
mero trámite congresional se convirtió en una –otra- negociación del gobierno
con los politiqueros corruptos que tienen asiento en el congreso y lo aprobado
no es lo firmado en La Habana.
La ignorancia de los congresistas del establecimiento sobre el Acuerdo de Paz es
tal que muchos demuestran ramplonamente no haber leído el Acuerdo y se ”sorprenden”
de lo allí consignado.
La oligarquía tiene claro para qué es el poder. Es para
legislar en favor de sus clases. Por ello vemos toda la cantidad de tramoya
para hacer aprobar lo que vaya en favor de sus intereses. Y todos los miembros del congreso responden a una
clase o sub-clase. Empresarios, financistas, terratenientes, ganaderos,
narcotraficantes, narcoparamilitares, etc, etc.
Todos esos “congresistas”
están hasta los tuétanos comprometidos
con la madre de las aberraciones del capitalismo, la corrupción. La cual
engloba todas las esferas del poder. Todos los poderes están
permeados por la corrupción. Sea de la “normal” o de la del narcotráfico, mas
todos son corrompidos.
Por ello vemos que la
Reforma Política, que ampliaría la “democracia”, no cuenta con dolientes entre
los congresistas del establecimiento (partido liberal, conservador, la U, CD,
Cambio Radical, etc, etc) ya que sería legislar contra su propia garganta.
Ello nos lleva a la
reafirmación que la democracia popular está por fuera de las instituciones
estatales (congreso, asambleas, concejos, etc). Ella se manifestará en las
calles, en las asambleas comunales, en los paros campesinos, en las mingas indígenas,
en las reuniones de mujeres, en las reuniones de afrodescendientes, e irá creciendo en número y calidad hasta desembocar
en un movimiento nacional que construirá una nueva institucionalidad, un nuevo
país.
Recordemos lo dicho por
un médico colombiano: “Los nuevos avances no se pueden
añadir al edificio compuesto por viejos ladrillos, hay que cambiar los
ladrillos y remover también los cimientos”.
Hacia allá vamos, hacia la Nueva Colombia en
paz con justicia social.
Publicar un comentario