Hernando Vanegas Toloza,
Postales de Estocolmo.
Los últimos 16 años se
han caracterizado por estar en el centro de la vida política del país dos
fenómenos contrapuestos, pero ligados entre sí. La guerra y la Paz.
La Guerra, como sabemos
todos los colombianos por poco inteligentes que seamos, fue decidida en los
centros de poder de Washington y Bogotá. Mucho antes del 9 de abril de
1948, día del asesinato de JE Gaitán.
La llamada ”la Violencia” –guerra fratricida entre liberales
y conservadores, ordenada por los dirigentes de esos partidos traidcionales
colombianos- nos dejó 300.000 muertos mal contados y
2 millones de desplazados forzosos e
incuantificables millones de hectáreas de tierra robadas a sus propietarios.
Desde 1964, la oligarquía en el poder desata la guerra
contra el pueblo y ataca después de 2 años de preparación, la región campesina de
Marquetalia, autogobernada por los propios campesinos, y nos ha llevado
inmersos en la guerra sucia que produjo 220.000
víctimas mortales y más de 8 millones de desplazados forzosos –víctimas no
mortales-, de los cuales 83% de las ejecuciones son responsabilidad estatal,
83,3% de la masacres son responsabilidad estatal, el 97,7% son responsabilidad
estatal y el 100% del desplazamiento son responsabilidad estatal.
Durante las dos administraciones del narco-paramilitar
número 82 y hoy senador, Álvaro Uribe Vélez, se terminó de hacer el ”más grande
esfuerzo militar y financiero contra las FARC-EP” –iniciado en adminsitración
Pastrana 2002-, esfuerzo que arroja la más estrepitosa derrota. Más de 20 millones
de dólares diarios malgastados inútilmente, cientos de miles de muertos (44.000 militares víctimas según reporte último) hizo
que un sector de la élite en el poder se replanteara la necesidad de parar la
guerra y buscara caminos de salida política a la guerra interna, liderados por
JM Santos, ex-ministro de defensa de la anterior administración y hoy
presidente desde 2010.
El Plan Colombia cosechó la más estruendosa derrota, a pesar
de todos los esfuerzos realizados por la oligarquía nativa y el imperialismo
estadounidense, y la columna vertebral de la guerrilla más antigua del mundo
estaba funcionando a cabalidad y combatiendo en todo el territorio nacional.
Hubo que darle todo un viraje a la política estatal de
guerra y comenzar a diseñar una política estatal de paz, empeño que con las
Conversaciones de la Mesa de La Habana se ha ido cualificando y clarificando. Hoy
podemos decir que, a pesar de los altibajos, se está construyendo esa política
con la implementación del Acuerdo Final para una Paz estable y duradera en
Colombia.
Evidentemente que hay –y habrá- obstáculos, que habrá
sectores resentidos por la política de paz adelantada conjuntamente por FARC-EP
y gobierno –de manera independiente-, que las ”vacas muertas” enmigas de la paz
se atravesarán en el camino de paz, que los sectores que se han beneficiado
política y económicamente a la sombra de la guerra y el despojo de millones de
colombianos se opondrán con todo a la concreción de la paz, pero al final será
la Paz de todos los colombianos la más grande tarea que habremos alcanzado en nuestro
país.
Al orden del día estamos construyendo la Paz y, de esa
manera, estamos salvando las vidas de miles de colombianos pobres, ya que ni
los ricos, ni los hijos de los ricos van a la guerra. Por lo menos 1.500 vidas
se salvan cada año de la muerte por cuenta del Acuerdo Final de Paz entre las
FARC-EP y el gobierno nacional.
Ello nos satisface de manera extrema y también vemos la
satisfación de los miembros de las FARC-EP en las actividades diarias que
realizan, la cual encaran con alegría y enorme dinamismo.
La Paz será la más grande conquista de los colombianos en
éste siglo.
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