Escrito por Timoleón Jiménez
Las FARC-EP permanecemos fieles a nuestra palabra. El Estado no puede fallar sin infamarse
La semana que termina deja un sabor amargo en las filas de las FARC-EP. Estamos próximos a celebrar los 53 años de nuestra fundación en Marquetalia, y el conjunto de nuestros integrantes, mandos y combatientes de base, tienen la certeza de que será la última conmemoración en armas del heroico alzamiento de Manuel Marulanda Vélez y los suyos en 1964.
Para el 27 de este mes, en cada zona veredal y punto transitorio de normalización, se tienen programados actos político culturales. Danzas, coros, teatro, poesía, discursos, presentación de diversos grupos musicales. La nostalgia enmarca los preparativos, se sabe bien que el próximo año ya no habrá campamentos, ni vida militar, ni convivencia guerrillera, que los homenajes y recordaciones tendrán lugar quizás dónde y en qué condiciones. Ya no será como guerrillas.
Las FARC en su conjunto nos hallamos en el proceso de dejación definitiva de las armas, con fundamento en un Acuerdo Final que se logró tras seis años de intensos debates en la Mesa de Conversaciones de La Habana. Nadie puede decir sin rayar con la mentira y la calumnia, que hemos faltado de algún modo a nuestros compromisos. Pese a ello, sentimos llegar tiempos de incertidumbre. El gobierno nacional cumple demasiado lentamente su palabra. Los otros poderes titubean o actúan de modo sospechoso en relación con lo acordado.
Esta semana fuimos informados desde Nariño, de la dejada a disposición de funcionarios de la ONU, de la primera caleta de armas. 140 armas largas dentro de las que se incluían ametralladoras punto 50 y M60, lanzadores MGL y cerca de 50 morteros anti aéreos. El material fue extraído de la vereda La Variante. Habrá que contar uno a uno los proyectiles que componen las 3 toneladas que acompañaban las armas.
También se procedió a la destrucción del material explosivo. 1.500 barras de TNT, 150 timbas con 30 kilos de explosivo cada una, 23 cohetes anti aéreos, 35 granadas de 80mm, 200 de 40 mm y 40 de mano. Se comprende la tristeza con la que los guerrilleros encargados de esa tarea la llevaron a cabo, varios lloraron como niños. Tanto sacrificio, durante tanto tiempo, para conseguir, reunir y asegurar el valioso material que ahora ellos ponían en manos de la ONU.
Su dolor se vio acompañado por la indignación en algunos momentos. Los de la ONU y la Armada Nacional obraban como si las FARC no contáramos en absoluto. Los planes de operación y seguridad, elaborados conjuntamente en el Mecanismo Local de Monitoreo y Verificación, fueron desconocidos por aquellos, que unilateralmente impusieron su voluntad.
El armamento había sido ubicado en una vivienda a orillas del río Patía. Los de la ONU, neciamente, optaron por hacer su helipuerto a dos kilómetros de ahí. Los muchachos y muchachas de las FARC, por entre un tremendo fanguero, cargaron en sus hombros el material hasta allá. Pese a su inconformidad, tenían la orden de depositar todo el material en manos de los de Naciones Unidas. Así lo hicieron, sabían que la seriedad de las FARC estaba de por medio.
Quizás lo más importante de la faena haya sido la comprobación directa, por parte de Naciones Unidas, de la presencia paramilitar en la zona. Con el nombre de Nuevas Guerrillas Unidas del Pacífico, al mando de un tal David, las bandas armadas que antes eran fuertes en San Sebastián, San Juan, Pital y San Pedro, se crecieron repentinamente, tomándose todos los ríos de la frontera con Ecuador, en un plan a todas luces muy bien diseñado.
Su presencia es pública en los ríos Chagüí, Rosario y Mejicano, al igual que en los caseríos la Guayacana y Llorente, empatando un corredor con la costa. También en Puerto Rico, frontera con Ecuador. Ya es normal verlos pasearse de civil muy cerca a los campamentos de las zonas, ofertando pagar 10 millones a cada guerrillero que se pase a trabajar con ellos. La zozobra de los habitantes de las zonas rurales es enorme.
La gente que integra estos grupos tiene en promedio unos veinte años de edad, está bien uniformada y porta fusiles nuevos. Le dice a los campesinos en las reuniones a las que los citan que no tienen por qué preocuparse, que no están contra el proceso de paz ni la salida de las FARC de la región, que no van a cobrarles impuestos. Pero que se quedarán allí y tomarán el control de todas las actividades. Es obvio que andan tras los cultivos de uso ilícito y el negocio de las drogas. Un despliegue semejante resulta inexplicable sin la colaboración de autoridades militares.
Se comprende entonces la enorme preocupación de las FARC con los recientes fallos de la Corte Constitucional. Por un lado echa al piso el cuerpo de escoltas integrado por ex combatientes, y por otro hace lo mismo con el fast track, abriendo las puertas a la modificación por el Congreso del Acuerdo Final. La atribución constitucional del Presidente de la República para concertar acuerdos de paz ha sido hecha trizas, está en cuestión la seriedad del Estado colombiano ante el mundo.
De los 53 años del conflicto colombiano, más de 30 se emplearon en conversaciones de paz. Los procesos fallidos dejaron amargas experiencias al país. Por fin ahora logramos el Acuerdo más perfecto posible, con acompañamiento y garantía por parte de la comunidad internacional, con una refrendación aplastante por parte del Congreso de la República y avalada por la Corte Constitucional. Por primera vez en más de medio siglo la paz asoma en el horizonte patrio.
Hay un Acuerdo de Terminación del Conflicto, depositado en Suiza y celebrado en los cinco continentes. Que tenga sus detractores en el país no le resta en absoluto el carácter oficial de compromiso formal entre el Estado colombiano y las FARC-EP, reconocido incluso por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, organismo involucrado en su cumplimiento. Las FARC-EP permanecemos fieles a nuestra palabra. El Estado no puede fallar sin infamarse.
Termina una auténtica semana de pasión, en la que las FARC parecemos el Cristo a crucificar. No lo seremos, defendemos la paz y la verdad, el pueblo colombiano nos acompañará. Esperamos sus hechos, Presidente, haga honor a su palabra. Nosotros no le fallaremos a Colombia.
Habana, 20 de mayo de 2017
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