Cambio Total.
Estamos ante un tiempo
excepcional en la vida colombiana. Se adelanta la implementación del Acuerdo de
Paz entre las FARC-EP y el gobierno, proceso que de por sí no está exento de
dificultades, mucho más con la intransigencia de los mandos altos y medios de
las instituciones colombianas (militar, justicia, congreso, y hasta
presidencial).
Quizá el gobierno de JM
Santos creyó –siempre cree en pajaritos preñados- que la implementación era
“pan comido”, o quizá esa era la baza marcada que se iba a jugar con la
paquidermia en desarrollar la implementación para después salir a decir “no es
mi culpa”.
El hecho diciente de por
sí que los enemigos de la Paz (CD, algunos militares inmersos en el Terrorismo
de Estado, algunos jueces y magistrados, casi todos los congresistas politiqueros
tradicionales) estén en plena actividad para tratar de retrotraer el país a la
situación de guerra que vivimos durante estos 52 años –época en la cual ellos
se volvieron ricos bajo la mampara de la Guerra, es decir, negocios con la
Guerra, desplazamiento y despojo de tierras, enriquecimiento de los industrials
y financieros, etc-, es una muestra de esas dificultades, las cuales no fueron
ni han sido suficientemente valoradas.
Desde un principio hemos
sostenido la necesidad de adelantar una amplia pedagogía de paz, pedagogía que
debe ser ejemplarizada en la práctica con el cumplimiento de los acuerdos
firmados y el desarrollo de los programas económicos-productivos para los
ex-guerrilleros y la población campesina, políticos, sociales (empleo,
vivienda, salud, educación, etc, para las comunidades), culturales, etc.
Esto fue desdeñado por
la presidencia y todos los obstáculos que se han presentado son, precisamente,
causados por no haber enfrentado con la seriedad
debida la implementación de la Paz. Ésta implementación debe, a su vez, impedir
que la corrupción sempiterna en el estado colombiano no ferie los recursos que
diversos países han facilitado para el noble objetivo de la paz en nuestro
país. Esa corrupción visible y develada por los casi diarios escándalos ha
producido que algunos país –Suecia, por ejemplo- no entrega los recursos al
gobierno colombiano, sino que ellos mismos manejan los programas, les dan la
aprobación, seguimiento, a fin de que realmente esos recursos se traduzcan en
programas en beneficio de la población afectada por la Guerra (campesinos,
indígenas, sectores pobres).
Es importatísimo, desde
luego, si se quiere llevar a buen puerto el Acuerdo de Paz con las FARC-EP
desarrollar todas las acciones posibles –y hasta las imposibles- para aclimatar
la Paz en Colombia.
Flaco servicio le
prestan a la causa de la paz –hablan de quererla, pero la torpedean en la
práctica- los medios de comunicación en poder de la élite del establecimiento
cuando al entrevistar comandantes guerrilleros en vez de aprovechar para
aclarar dudas y problemas pareciera que están adelantando un interrogatorio a
un acusado.
Tampoco el lenguaje
empleado por los medios es el más adecuado cuando se persiste en señalamientos
tales como “yo nunca he estado en la
lucha armada”, frase que produjo una respuesta del guerrillero –con razón- al
manifestar que “desde los micrófonos se hace más daño que con los fusiles “,
“se ha respaldado todas las acciones terroristas en contra de los más humildes”.
Debemos llegar todos a
“encender la Paz” y una vez aclimatada veremos que todos, todos sin excepción,
hemos salido gananciosos con ella, en especial, nuestros hijos y nietos.
/hvt.
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