Escrito por Gabriel Angel
Quedaba claro que en Cuba se habían creado un hombre y una mujer nuevos, poseídos de una mística y unos valores capaces de enfrentar y vencer las mayores dificultades.
La noche del 25 de abril fuimos invitados a asistir en el teatro Nacional de La Habana, a la gala en conmemoración de los 30 años del Centro Memorial Martin Luther King. Había oído hablar de tal institución y recordaba entre brumas a Joel, a un hombre de barba, con cierto aspecto de hippie, que me fue presentado alguna vez como director de tal Centro, dedicado fundamentalmente a la educación popular. Creo que no sabía más sobre ellos.
Debo confesar que esa noche volví a percatarme de lo enorme que era mi ignorancia, pero a la vez advertir que se puede aprender de maneras muy distintas a las que hemos conocido siempre. Sí, no hay duda de que saben de educación. La gala de esa noche, de principio a fin, fue un curso de humanidad, de humildad, de amor, de compromiso, de entrega a un sueño.
Al comienzo del acto, con el telón aún cerrado, las luces del teatro se apagaron y se comenzó a oír una canción que jamás había oído. Mi casa, de Tony Ávila, joven trovador cubano. Era sólo el audio pues al abrirse el telón no había más que instrumentos vacíos en el escenario. Me llamó la atención que la letra de la canción se entendía perfectamente, no como esas otras que exigen del oyente maromas casi filosóficas. Un hombre hablaba de la necesidad de restaurar su casa.
Aquí algunos de sus versos:
Voy a quitar las viejas cerraduras, creo que están de más ciertas paredes, aprendí con el tiempo que se puede, cambiar sin que se dañe la estructura
Hoy podaré el jardín y a los retoños, los cuidaré para que crezcan sanos, hoy voy a consultar con mis hermanos, los cambios que a la casa sobrevienen
No tengo que correr porque la prisa, puede que le haga daño a los cimientos, y aunque en mi casa me siento contento, hay cambios que mi casa necesita
Voy a hacer ciertos cambios en mi casa, como hicieron mis padres en su tiempo, al cabo esta será la misma casa, los que no son iguales son los tiempos
No cabía duda de que la casa a la que se refería la canción era Cuba. Buena parte del público la coreaba, debía ser muy conocida. Pero se trataba de un acto oficial, con presencia de funcionarios del Partido y del Gobierno que podían molestarse. Nada de eso, ellos mismos también aplaudían. Se comprende enseguida que pensamiento y arte vuelan libremente en la isla.
Después vendría la presentación del acto a cargo de Joel Suárez, que entendí es una especie de coordinador general del centro. De entrada me llamó la atención que la inmensa mayoría de las representaciones presentes a las que saludó eran instituciones religiosas. Obispos, obispas, pastores, hermanos y hermanas de las más diversas iglesias, todos cubanos y cubanas.
El público que abarrotaba la sala Covarrubias vitoreaba con emoción a cada uno de los mencionados, incluyendo a las delegaciones del ELN y FARC inmiscuidas en procesos de diálogos de paz. En un instante, por mi formación primaria y secundaria en colegios religiosos, reconocí en el ambiente que me hallaba en medio de un acto con esa connotación. Como esos encuentros fraternales que vivíamos en tiempos de retiros espirituales, en los que todo destilaba alegría.
Lo que siguió fue confirmando esa impresión, y debo decir me resultaba asombroso, precisamente por el lugar donde se producía, digámoslo así, en la capital mundial del comunismo. Entonces en Cuba no solamente se toleraban las religiones, congregaciones y cultos de todo orden, sino que además contaban con apoyo oficial y evidente respeto.
Cómo me hubiera gustado que estuvieran ahí el ex procurador Ordóñez, el pastor Arrázola y demás personajes iracundos que en Colombia han hecho de un sinnúmero de iglesias católicas y protestantes el nicho favorito de sus odios y fanatismos. En Cuba, por el contrario, resulta obvio que la fe en Dios y el amor al prójimo se vuelcan a favor de la revolución y el socialismo.
La intervención principal por el Centro Memorial estuvo a cargo de tres mujeres adultas, que se encargaron por turnos de recordar momentos y logros de su trabajo con el Centro. Se llamaban Marilín, Irenia e Izzet, todas ellas destacadas en distintas iglesias cristianas y vinculadas al Martin Luther King hace más de una década. Sus intervenciones iban acompañadas por diapositivas relacionadas con los temas de que se ocupaban.
Por ellas y las fotografías que aparecían en pantalla, me pude dar cuenta de que cada una de las congregaciones ecuménicas a las que pertenecían había desempeñado un papel cardinal en diversas luchas, como por ejemplo la obtención de la solidaridad de múltiples iglesias norteamericanas en campañas contra el bloqueo a la isla.
Fueron iglesias evangélicas de los Estados Unidos las promotoras de la recolección de ayudas humanitarias para los cubanos en los peores momentos del bloqueo. Y fueron también iglesias protestantes de USA las encargadas de encabezar la lucha allá por la liberación de los cinco héroes cubanos. Todas unidas con congregaciones ecuménicas de Cuba. Este tipo de iglesias estaban vinculadas al Centro Memorial Martin Luther King y a su escuela de educación popular.
Fotografías exhibidas en la pantalla gigante permitían ver a sus pastores y coordinadores reunidos con Fidel y Raúl Castro en distintos momentos, en actos en los que saltaba a la vista su carácter religioso. Así también ver las diversas campañas de educación y solidaridad cumplidas por esas iglesias y el Centro Memorial en los sitios más diversos y remotos de Cuba. Era fácil constatar que para todas ellas el amor al prójimo era algo más que una palabra para repetir en oraciones.
Silvio Rodríguez apareció y cantó en el escenario seis canciones, acompañado solo por su guitarra. Sus temas parecían cuidosamente elegidos para la ocasión, hablaban de cuando jugábamos a Dios, de amor, de rocío, de ángeles de la guarda, de ser un tilín mejores, y mucho menos egoístas. Remató con El Necio, coreado por el público. El mensaje era claro, yo me muero como viví, no como quieran los enemigos de la patria, la revolución y el socialismo.
Frey Beto, el religioso y educador brasileño, fue invitado a hablar al público que llamó ingeniosamente de hermanos y hermanas unidas en Cristo y en Castro, arrancando una ovación. Su relato de su primer viaje a Cuba y de sus conversaciones con Fidel sobre el papel de la educación popular y cómo de todo esto terminó por crearse el Centro Memorial, resultó sumamente interesante e instructivo. El socialismo es el nombre político del amor, afirmó.
Como Martin Luther King, la principal motivación de su vida había sido servir a los demás, a los más pobres y necesitados. Y la mejor forma de hacerlo era abriéndoles los ojos para que aprendieran a reconocerse, a unirse, a educarse en valores como la solidaridad, la cooperación, la justicia, la búsqueda del bien general. El sentimiento del amor no puede quedarse adentro, tiene que brotar, manifestarse en hechos, en acciones efectivas en pro del otro. Eso lo hace real.
La apoteosis del acto estuvo a cargo del grupo musical juvenil Armonía, cuya canción Caminar con Cristo hizo que todo el público presente se pusiera de pie y acompañara la letra con sus voces y palmas. Parecía increíble, comunismo y cristianismo se unían en una sola fe, inspirados por la figura del pastor bautista Martin Luther King, asesinado en Menphis por su trabajo por la paz.
Delegados de distintas comunidades de la isla ofrecieron emotivos presentes a Raúl Suárez, fundador y cabeza principal del Centro. Entre ellas el Consejo de Iglesias de Cuba, como muestra de reconocimiento a su labor en pro de la Iglesia y el ecumenismo en la isla. Un grupo infantil, Generación con Propósito presentó una tierna y conmovedora versión de Yo vengo a ofrecer mi corazón, la canción de Fito Páez que sonó por los altavoces.
El mismo grupo Armonía cerró el evento con sus alegres ritmos cubanos dedicados al amor, la solidaridad y el camino justo de la revolución. Definitivamente estaba claro que en Cuba se había producido un salto social cualitativo, creado un hombre y una mujer nuevos, poseídos de una mística y unos valores capaces de enfrentar y vencer las mayores dificultades. Así debieron ser las primitivas comunidades cristianas que retaron con su fe al imperio romano. Bienaventuradas.
La Habana, 27 de abril de 2017.
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