Son tres retos enormes, pero muy valiosos, los que debe enfrentar la “Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición” prevista en el Acuerdo de Paz. Conocer los daños inferidos durante el conflicto armado y reconocer las responsabilidades, las víctimas y las fragilidades de la sociedad son los dos primeros de ellos. El tercero consiste en promover, a partir de dicho conocimiento y reconocimiento, unas condiciones respetuosas de vida en común basadas en la cooperación y la solidaridad entre los sujetos sociales.
Esos retos son enormes porque implican hurgar heridas y, además, el tercer propósito es muy ambicioso para una sociedad donde el abuso ha sido una exitosa fórmula de progreso. Pero son muy valiosos y necesarios, como en una buena terapia, para sanar tales heridas y para identificar y poner en práctica entendimientos sociales en donde todo el cuerpo social se cure.
Entre muchas condiciones para que ello ocurra, cabe destacar dos: una robusta capacidad de comunicación de la Comisión, y un diálogo franco entre los actores locales. La primera está prevista en las funciones que el Acuerdo asigna a la Comisión. De una parte, deberá “implementar una estrategia de difusión, pedagogía y relacionamiento activo con los medios de comunicación”. En consecuencia, el Gobierno garantizará lo necesario para el efecto, y el Informe Final tendrá la más amplia difusión y será incluido en el pénsum educativo. De otra parte, la Comisión deberá “rendir cuentas a la sociedad (…) al menos semestralmente”.
Eso está bien. Pero es importante que la Comisión no lo asuma como una tarea burocrática, sino como un elemento de singular importancia. Si algo tuvieron de positivo la Comisión de la Verdad de Sudáfrica y la de Perú, según todos los analistas, fue la amplísima difusión de sus actividades por radio, prensa y televisión, empezando por las declaraciones rendidas ante ella. Es necesario que la gente conozca a fondo lo que ha pasado y que ello genere una catarsis en la sociedad, y una apertura mental y vital, para salir totalmente de la guerra y construir la paz.
La otra condición también está prevista en el Acuerdo. La Comisión deberá celebrar audiencias públicas y “promover la participación de los diferentes sectores de la sociedad para contribuir a una reflexión conjunta sobre lo ocurrido y las causas y efectos de la grave violencia vivida por Colombia” para “asumir compromisos de no repetición y de construcción de la paz”. Un criterio que debe observar la Comisión es el de coordinarse “con los planes y programas de construcción de paz que se pongan en marcha en los territorios”. Es decir, se trata de hacer el mayor esfuerzo posible para lograr concertaciones que, basadas en el conocimiento y reconocimiento de los motivos y los daños del conflicto a nivel local, permitan construir un país que deje atrás los criterios de exclusión que han prevalecido y opte por la convergencia de las variadas energías sociales.
En realidad no son retos exclusivamente de la Comisión de la Verdad. Son retos que tenemos todas las personas que habitamos este país, y la Comisión nos ofrece una oportunidad extraordinaria para asumirlos. Ojalá no la desperdiciemos.
*Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljuristas.org)
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