La vida es sueño y soñar que esa pequeña parte del No que se tomó la vocería iba a ceder a favor del nuevo acuerdo de paz era ingenuo pero necesario.
Por: Mario Morales - El Espectador.
Ingenuo porque ya se sabía que no se iban a conformar con perder el protagonismo con el que se autoinvistieron, y porque es claro que van por más, confundidos como están, creyendo que el resultado del plebiscito era un espaldarazo para que conegociaran y luego cogobernaran.
Pero también era necesario conversar con ellos para ganar legitimidad en un proceso que ha pretendido ser consensuado, que se debe complementar en los debates parlamentarios y que requiere de avales constitucionales.
Si esa parte de voceros del No realmente está interesada en construir la paz con un “mejor acuerdo” que esta renegociación, que prepare argumentos para debatir en el Congreso o en una mesa paralela con el Gobierno sobre los temas en los que ellos no concuerdan y en los que puede haber, y hay que reconocerlo, mejorías razonables: los que tienen que ver con el secuestro, garantías a los derechos de la mujer sin enfoque de género y las preocupaciones de los integrantes de las Fuerzas Armadas.
Es momento de despojarse de terrores infundados como ultimátums o pateadas a las mesas de diálogo. Las profecías sobre hecatombes, luego de todo lo que ha pasado, ya no son creíbles. Unos y otros deben superar las “formas” en que se han tratado y que se endilgan mutuamente, superar la soberbia del poder o de haber ganado una elección y entender que se necesitan inevitablemente.
Con la cooptación de espacios de violencia, el renacer de acciones paramilitares, asesinatos de policías —van cuatro en Antioquia— y los 70 activistas de derechos humanos, el tiempo juega en contra de todos, de los ciudadanos inermes, de la Fuerza Pública que debe concentrarse en otros quehaceres y de la institucionalidad de este país que se resiste a soñar distinto, así parezca ingenuo, enquistado como está en la pesadilla de odio y de guerra.
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