Hoy se vota el plebiscito sobre la paz, que es la principal decisión que tendremos como ciudadanos en décadas, por lo que debemos esforzarnos por participar. Para quienes aún no tienen su voto definido, quisiera compartir el análisis que me llevó al Sí.
Por: Rodrigo Uprimny (*)
Mi punto de partida fue que los beneficios de la paz negociada son enormes, no sólo por el sufrimiento que ahorra, en especial para quienes más han sufrido la guerra (las poblaciones rurales), sino además porque sin paz no es posible tener nunca una democracia robusta ni un desarrollo económico incluyente.
Estos beneficios son hoy tan claros que los promotores del No dicen que no se oponen a la paz negociada, sino que hay que votar No para lograr un mejor acuerdo. Pero esa renegociación del acuerdo es altamente improbable pues no habría quien la haga: el gobierno Santos y el liderazgo de las Farc quedarían muy débiles políticamente por el rechazo del acuerdo y quienes promueven el No están en la oposición. Y no se sabría qué renegociar, pues distintos ciudadanos se habrían opuesto por diversas razones al acuerdo.
El triunfo del Sí no garantiza la implementación exitosa del acuerdo, que será difícil, pero la facilita enormemente, por la legitimidad democrática que le confiere.
Los ejemplos de Irlanda del Norte y Chipre confirman lo anterior, esto es, que No es No y Sí es Sí. El “Acuerdo de Viernes Santo” fue aprobado en Irlanda del Norte en 1998 por la ciudadanía y, a pesar de las divisiones entre católicos y protestantes, se pudo implementar y hoy hay paz. En cambio, en Chipre el acuerdo mediado por Kofi Annan fue rechazado en voto popular en 2004 y, aunque podía ser renegociado inmediatamente, han pasado 12 años sin un nuevo acuerdo. Y si la guerra no ha vuelto, es porque hay una presencia masiva de fuerzas de la ONU que mantienen separado el país entre el norte turcochipriota y el sur grecochipriota.
Estas premisas me llevan a la siguiente fórmula: debería votar Sí quien estime que el acuerdo globalmente considerado es suficientemente justo que decide apoyarlo, en nombre de una paz altamente probable. Debería votar No quien considere que el acuerdo es tan injusto que lo rechaza, a pesar de que su renegociación sea improbable, por lo que el retorno de la guerra es previsible.
El acuerdo alcanzado, sin ser perfecto (pero ningún pacto de paz lo es), es bueno: permite un desarrollo rural más equitativo, una participación política más robusta y una política de drogas más razonable; además garantiza el desarme de las Farc y diseña una justicia transicional, que pese a tener puntos polémicos, es respetuosa con las víctimas y es difícilmente mejorable.
Por todo eso mi apoyo al Sí es claro. Pero ¿qué pasa si alguien tiene aún dudas sobre las bondades del acuerdo? Creo que debería optar por el Sí, por lo siguiente: la paz negociada es deseable por sus enormes beneficios y el No es inútil para lograr un mejor acuerdo; la duda sobre las bondades del acuerdo debe entonces ser resuelta a favor del Sí, para darle una oportunidad a la paz.
(*) Investigador Dejusticia y profesor Universidad Nacional
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