Por Ariel Ávila
El alcalde de Bogotá nos presenta un plan de desarrollo arcaico, el cual no tiene ningún impacto sobre los temas que necesita la ciudad.
Revisando el Plan de Desarrollo de Bogotá y en particular las metas y estrategias en materia de seguridad, al menos surgen tres grandes conclusiones. Por un lado, gran parte de la estrategia se resume en actividad policiaca, nuevamente se asume que los problemas de seguridad en Bogotá se resuelven a punta de policía. El postulado de fondo de la administración de Peñalosa es que el gran problema de Bogotá era una falta de autoridad y por ende más policías en calle lo resolverían todo. La segunda conclusión es que además de autoridad, la actual administración, cree que todo se soluciona con infraestructura, es decir, que a partir de la construcción de centro de comando, vías de comunicación estos temas se solucionaran. Por último, la administración se propone actuar focalizadamente en algunos segmentos de calle, para así mejorar la percepción de seguridad. Es decir, la administración sigue pegada de la vieja y arcaica teoría de la “ventana rota”. Que combate la percepción de inseguridad mejorando el paisaje urbanístico pero no combate la ilegalidad.
Para cumplir todo esto la administración se propone una serie de estrategias y acciones. Varias de ellas contradictorias y con un limitado alcance. Mencionaré cuatro de ellas. En primer lugar, para el control del delito se propone crear varios CAI y a la vez fortalecer cuadrantes. Para aquellos que saben de seguridad es claro que estos dos modelos son incompatibles y hasta contradictorios. Mientras en modelo de CAI permite actuar bajo la metodología de despliegue en zonas particularmente amplias, los cuadrantes hacen referencia a un modelo de micro gestión de la seguridad, en el cual, cada cuadrante tiene un número telefónico y unos agentes determinados. Es decir, el modelo de los CAI rompe con el modelo de cuadrantes, lo cual es algo que la policía no está dispuesta a permitir. De hecho si de hacer CAI se trata, se deberían hacer en las fronteras de la ciudad, como se planeó hace una década, lo cual, permitiría tener un mayor control de lo que ingresa a la ciudad, pero hacerlos por hacerlos solo causaría un caos en el modelo operacional de la policía.
Sobre el trasporte público hay bien poco, a pesar de ser uno de los focos de inseguridad más grandes de la ciudad no se ve una estrategia articulada y de largo aliento para mejorar la seguridad en este servicio público.
La segunda estrategia importante de la administración será la de mejorar la confianza entre autoridades y ciudadanía. Aunque no dicen como lo harán se deduce de algunos párrafos que le apuestan a la actualización del Plan Maestro de Justicia, un mecanismo obsoleto y que sirve de poco, pero no van más allá. Entre otras cosas se habla del sistema de responsabilidad penal adolecente y se planean crear centros de atención especializada. Sin embargo, por ejemplo en Plan de desarrollo no dice nada de las zonas rurales. El 70% de Bogotá es zona rural y no hay una sola mención, ni estrategia clara para manejar la seguridad. Tampoco dice nada de postconflicto, sabiendo que en la localidad de Sumapaz puede ampliarse la zona de reserva campesina, e incluso existir una de las zonas de ubicación de las FARC, lo cual es bastante probable. Lo único que se menciona es cumplir la ley 1448 sobre atención a población víctima del conflicto.
Tampoco se menciona nada sobre los temas de IVC o Inspección, Vigilancia y Control. El IVC es el pilar fundamental del funcionamiento de la seguridad y la convivencia en la ciudad. Actualmente este es ejercido por las alcaldías locales, las cuales se encuentran colapsadas. Tampoco resuelve el tema de los inspectores de policía y mucho menos habla de los Fondos de Desarrollo Local de las Localidades.
Pero tal vez el descaro más grande en esta materia fue lo ocurrido hace algunos días. La administración de Peñalosa con bombos y platillos anunció la creación de un Centro de Control y Comando, el cual es mecanismo que se ha utilizado en ciudades como Quito para administrar la seguridad y en general mejorar la respuesta al ciudadano. De hecho, este modelo es bastante obsoleto, lo que prima hoy día son los Centros integrados de operaciones como el de Río de Janeiro, el cual permite gestionar las problemáticas de la ciudad, no solo las de seguridad, sino trasporte público, desastres ambientales y en fin todo aquello que afecta al ciudadano.
Pero la peñalosada viene por cuenta de que el alcalde Peñalosa invitó a la ciudadanía a la inauguración del Centro de Comando y Control. En realidad presentaron al NUSE o Número Único de Emergencia instalado en la edificación que se construyó bajo la administración Petro y al lado se encuentra funcionando Bomberos. Es decir, pasaron el call-center de Bochica a las nuevas instalaciones, pero nada más funciona; la policía sigue en el centro, Movilidad sigue en la 38 con Jiménez y Salud sigue en el CRUE, es decir, es algo así como ocurrió hace unos 9 años cuando Uribe inauguró el túnel de la línea y es la hora en que no se ha terminado. Pero lo dramático del asunto es que el Plan no dice nada de la actualización tecnológica del NUSE que es lo más importante en esta materia.
En conclusión, Peñalosa nos presenta un plan de desarrollo arcaico, el cual no tiene ningún impacto sobre los temas que necesita la ciudad. Cementos y policías, nada que resuelva los problemas de los habitantes de la ciudad. De hecho, confunden la protección ilegal con los mercados ilegales y mientras esa confusión no se supere será difícil avanzar en una estrategia integral.
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