Cayó el telón. El sainete en que convirtieron en el congreso
el Acuerdo de Paz ha terminado. Para vergüenza de los congresistas. Para pena
del presidente Santos.
Ya se sienten realizados los congresistas. Cumplieron las expectativas de sus amos. No le cumplieron
a los 40 millones de colombianos que apoyan la Paz. Mostraron, una vez más, su
profunda mezquindad.
Evidenciaron ante todos
que a ellos les importa únicamente lo que les ordenan sus amos empresarios,
terratenientes, ganaderos, narco-paramilitares.
La paz es un asunto del pueblo. Definitivamente. Porque
ellos son los que han puesto los muertos en éstos 53 años de Guerra interna. Los
muertos –guerrilleros, soldados, policías- son hijos de madres populares. Por
ello no les importaba la suerte del Acuerdo de Paz.
Para qué preocuparse por
un Acuerdo de Paz que no les competía lo más mínimo. Total,
los hijos de los congresistas nunca irían a la Guerra. Jamás. Entonces que se
maten entre ellos. Que se maten entre ellos para salvar el sistema que los
congresistas le imponen a los colombianos.
Todo terminó en la más
cruel opereta. Congresistas del establecimiento que no saben como funciona la
maquinaria. Ni siquiera cuántos votos necesitaban para aprobar una Ley.
Desconocimiento total. Ni siquiera en ésto son duchos. La incapacidad es total.
Ya antes habíamos tenido una muestra de esa ignorancia. La congresista
Cabal hablaba con propiedad pasmosa de la
Masacre de las Bananeras como si ella la hubiera vivido o estudiado
desde 1928. Y así actúan éstos ”inteligentes”
congresistas.
Nuestro pueblo no se que
quedará cruzado de brazos. Ya no. De ahora en adelante cobrará cada acción
contra el pueblo castigándolos con lo que les duele. El
voto. Sabemos que la maquinaria les da para para pensar que con solo ella puede
contar para perpetuarse en el poder. La maquinaria si acaso les garantiza el
25%. El restante 75% está en manos del pueblo. Y lo usará para castigarlos.
Las cosas, los aires que
respiramos, han cambiado desde el Acuerdo de Paz. Apenas en un año estamos
viendo cómo resultan sacudidas las instituciones estatales. Y al silenciar los
fusiles ha permitido escuchar los otros ruidos que alteran el ambiente. La
corrupción –consustancial al régimen imperante- ha mostrado su fea cara ante
los colombianos.
50 billones de pesos
anuales que pasan a las manos manchadas de los corruptos –que a la vez son unos
de los agenciadores del Terrorismo de Estado-, servirían para ir resolviendo
los problemas de los colombianos. E iríamos maniatando las manos corruptas.
Ya tenemos una tarea por
delante. Los 168 municipios de las Circunscripciones de Paz tienen que saber
quiénes son los que cotaron contra ellas. Y castigarlos no depositándoles
uno, ni uno, de los votos en las elecciones de 2018.
Evidentemente que
exigiremos del estado el cumplimiento de sus compromisos con el Acuerdo de Paz,
paz que es para los colombianos pobres, no solo para la FARC, no solo para los
oligarcas. Éstos son los máximos usufrutuarios de la Paz. Ahora podrán ir a sus
fincas con toda la tranquilidad que les ofrece la Paz.
Mas el pueblo siempre ha
sobrevivido con sus propios recursos. Siempre
ha sobrevivido con su fuerza de trabajo. Y en la Colombia campesina e
indígena tenemos el ejemplo más palpable. En la Colombia citadina el 60% de los
trabajadores viven en la informalidad, la economía del rebusque.
Por todo ello, ante la mezquindad de la politiquería
colombiana, no le pediremos peras al olmo, esgrimiremos como nuestro escudo la confianza en nuestras
propias fuerzas. Ellas serán las garantes de nuestro triunfo.
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