Hernando Vanegas Toloza,
Postales de Estocolmo.
En cada crisis cultural
debe producirse un cambio de paradigma. Es lo que estamos viviendo hoy día en
Colombia, así la ciega oligarquía no se haya dado cuenta o no quiera darse cuenta.
Las FARC-EP logró
imponer a la oligarquía –y al imperio, desde luego- su política de Paz y logró
la firma del Acuerdo Final de Paz del Teatro Colón de Bogotá. Eso solo es un triunfo
político.
Es un triunfo porque se
silenciaron los fusiles y se cesaron las muertes por cuenta del conflicto armado
y el Acuerdo Final establece los puntos por los cuales se compromete el Estado
a subsanar las causas del conflicto interno (Económicas, Políticas, Sociales,
Culturales, etc), triunfo que significa la derrota de los planes guerreristas
del imperio y una parte de la oligarquía colombiana.
Es un triunfo político ya
que permite –y permitirá- al pueblo ver realmente cuáles fueron las causas del conflict
interno, las cuales aún no han sido atacadas por la oligarquía en el poder,
toda vez que su interés –como siempre- no es solucionar los ingentes problemas
que sufren diariamente los colombianos.
Un solo ejemplo, son las
diarias denuncias de corrupción de los funcionarios y empresarios que tienen al
estado como la fuente de su enriquecimiento personal. Atacar la corrupción
sería nada más y nada menos que salvar 50 billones de pesos anuales de las
garras de las aves carroñeras de la corrupción, corrupción en la cual está
comprometida toda la “sociedad” –los ricos-, es decir, políticos y sus partidos
–todos, unos más que otros- que se asientan en el Congreso; jueces y
magistrados del poder judicial; militares; en fin, desde Bogotá hasta el más
modesto y pobre municipio, y los empresarios como quedó en evidencia con el
caso Odebrecht que ha comprometido hasta a Luis Carlos Sarmiento Angulo y su
Fiscal de bolsillo, Nestor Humberto Martínez, el cual no da abasto para tapar
tanta corrupción de sus patrones.
En este punto de quiebre
tenemos que adelantar el cambio de paradigma. No es solo atacar las causas del conflicto
interno –necesaria-, sino también atacar toda la estructura de poder –imprescindible-.
Para poder hacerlo es imprescindible
contar con un Partido que agrupe a todo el pueblo colombiano y sus diferentes
expresiones políticas, gremiales, sociales, etc.
Desde luego que ese
partido tiene que estar cohesionado a lo interno. El más importante logro de
las FARC-EP durante la guerra fue su cohesion interna, no solo entre los
miembros del Secretariado –que contaban con importantes figueras unificadoras
como Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Alfonso Cano-, sino entre el Secretariado
y la guerrillerada.
Al entrar a la fase de
Partido Político se hace imprescindible continuar contando con esa cohesion interna,
emanada de sus principios Marxistas-Leninistas, razón por la cual los medios
burgueses se desesperan dando “consejos” de abandonar el M-L para “estar a tono
con los tiempos modernos”.
Sería lamentable que lo
que no consiguió la oligarquía y el imperio con la utilización de millones de
dólares, la maquinaria más moderna de Guerra, 500.000 militares y policías, y
una diaria propaganda de guerra contra las FARC-EP; lo consiga ahora con divisiones
producidas por los cantos de sirena oligárquicos.
Sabemos que el
Secretariado es un bloque monolítico M-L, immune a los apetitos personalistas
que caracterizaron otras organizaciones, y su don de mando se traducirá en su
poder de convicción y persuasion en Nuevo Partido. Lógico que antes en la guerra
y ahora en la Paz hay diferentes visiones sobre el momento coyuntural y sobre
la forma de adelantar la acción política e, incluso, formas de trato
interpersonal, pero ello no es óbice para trabajar como venían haciéndolo hasta
ahora.
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