Tal como merece esta noticia asombrosa, hubo mucho escándalo por la captura del hasta hace unos días director Anticorrupción de la espectacular Fiscalía de Néstor Martínez Neira, convertido, hoy, en un extraditable más. El señor Gustavo Moreno fue pillado con las manos en la masa, es decir, con US$10.000 en billetes de la DEA, marcados por esa agencia, en Miami, con el fin de poder probar que con ellos se cometió un delito: lavado de activos. Esa suma era la cuota inicial del soborno que le pagaría la “joyita” Alejandro Lyons a Moreno, a cambio de que este le entregara información privilegiada sobre las investigaciones que pesan sobre él y, lo que resulta criminal, de revelarle la identidad de los testigos en su contra. El fugitivo exgobernador de Córdoba se voló para Estados Unidos cuando era inminente su detención por ser sospechoso de ordenar un asesinato y por haberse alzado con $44.000 millones de la salud departamental y unos $60.000 millones de regalías.
El exfuncionario fue nombrado en tan importante posición por el fiscal Martínez el 6 de octubre de 2016, hace apenas nueve meses. El inicio de sus actividades delictivas desde el búnker de la “justicia” no le tomó, pues, muchas semanas. Es más, debió hacerlo de inmediato, frotándose las manos por la suerte que tuvo. Al menos, los contactos con Lyons a través del cómplice de Moreno, el abogado Leonardo Pinilla, deberían venir de atrás: Pinilla era también el apoderado de uno de los secretarios de Lyons en su gobernación de los robos. Lyons, Pinilla y Moreno: una trilogía para estar tras las rejas. Pero, ¿cómo así? ¿El ratón cuidando el queso? En sana lógica, uno pensaría que ese cargo, el de director Anticorrupción de la Fiscalía del “jurista más importante de Colombia”, como denominan a Martínez Neira sus admiradores, el mismo que estaba destinado a ser la mano derecha del fiscal en el programa “bolsillos de cristal”, bandera de su administración, debería ser de su absoluta confianza. Y ¿entonces? ¿Qué pasó? El alboroto internacional que generó esa dolorosa información tiene sobrados motivos para sorprender al mundo, pero se ha quedado corto. O, para ser francos, los colombianos nos hemos quedado cortos en cuestionamientos y preguntas… y en el alcance de sus consecuencias. A ver: ¿el fiscal Martínez no tiene ninguna responsabilidad política sobre el desastre institucional que generó? ¿Nadie se la va a exigir? ¿No hay partidos, no hay cortes, no hay críticos ni líderes que le pidan una explicación? No creo que exista otro país en que el autor de un desacierto de esa magnitud pueda pasar de agache en medio del silencio sepulcral de la opinión pública.
A la pobre vicefiscal le ha tocado capotear el temporal mientras el jefe se recupera en una cómoda clínica de Bogotá, lejos de las cámaras y micrófonos que disfruta cada vez que se lo exige su ego. Ya es hora de que asuma, doctor Martínez, su descalabro político y ético, además de los otros que tiene pendientes. En los ámbitos frecuentados por los abogados litigantes, muchos se llevaron sus manos a la cabeza cuando supieron quién sería el zar anticorrupción. No me imagino que el único desinformado fuera, precisamente, Néstor Humberto Martínez. Y si lo era, también debe pagar por ello. Señor fiscal, le formulo estas preguntas mediante derecho de petición: ¿Es verdad que nombró a Gustavo Moreno zar anticorrupción por recomendación y presión de los expresidentes de la misma Corte Suprema que lo eligió a usted, Leonidas Bustos, Ruth Marina Díaz y Francisco Ricaurte, a quienes usted les está agradecido por los votos que le ayudaron a consolidar allí? ¿Es cierto que la presión vino solo, o también, de directivos de su partido, Cambio Radical, entre ellos el senador Germán Varón? ¿Es cierto o falso que en las fiscalías delegadas de mayor rango y sueldo en las provincias fueron nombrados recomendados de magistrados y de políticos de cada región? ¿Es cierto o falso que por lo menos ocho de sus fiscales delegados ante la Corte Suprema —sí, la misma que lo eligió— fueron magistrados auxiliares de sus votantes, los magistrados titulares? Gustavo Moreno, de oscuros procedimientos y de no menos oscuros clientes a los que salvó dudosamente con el falso cuento de los falsos testigos, no llegó por arte de magia a la Fiscalía: llegó con su ayuda y la de sus amigos políticos y togados. El clientelismo es corrupción. Responda por ello.
Publicar un comentario