JOAQUÍN ROBLES ZABALA | 2017/04/28 07:32
Mariana Pajón es, sin duda, el lado opuesto de Nairo Quintana. Cuando se le escucha decir en el publicitado audio que este debería dedicarse a pedalear, está poniendo de relieve la clase y los estratos sociales.
No es de todo cierto que el hábito hace al monje, pero sí nos dice mucho de su congregación. Tomarse una foto con John Jairo Velásquez, alias Popeye, no convierte a una persona en sicario, pero señala. ¿Qué? Una situación de admiración y afinidades. En la red circula aún un video donde una mujer, durante la “marcha anticorrupción” en Medellín, increpa con furia desbocada al exlugarteniente de Pablo Escobar. No tengo duda que la señora defiende las políticas del expresidente Uribe, pero estaba convencida de que ese enorme lunar caminando a su lado le restaba credibilidad al evento del cual ella hacía parte.
Ninguna acción humana está exenta de contenido, pues casi siempre señala algo. Ningún acto es independiente de nuestras creencias. Decir “soy neutral ante un hecho” es, por sí mismo, una posición axiológica, aunque no exista la neutralidad en este sentido. No hay voz decorativa en las acciones porque ninguna acción es fortuita. La cultura puede ser influida, metamorfoseada, pero muy difícilmente abandona sus cauces. De ahí que las acciones expresen siempre más que las palabras.
La reciente polémica creada alrededor de un audio que se viralizó en las redes y que da cuenta de una conversación particular de la dos veces medallista olímpica Mariana Pajón con su padre, en el que critica las palabras del actual campeón de la vuelta a España Nairo Quintana sobre sus diferencias con la Federación Colombiana de Ciclismo, no sólo nos da una idea de las pasiones desatadas por una afirmación sino que nos muestra que cuando se es una persona pública, o un ídolo del deporte, sus posiciones parecen adquirir mayor relevancia que la del resto de los mortales, o por lo menos llegan a un mayor número de personas.
Si el audio no se hace público, lo más seguro es que la conversación de Pajón sobre las declaraciones de Quintana no hubieran prosperado. Si el padre de Mariana no fuera miembro de la Fedeciclismo, sus palabras no hubieran producido los ácidos comentarios que produjeron. Si Mariana no fuera la mujer pública que es, seguramente esto hubiera pasado por ser solo un chisme. Pero no. Ella es una persona pública que sabe del alcance de sus afirmaciones. No tengo duda de que Pajón es una mujer inteligente y, por lo tanto, no dice lo que dice solo por decirlo, aunque Nairo haya asegurado que en las palabras de la campeona del bicicross “no hay mala intención”.
Sí hay una intención, sí hay de su parte unos intereses, pues defender las actuaciones de la Fedeciclismo es defender los intereses de su padre, o congraciarse con este. Decir otra cosa es contradictorio. Por lo tanto, no es fortuito que la campeona olímpica haya mandado a pedalear a Quintana, o que asegure que con sus declaraciones le hace un gran daño al ciclismo. Dudo mucho de que Quintana, un hijo de campesinos boyacenses, sea un tipo “petulante”. La humildad del campeón de ciclismo se puede rastrear en las palabras que utiliza, en sus gestos, en ese pasado de recolector de papas y hortalizas que lleva a cuestas de la misma forma que lleva hoy su “caballito de acero”.
Mariana es, sin duda, el lado opuesto de Nairo. Cuando se le escucha decir en el publicitado audio que Quintana debería dedicarse a pedalear, está poniendo de relieve la clase y los estratos sociales, esos estereotipos ya conocidos que el poder ha puesto a circular y que hablan del “nosotros” versus “ellos”. Nos está recordando que Nairo no sabe nada de administración ni de política, que él de lo único que sabe es pedalear. Por lo tanto sus opiniones deberían limitarse a eso.
No olvidemos que el lenguaje, en cualquiera de sus formas, puede servir mucho más para ocultar que para aclarar. Esto, por supuesto, nos remite al primer párrafo de este artículo, en el que aseguro que no siempre el hábito hace al monje, pero sí nos dice mucho de su congregación. Es decir, el lenguaje puede funcionar como un disfraz que nos permite utilizar esa bolsita de palabras y conceptos y acomodarlos a una interpretación. Tampoco olvidemos que todo lenguaje es ideológico. De manera que cuando defendemos una posición, cualquiera que sea esta, estamos dejando por fuera todas las demás. Ese mundo ideológico, sumergido de creencias y hábitos sociales, es el que nos lleva actuar y dejar sentada una posición. Es el mismo que nos permite tomarnos una fotografía al lado de alias Popeye, Pablo Escobar o cualquier otra figura.
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