Hechos aislados

Lo dijo el fiscal general de la Nación, Néstor Humberto Martínez.

Por: Nicolás Rodriguez - El Espectador

Lo tuvo que repetir después el viceministro de Defensa, Aníbal Fernández de Soto. Y más adelante, el ministro de Defensa salió a corroborarlo. Cada que un líder social dedicado a la defensa de los Derechos Humanos en Colombia es asesinado, la institucionalidad corre a afirmar, con la inspiradora puntualidad de un Estado eficiente, que no hay relaciones entre unos crímenes y otros.

A Emilsen Manyoma y su pareja, José Rivera Rodallega, los encontraron degollados en la vereda de El Limonar, en Buenaventura, cerca de la vía férrea. Manyoma era reconocida por sus actividades en defensa de la vida y su participación en la red Comunidades Construyendo Paz en los Territorios (Conpaz), que acaso sea de lo que se trata después de todo el posconflicto. La lideresa también trabajó en la defensa y el retorno de los desplazados, en el resguardo Guayacán y el Espacio Humanitario Puente Nayero, en el Valle del Cauca, según lo reconoció en un escueto comunicado el Ministerio de Cultura.

La teoría de los hechos aislados que le está aplicando el Gobierno sistemáticamente a los asesinatos de los líderes sociales y defensores de los derechos humanos no solo es tremendamente descarada e inoportuna. También marca una continuidad digna del conflicto y el lenguaje negacionista con el que fueron encubiertos, con acciones y omisiones, todos los asesinatos anteriores de líderes y defensores de derechos humanos.

La insistencia en la narrativa de los hechos aislados es una eficiente estrategia de gobierno y de construcción de Estado, que naturaliza y despolitiza la violencia, además de que se contradice con la apuesta institucional por la memoria histórica. Aún y si los victimarios fuesen completamente diferentes en cada caso individual, la comunidad moral a la que estos líderes pertenecen es una y cada vez más amplia. No hay nada aislado en sus historias. Por fortuna los anecdóticos son los gobernantes de turno.