Por Joaquín Robles Zabala*
Asegurar que la izquierda tiene al país jodido es como echarle la culpa a los pobres de su pobreza y pensar que un salario básico que no llega al millón de pesos es justo para los trabajadores colombianos.
Habría que empezar preguntándose cuántos gobiernos de izquierda ha tenido Colombia desde que se convirtió en República. Por qué si la izquierda es tan mala administradora, como nos han vendido los medios de comunicación y los políticos de turno, el país no progresa y las diferencias entre ricos y pobre se hacen cada día más grandes. Por qué nuestra educación es un desastre. Por qué un grupo de funcionarios del gobierno se roban 4.000 millones de dólares en la construcción de una refinería y no hay todavía un solo capturado.
De la misma manera cabría preguntarse por qué en los últimos 10 años más de 7.000 niños de La Guajira y otros tantos del Chocó han muerto por desnutrición. Por qué se han robado más de 23.000 millones de pesos del presupuesto de la Universidad de Cartagena en las dos últimas administraciones y no hay un solo preso por ese desfalco. Si la godarria que ha gobernado Colombia y administrado sus instituciones a lo largo de 200 años fuera tan buena como nos han metido en la cabeza, por qué el país no arranca y un caudillo perverso, descendientes de mafiosos, se opone a que termine una guerra de 52 años.
Lo que alcanzamos a ver a diario en las grandes y pequeñas capitales departamentales de Colombia es la desesperanza hecha materia. El fleteo disparado, agentes de la Policía convertidos en miembros de bandas criminales, niños pidiendo monedas en los semáforos sin posibilidad de ir a la escuela, gente pasando hambre y el ICETEX sacándole los ojos a quienes tuvieron “la fortuna” de que les aprobaran el sueño de un crédito que con los años se les convirtió en una horrenda pesadilla.
Pero aun así hay un ejército de compatriotas luchando porque todo siga igual, porque nada cambie, porque las desigualdades se profundicen con el paso del tiempo y los mismos de siempre sigan gobernado al país del Sagrado Corazón para que las seis o siete familias que administran el poder continúen explotando al 90% de los colombianos que no tiene nada.
Hay que recordarles a aquellos que solo ven RCN Noticias, NTN 24 y Caracol que la guerrillera no surgió porque unos pelaitos “light” no se les permitió salir de casa una noche, o porque papi no les compró el celular de moda, ni porque no les dieron permiso para sacar el carro. La guerrilla, no hay que olvidarlo, es el resultado de una profunda desigualdad social, de una crisis que tocó fondo, del abandono en el que el Estado ha tenido a extensas regiones del país [sin salud, sin educación, sin trabajo y, sobre todo, sin comida] mientras que los “mismos de siempre” llevaban a los paraísos fiscales del Caribe y Europa las grandes fortunas que con los años se convirtieron en grandes centros comerciales, en enormes haciendas para criar ganado, en extensísimos terrenos productores de alimentos para la exportación y el surtimiento de las grandes tiendas comerciales donde los pobres solo van a pasear.
Tampoco hay que olvidar que Colombia no ha sido gobernada por angelitos, a pesar de que Víctor Hugo afirmara en una oportunidad que la Constitución del 86 había sido escrita para un país de ángeles. Solo recordemos el legado funesto dejado por Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, dos personajes de la historia nacional que le hicieron más daño al país en dos décadas que la guerrilla de las Farc en cinco, y esto sin mencionar los 8 años aterradores de gobierno del “mejor presidente de Colombia”.
Los que miran hoy el levantamiento en armas de un grupo de campesinos que le bombardearon sus parcelas por solicitarle al Estado que no los dejara morir de hambre, son los mismos que miran con benevolencia al ejército de paramilitares que iba de pueblo en pueblo, de vereda en verada, de municipio en municipio asesinando a una enorme masa de campesinos que nada tenían que ver con la guerrilla, pero que igual les volaban la cabeza como escarmiento para los otros.
De manera que asegurar que la izquierda radical tiene al país jodido es como echarles la culpa a los pobres de su pobreza y pensar que un salario básico que no llega a un millón de pesos es justo para la gran mayoría del conjunto de trabajadores colombianos. Para los que tienen memoria a corto plazo, aquellos que solo ven por RCN Noticias los “sesudos análisis políticos” de Claudia Gurisatti y sus invitados especiales, habría que recordarles también que los derechos labores no fueron el resultado de la buena voluntad de un grupo de empresarios que se preocupaba por sus trabajadores, sino la lucha sangrienta por la reivindicación de esos derechos por un gran número de empleados explotados hasta el cansancio por sus empleadores.
Ningún derecho ganado hasta ahora que beneficie al trabajador ha sido obtenido gracias a la concesión de los dueños del poder, sino a la lucha sistemática de aquellos que, desde abajo, se han mantenido al frente, exponiendo su integridad física para que la justicia laboral sea resarcida y no regresen más las jornada laborales de 14 horas, ni se repita un hecho como la célebre Masacre de las Bananeras, ni las señoras que se emplean como domésticas en las casas de los señores sean tratadas como esclavas y la salud no se constituya solo en un derecho de papel.
Gracias a esa lucha casi olvidada para muchos, o desconocida para otros, hoy se firman contratos laborales. Hoy el trabajador tiene acceso a la salud, a vacaciones, a primas, a cesantías y, por supuesto, a una pensión cuando su vida laboral termina. Nada de lo anterior se alcanzó sin una lucha tajante de una izquierda desarmada que dejó en el piso su cuota de sangre. La conformación de sindicatos para que esos derechos fueran respetados costó numerosas vidas que en Colombia aún siguen cobrándose por la imperiosa necesidad de algunos poderosos de mantener el statu quo. De ahí la creación de la Ley 100 de 1993 que no solo privatizó la salud y buscó eliminar unos derechos laborales ganados a lo largo de medio siglo, sino que tuvo como objetivo beneficiar a los dueños de las mismas empresas que este fin de año lucharán al lado del gobierno para que el salario básico laboral no supere el 5%. Es decir, no alcance el millón de pesos, lo que en palabras castizas quiere decir que mientras los productos de la canasta familiar suben por el ascensor, las mamás van tras ellos por las escaleras.
De la misma manera cabría preguntarse por qué en los últimos 10 años más de 7.000 niños de La Guajira y otros tantos del Chocó han muerto por desnutrición. Por qué se han robado más de 23.000 millones de pesos del presupuesto de la Universidad de Cartagena en las dos últimas administraciones y no hay un solo preso por ese desfalco. Si la godarria que ha gobernado Colombia y administrado sus instituciones a lo largo de 200 años fuera tan buena como nos han metido en la cabeza, por qué el país no arranca y un caudillo perverso, descendientes de mafiosos, se opone a que termine una guerra de 52 años.
Lo que alcanzamos a ver a diario en las grandes y pequeñas capitales departamentales de Colombia es la desesperanza hecha materia. El fleteo disparado, agentes de la Policía convertidos en miembros de bandas criminales, niños pidiendo monedas en los semáforos sin posibilidad de ir a la escuela, gente pasando hambre y el ICETEX sacándole los ojos a quienes tuvieron “la fortuna” de que les aprobaran el sueño de un crédito que con los años se les convirtió en una horrenda pesadilla.
Pero aun así hay un ejército de compatriotas luchando porque todo siga igual, porque nada cambie, porque las desigualdades se profundicen con el paso del tiempo y los mismos de siempre sigan gobernado al país del Sagrado Corazón para que las seis o siete familias que administran el poder continúen explotando al 90% de los colombianos que no tiene nada.
Hay que recordarles a aquellos que solo ven RCN Noticias, NTN 24 y Caracol que la guerrillera no surgió porque unos pelaitos “light” no se les permitió salir de casa una noche, o porque papi no les compró el celular de moda, ni porque no les dieron permiso para sacar el carro. La guerrilla, no hay que olvidarlo, es el resultado de una profunda desigualdad social, de una crisis que tocó fondo, del abandono en el que el Estado ha tenido a extensas regiones del país [sin salud, sin educación, sin trabajo y, sobre todo, sin comida] mientras que los “mismos de siempre” llevaban a los paraísos fiscales del Caribe y Europa las grandes fortunas que con los años se convirtieron en grandes centros comerciales, en enormes haciendas para criar ganado, en extensísimos terrenos productores de alimentos para la exportación y el surtimiento de las grandes tiendas comerciales donde los pobres solo van a pasear.
Tampoco hay que olvidar que Colombia no ha sido gobernada por angelitos, a pesar de que Víctor Hugo afirmara en una oportunidad que la Constitución del 86 había sido escrita para un país de ángeles. Solo recordemos el legado funesto dejado por Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, dos personajes de la historia nacional que le hicieron más daño al país en dos décadas que la guerrilla de las Farc en cinco, y esto sin mencionar los 8 años aterradores de gobierno del “mejor presidente de Colombia”.
Los que miran hoy el levantamiento en armas de un grupo de campesinos que le bombardearon sus parcelas por solicitarle al Estado que no los dejara morir de hambre, son los mismos que miran con benevolencia al ejército de paramilitares que iba de pueblo en pueblo, de vereda en verada, de municipio en municipio asesinando a una enorme masa de campesinos que nada tenían que ver con la guerrilla, pero que igual les volaban la cabeza como escarmiento para los otros.
De manera que asegurar que la izquierda radical tiene al país jodido es como echarles la culpa a los pobres de su pobreza y pensar que un salario básico que no llega a un millón de pesos es justo para la gran mayoría del conjunto de trabajadores colombianos. Para los que tienen memoria a corto plazo, aquellos que solo ven por RCN Noticias los “sesudos análisis políticos” de Claudia Gurisatti y sus invitados especiales, habría que recordarles también que los derechos labores no fueron el resultado de la buena voluntad de un grupo de empresarios que se preocupaba por sus trabajadores, sino la lucha sangrienta por la reivindicación de esos derechos por un gran número de empleados explotados hasta el cansancio por sus empleadores.
Ningún derecho ganado hasta ahora que beneficie al trabajador ha sido obtenido gracias a la concesión de los dueños del poder, sino a la lucha sistemática de aquellos que, desde abajo, se han mantenido al frente, exponiendo su integridad física para que la justicia laboral sea resarcida y no regresen más las jornada laborales de 14 horas, ni se repita un hecho como la célebre Masacre de las Bananeras, ni las señoras que se emplean como domésticas en las casas de los señores sean tratadas como esclavas y la salud no se constituya solo en un derecho de papel.
Gracias a esa lucha casi olvidada para muchos, o desconocida para otros, hoy se firman contratos laborales. Hoy el trabajador tiene acceso a la salud, a vacaciones, a primas, a cesantías y, por supuesto, a una pensión cuando su vida laboral termina. Nada de lo anterior se alcanzó sin una lucha tajante de una izquierda desarmada que dejó en el piso su cuota de sangre. La conformación de sindicatos para que esos derechos fueran respetados costó numerosas vidas que en Colombia aún siguen cobrándose por la imperiosa necesidad de algunos poderosos de mantener el statu quo. De ahí la creación de la Ley 100 de 1993 que no solo privatizó la salud y buscó eliminar unos derechos laborales ganados a lo largo de medio siglo, sino que tuvo como objetivo beneficiar a los dueños de las mismas empresas que este fin de año lucharán al lado del gobierno para que el salario básico laboral no supere el 5%. Es decir, no alcance el millón de pesos, lo que en palabras castizas quiere decir que mientras los productos de la canasta familiar suben por el ascensor, las mamás van tras ellos por las escaleras.
*Twitter: @joaquinroblesza /E-mail: robleszabala@gmail.com /*Docente universitario
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