La firma definitiva del Acuerdo de la Esperanza marca el comienzo de una nueva era en Colombia. Además de formar una coalición inédita e impensable hace algunos años, marca una nueva forma de hacer política, la de la política sin armas, sin el asesinato del contradictor.
“Coletazo del Terrorismo de Estado: asesinatos líderes populares, amenaza a Piedad Córdoba ”
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Aún cuando todavía vemos los coletazos del Terrorismo de Estado adelantado por algunos militares, algunos politiqueros, algunos terratenientes-ganaderos, y todos los narco-paramilitares, no podemos paralizarnos por el Terrorismo ya que lo hemos superado y estamos reconstruyendo nuestro tejido social, roto a punta de bala y sangre inocente, pero la fuerza de la movilización popular producirá el freno de los asesinos del pueblo, los "enemigos de la Paz".
Resulta casi paradójico que los primeros beneficiarios sean los miembros del CaD de Uribhitler. Las FARC-EP han sido fieles a sus principios ético-politicos y no usó la eliminación física de los politiqueros como una forma de hacer política. No. Al contrario, si las FARC-EP hubieran respondido con la "ley del talión" al exterminio de la U.P. se hubieran degradado a sí mismas y hubieran llevado a Colombia a un baño de sangre de inauditas consecuencias y de no-retorno que hubiera impedido a futuro cualquier proceso de alcanzar la paz negociada.
Esta nueva era se materializará con la conformación de la Coalición FARC-Sectores de la Paz (incluyendo los que votaron en el plebiscito al Sí y al No y también a los abstencionistas). Esta coalición tendrá como objetivo la continuación de la Implementación del Acuerdo Definitivo, Acuerdo de la Esperanza, y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia.
Destaca el pluralismo de la nueva coalición y su principal característica ética, anti-corrupción, o sea, estará exento del apetito de desarrollar acciones de corrupción y todas las acciones se harán sobre la base de favorecer al colectivo. No habrá espacio a los personalismos, ni a la imposición de candidatos por el grueso de su fajo de billetes para comprar votos. No habrá espacio a la primacía de algunos colectivos por otros.
En la coalición, desde luego, jugará papel preponderante los miembros que se la han jugado por la paz desde el principio. La coalición desarrollará una forma de poder popular, sin que ello excluya a los partidos oligárquicos que quieran sumarse a ella, algunos de los cuales, respondiendo a las orientaciones del presidente Santos, han acompañado también el proceso de paz.
De ser así, la realidad nos mostraría en el escenario político dos fuerzas claramente definidas. Por un lado las fuerzas pro paz y por el otro, las fuerzas "enemigas de la Paz". Se escenificaría una lucha de contrarios que contaría en el lado pro-paz a obreros, campesinos, estudiantes, mujeres, viejos, cristianos, y a los partidos burgueses, o sea, el grueso de la sociedad colombiana enfrentando a los "enemigos de la Paz" que representaría a terratenientes, ganaderos, "empresarios del campo", narcotraficantes, narcoparamilitares, algunos militares y ex-militares.
Ello implicaría una explosión de participación política real, viva, que llevaría a los colombianos a manifestarse mediante todas las formas de lucha legales, dándole significado a la participación política del pueblo. Fuerza semejante acometería las transformaciones de todo el estado y la sociedad para adelantar la real y efectiva profundización de la Democracia y dichas transformaciones lanzarían a Colombia a superar los años de años sumidos en la barbarie de una guerra sin sentido y los colombianos viviríamos en un mundo mejor, en Paz con justicia social.
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