El Tiempo.
Cientos de personas se unieron en este lugar del centro de Bogotá para ver la ceremonia.
Por: JUAN CAMILO PEDRAZA |
10:57 p.m. | 24 de noviembre de 2016
“Para mí, estar aquí es un deber moral. Lo hago para observar los rostros de los jóvenes, porque he vivido el conflicto y tengo el sentimiento de que hay que sacar esto adelante por ellos. Lo único que espero es el silencio de las armas, por ahí empezamos a construir una nueva Colombia”.
Con esas palabras, sentado en las escaleras de la Catedral Primada de Bogotá, Guillermo Vargas, un matemático y profesor de 60 años, esperaba el inicio de la transmisión de la firma del nuevo acuerdo de paz en dos pantallas gigantes instaladas en la plaza de Bolívar.
“Yo esperaba un poco más de gente, porque esto es una fiesta”, lamentó Vargas al percatarse de que la gente ocupaba apenas la mitad de la plaza, contrario a lo sucedió el 26 de septiembre pasado, con el primer acuerdo.
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La plaza de Bolívar, a dos cuadras del Teatro Colón, donde se llevaba a cabo la ceremonia entre el Gobierno y las Farc, paradójicamente fue el epicentro de las más significativas movilizaciones a favor de la consecución del nuevo pacto firmado este jueves, tras el revés que tuvo el primero en el plebiscito.
Los denominados campistas por la paz, que estuvieron durmiendo en la plaza durante 47 noches luego de la consulta del 2 de octubre y con el objetivo de presionar un nuevo pacto, fueron los más animados al ver la firma en las pantallas. Cada una de las 18 letras del eslogan ‘campamento por la paz’ estaba pintada de amarillo, azul y rojo en las sombrillas blancas que agitaban.
Pasadas las nueve y media de la mañana, cuando la delegación de las Farc entró al Teatro Colón por la parte trasera, en un bus blanco escoltado, los campistas estaban repartiendo banderas blancas a los primeros que llegaban a la plaza.
Durante la firma del nuevo acuerdo de paz, que empezó a las 11:30, tambiénondearon banderas de la UP, el movimiento político que crearon las Farc tras el intento de paz a mediados de los 80 y que fue víctima de exterminio.
“Lo importante no es solo que se firme, sino que lo que dice el papel se lleve a cabo en las comunidades menos favorecidas que pusieron los muertos en este conflicto”, dijo Hernán Gutiérrez, uno de los 200 campistas presentes. Luego de ver la ceremonia, anunció que ese movimiento será veedor de lo pactado.
Lágrimas de alegría
Un par de mujeres, abrazadas, lloraron mientras escuchaban el himno. Los cientos de asistentes, con rostros de felicidad, pusieron su mano en el pecho y entonaron las letras con solemnidad y emoción. Segundos después, al momento de la firma, los asistentes aplaudieron con efusividad. Y tras el apretón de manos del presidente Juan Manuel Santos y ‘Timochenko’, jefe de las Farc, el coro del “sí se pudo” del teatro se replicó en la plaza.
Hubo risas discretas por la pronunciación del apellido del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, por parte de ‘Timochenko’. Asimismo, el jefe guerrillero desató aplausos cuando hizo referencia al aporte de las mujeres, de la comunidad LGBTI y a las manifestaciones en las plazas del país para impulsar el nuevo acuerdo.
“Ojalá sea la firma definitiva de verdad y que se empiece a implementar rápido el acuerdo, porque tenemos noticias de que la violencia en el territorio no para y eso preocupa a la comunidad internacional”, dijo Jover Verbeke, una mujer belga presente en la plaza y que trabaja en la cooperación internacional.
Clara Rojas, exsecuestrada por las Farc, a la salida del Teatro Colón, valoró la petición de perdón de la guerrilla y concluyó que “por fin terminamos un gran proceso”. Y añadió: “Estamos muy optimistas. El compromiso de la guerrilla ha sido importante y el discurso del Presidente nos está invitando a pensar en el futuro y en nuestros hijos. Como él lo dijo, démosle la oportunidad a la paz”.
Contratiempos
Tras bambalinas, el evento, como cualquiera, no estuvo exento de contratiempos. Faltando menos de 15 minutos para que comenzara el acto, el senador Iván Cepeda fue a buscar a un grupo de invitados que aún no tenían el aval para el ingreso. Lo mismo le pasó a Carlos Lozano, director del semanario Voz. “Me envían la invitación y no estoy en el registro”, dijo Lozano, contrariado. Al fin pudo ingresar.
Y al asesor jurídico de las negociaciones Álvaro Leyva también se le vio apresurado invitando a la gente a ingresar al recinto, en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, uno de los puntos de registro de los asistentes junto con los del Ministerio de Cultura y el propio teatro.
JUAN CAMILO PEDRAZA
Redacción Paz
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