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Todos queremos la paz, pero sólo a nuestra manera

Written By Unknown on martes, octubre 04, 2016 | martes, octubre 04, 2016

Los acuerdos, que no debieron haber ido a plebiscito, serán de nuevo sometidos al circo de las elecciones presidenciales.
Por: Santiago Villa - El Espectador.

Nunca estuve de acuerdo con que se hubieran refrendado los acuerdos mediante un plebiscito, y lo reiteré en varias columnas. Era un tema demasiado sensible para someter a la veleidad impredecible de un proceso electoral; de una votación que se convertía en un concurso de popularidad para las élites políticas.
El respaldo que Juan Manuel Santos necesitaba para implementar los acuerdos de La Habana fue su reelección presidencial. Fue irresponsable utilizar este plebiscito como una apuesta para  presionar a la oposición. Se pretendió arrojarla a la disyuntiva de apoyar el proceso o ser derrotada nuevamente en elecciones. Al final Santos, el Gran Tahúr, perdió la apuesta más importante de su vida, y por ello perdió también el país.
Pero es ocioso ya insistir, en retrospectiva, sobre la conveniencia de situaciones contrafactuales, y quizás despiadado responsabilizar del fracaso del proceso a Santos, que se lo jugó todo por su éxito. La situación urge una mirada prospectiva.¿Qué se viene ahora? ¿Cómo reaccionar? 
La respuesta está envuelta en una profunda incertidumbre.
Quienes votaron NO insisten en que desean la paz tanto como quienes votaron SÍ, pero que no son tan ingenuos, o no están dispuestos a aceptar un desarme bajo condiciones tan favorables para las Farc. Consideran que si bien las Farc se sentaron a la mesa para acordar una serie de puntos con el gobierno Santos, es necesario, al final del proceso, decirles que esos ya no valen y que tendrán que ceder más. Sus motivaciones, asumo, son en muchos casos altruistas, por difíciles que resulten de comprender.
Los optimistas señalan que mientras haya voluntad de paz, entre las partes es posible llegar a un acuerdo. Que si las Farc en realidad desean el fin del conflicto, volverán a negociar acuerdos hasta que haya una mayoría contundente de votantes que los apoyen, así no aclaren qué porcentaje sería ese (¿50,2%, 60%, 80%, 90%?).
En su opinión, si la interpreto bien, la solución está en volver a la mesa con la oposición, y en unos cuantos meses hacer unos ajustes de carpintería a los acuerdos de La Habana, para repetir  plebiscito el próximo año.
Esta apuesta de volver a la mesa, para exprimir una paz que nos guste más, no sólo es terriblemente arriesgada, sino que es ciega con respecto a las dificultades logísticas de la decisión, y a los intereses políticos que podrían dar al traste con la oportunidad de haber puesto fin a la guerrilla de las Farc.
Es arriesgada porque nada garantiza que las partes volverán a ponerse de acuerdo durante una renegociación. Se llegaron a estos acuerdos no porque los negociadores fueran incompetentes, impacientes o corruptos, sino porque era necesario martillar las posiciones hasta conciliarlas. Pretender ahora que el resultado del plebiscito será una herramienta para presionar términos menos favorables a las Farc amenaza, por obvias razones, con desestabilizar todo el proceso.
Las dificultades logísticas son las siguientes: tiene que crearse un nuevo equipo negociador en el que haya representación de la oposición, una dificultad casi insalvable por motivos que explicaré en breve. A causa de la vulnerabilidad de sus posiciones militares, y ante la posibilidad de una reanudación del conflicto, las tropas de las Farc buscarán replegarse y prepararse para la guerra.
Por último, está el obstáculo de un nuevo que podría ser o no exitoso. Si no es exitoso, ¿qué sucede? ¿Renegociamos términos incluso menos favorables para las Farc en los terceros acuerdos? ¿Cómo pueden las Farc confiar en la seriedad de negociación de su contraparte?
Esta incertidumbre y el limbo en torno a los acuerdos se producen en la antesala de las elecciones presidenciales del 2018. La gran tentación para la fuerza política victoriosa el 2 de octubre, el Centro Democrático, es aplazar la renegociación de los acuerdos hasta que la transición presidencial esté demasiado próxima para sellarlos en el gobierno Santos. Así, su renegociación será el caballo de batalla del candidato para el 2018. Si no hay acuerdo sellado con las Farc, y hay amenaza de guerra, el uribismo puede echar mano de su más importante capital político.
Y si la renegociación fracasa siempre se puede lanzar al dedo acusador hacia las Farc: "No tenían voluntad de paz. Menos mal seguimos teniendo a Uribe & Cia. para someterlos de una vez por todas".

Twitter: @santiagovillach
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