FRANCISCO GUTIÉRREZ SANÍN 2 JUN 2016 -
Varios columnistas usaron la liberación de Salud Hernández para golpear el proceso de paz.
Por: Francisco Gutiérrez Sanín
Palo porque bogas... El argumento subyacente era simple: el mal ejemplo dado por las conversaciones en La Habana cunde. Si se le dice al país que alguien puede secuestrar y disparar y salirse con la suya, ¿no es eso motivo para que mucha gente aproveche la oportunidad? Eso fue lo que dijeron María Isabel Rueda, y otros más. Es el argumento estándar del Centro Democrático. Luis Carlos Vélez, en este diario, agregó que el secuestro de Hernández era un golpe a la legitimidad del proceso con las Farc, sin darse cuenta aparentemente de que quien la tenía era otro grupo.
El argumento podría tener resonancia porque suena bien. ¿Pero casa con los hechos? Revisemos las evidencias. Primero: el secuestro, así como otros delitos, ha caído sustancialmente desde que las Farc declararon el cese al fuego unilateral (ver al respecto los cuidadosos informes del CERAC). Segundo: el Eln se apresuró a liberar a la periodista. Rueda, que se desgarra las vestiduras por la “ineficiencia” del Ministerio de Defensa por los seis días que estuvo Salud en el monte, al parecer no recuerda que los secuestros podían durar años, lustros, hasta décadas. Tercero: hubo una amplia movilización política y de opinión a favor de Salud Hernández, que incluyó a muchos sectores, y que dificultó al máximo mantenerla privada de la libertad. Todo el mundo repudió el hecho. Uno de los efectos de esta movilización podría haber sido el aumento del apoyo de los colombianos al proceso de paz con las Farc, un aumento en todos los frentes como lo reveló la última encuesta de Datexco que regularmente transmite La W.
En síntesis: el proceso de paz en curso ha deslegitimado radicalmente el secuestro. El grupo guerrillero más grande del país ya no está secuestrando. El Eln no tuvo las condiciones para quedarse con Salud más de una semana. El hecho de que el grupo que aún no ha entrado en un proceso protagonizara este episodio ha revelado las grandes ventajas para el país de que el otro grupo sí estuviera ya en una negociación muy adelantada. Y, más importante que todo: el lance demostró que las cosas se solucionan más rápido y mucho mejor a través de la política (en este caso, una gran presión de la opinión) que matando, bombardeando y destruyendo. Sí, sí, a veces esta última opción no debe ser descartada, lo cual es una de las duras realidades de la vida: pero no es la única, ni debe ser la primera. ¿Es tan difícil meterse esta simple idea en la cabeza? ¿De verdad es más divertido el juego de ver más colombianos destripados y rotos, todos los días, porque ese es el método que gusta por estos lares aunque durante cinco décadas o más haya demostrado sistemáticamente su brutalidad e ineficiencia?
No es solamente en el frente antipaz que se respeta poco a los hechos. La respuesta del Gobierno a la movilización campesina en curso es bastante confusa y desmemoriada. Cierto: del alineamiento total de las políticas agrarias con los despojadores, que se vivió en el gobierno de Uribe, a hoy hay un buen trecho. A la vez, el carácter errático de la agenda gubernamental para el campo, lleno de exclusiones, iniciativas cuestionables o malsanas, incumplimientos e iniciativas participativas sin seguimiento alguno (¿alguien se acuerda del flamante pacto agrario?), y la incapacidad de construir junto con las organizaciones sociales una iniciativa redistributiva seria y real, ofrecen muchos motivos reales para la movilización. Esta cuenta con amplia simpatía entre la opinión; las organizaciones sociales deben preservarla a toda costa. El Gobierno está frente a la alternativa de dirigirse a un suicidio político, o de contribuir a perfilar una agenda consistente que pueda ser acompañada por los campesinos colombianos.
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