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Guerrilleros víctimas del conflicto social y armado (II)

Written By Unknown on domingo, agosto 24, 2014 | domingo, agosto 24, 2014


– 24/08/2014Posted in: Artículos y Opiniónresistencia
Por Equipo de Redacción Resistencia 

Cristian
Cristian y su familia vivían en la vereda Costa Rica ubicada en el municipio de San Juan de Arama del departamento del Meta. Allí paso él su infancia hasta los 12 años.
En 1990, su padre y su tío se desplazaban en moto de la cabecera municipal de San Juan de Arama hacia la vivienda rural en la vereda Costa Rica, cuando fueron interceptados por 8 integrantes de la Policía Nacional que en ese momento vestían prendas civiles. Los miembros de la fuerza pública robaron al tío y al padre de Cristian el dinero producto de la venta de varias cargas de maíz, y posteriormente los acribillaron a tiros, propinándoles 12 y 10 tiros respectivamente. En medio de los tragos, los policías comentaron el crimen en el prostíbulo al que fueron a gastar el dinero producto del robo. De esta manera la población, y posteriormente la familia de Cristian, pudieron constatar los autores y el móvil del asesinato.
Días más tarde la familia de Cristian se dirigió a la estación de policía de San Juan de Arama a efectuar la correspondiente denuncia de los hechos; pero la respuesta del mando de la Estación fue una airada y grotesca amenaza, que en palabras de Cristian fue: “más bien lo que pueden hacer es coger sus maleticas y sus cuatro chinos e irse de por acá, porque si los pillamos que siguen en la región los matamos a todos”.
A causa de semejante amenaza, y sin lugar a dudas de que sería cumplida por los integrantes de la fuerza pública, Cristian y su familia se vieron forzados a desplazarse de la región; abandonaron la finca y los bienes familiares para resguardar la vida y se fueron rumbo Villavicencio, capital del Meta. Allí Cristian, que era el mayor de los cuatro hermanos, y su mamá, tuvieron que afrontar la difícil situación económica, al tiempo que sufrían la pérdida de sus seres queridos. Pérdida que por demás habría de quedar en la impunidad, ya que hasta el día de hoy no se ha hecho justicia, y por temor a nuevas amenazas y represalias la familia nunca intentó entablar la correspondiente denuncia por crimen de Estado a manos de los miembros de la Policía Nacional.
Ocho años más tarde, cuando Cristian contaba con 20 años de edad, ingresa a las FARC-EP junto con un primo suyo. Allí comenzarían nuevos episodios de violencia y crímenes en contra de sus familias.
En el año de 2001, la tía Judith y la prima de Cristian viajaban en un bus que se dirigía de Acacias hacia San Martin (Meta), cuando cayeron víctimas de un retén instalado por el grupo paramilitar “Los Centauros”, que con lista en mano las bajaron del bus, las hostigaron y las acusaron de ser colaboradoras de la guerrilla. Posteriormente fueron torturadas, les cortaron los senos y luego fueron ultimadas a disparos. Los cuerpos fueron hallados en el basurero de Acacías, y cuando sus familiares fueron a recoger los cuerpos sin vida a la morgue de dicho municipio, fueron entregados luego de varios problemas y no sin antes acusar a toda la familia de ser colaboradora de la insurgencia. Las familias nuevamente fueron amenazadas y puestas en alerta para no realizar denuncia alguna de los crímenes, a cambio de respetar sus vidas y su integridad personal.
Recientemente, en el año 2013, cuando Cristian ya era parte integrante de las FARC-EP, fue contactado por unidades de inteligencia del Ejército colombiano, con el objetivo de inducirlo a asesinar y entregar a decenas de sus compañeros combatientes. El Estado, por medio de guerra sucia, lo amenazó con asesinar y poner en riesgo la vida de sus familiares más cercanos. Su madre y sus hermanos, por su parte, también fueron contactados para convencer a Cristian de realizar la traidora acción en contra de la organización, que consistía en introducir un microchip al campamento del comandante del Frente. Cristian no cedió ante las fuertes presiones. El mes de agosto de ese mismo año fue la última comunicación de Cristian con su mamá. Hasta entonces el Ejército seguía instigando a su familia vía telefónica. Al día de hoy no se sabe nada acerca de la suerte que han corrido sus seres queridos.
Montañas de Colombia, agosto 24 de 2014.
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