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Colombia: Falsa Democracia

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Falsa democracia

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[Colombia] Falsa democracia II: la democracia burguesa

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo. En el artículo de ayer abordamos, someramente, la historia de la democracia burguesa ...

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[Siria] Secretos, mentiras y confusión estadounidenses en el norte de Siria

Los sucesivos anuncios de los militares estadounidenses y posteriores desmentidos de la administración Trump sobre lo que sucede en el norte de Siria en el plano militar revelan un importante secreto. Paradójicamente, Turquía viene en ayuda de Estados Unidos para reparar “el error” de la oficialidad superior estadounidense.
 | DAMASCO (SIRIA)  
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Brett McGurk
El secretario de Estado Rex Tillerson desmintió, el 17 de enero de 2018, las declaraciones formuladas el 23 de diciembre por el jefe del CentCom –general Joseph Votel– y las que había hecho el 13 de enero el coronel Thomas Veale, vocero de la coalición estadounidense de lucha contra el Emirato Islámico (Daesh).
El desmentido de Tillerson sembró la confusión pero no satisfizo a Turquía, que, luego de advertir el 10 de enero al encargado de negocios estadounidense en Ankara, Philip Kosnett, y preparar una operación militar contra Afrin y Manbij, en suelo sirio, efectivamente inició dicha operación el 20 de enero.
Al contrario de las declaraciones de unos y otros, la decisión de Estados Unidos no era crear un Estado soberano independiente en el norte de Siria –eso es lo que proyecta Francia– sino establecer allí un Estado no reconocido, como Puntlandia, en Somalia, o el Kurdistán iraquí. Este último, por ejemplo, actúa de manera absolutamente independiente y, a pesar de lo estipulado en la Constitución iraquí, no obedece las órdenes del gobierno central de Irak, país del que aún es parte en el plano legal.
La Syrian Border Security Force, o “Fuerza de Seguridad de la Frontera Siria”, cuya formación habían anunciado los militares estadounidenses, iba a componerse oficialmente de 30 000 hombres, provenientes en un 50% de las “Fuerzas Democráticas Sirias” (FDS). Esos hombres iban a recibir una formación de 3 semanas para aprender técnicas de interrogatorio y el uso de equipos de escaneo biométrico. Al menos 230 elementos ya recibieron esos cursos.
En la práctica, la otra mitad de los 30 000 miembros de la nueva fuerza iban a ser 15 000 ex yihadistas provenientes de las filas de Daesh, una manera discreta de “reciclarlos”.
El representante especial del presidente Trump ante la coalición anti-Daesh, Brett McGurk, nombrado bajo la administración Obama, es el jurista que participó –junto a John Negroponte y el coronel James Steele– en la creación del Emirato Islámico en Irak, en 2006. Junto al coronel James Coffman, Brett McGurk, tenía entonces la responsabilidad de rendir cuentas sobre esa operación secreta al presidente George Bush hijo. El objetivo era debilitar el movimiento iraquí de resistencia contra las tropas ocupantes sembrando la división entre chiitas y sunnitas para llevarlos a luchar entre sí, provocando así artificialmente una guerra civil entre iraquíes.
Luego de una estancia en Harvard, Brett McGurk reapareció nuevamente en el Departamento de Estado, trabajando junto al secretario John Kerry. Participó en el proceso que convirtió el “Emirato Islámico en Irak” en el actual Daesh y fue coorganizador de la reunión realizada el 27 de mayo de 2014, en Amman, donde se preparó la invasión yihadista contra Irak. También reorganizó Irak y posteriormente formó la coalición internacional a cargo de la lucha… contra Daesh.
Como buen alumno, McGurk aceptó seguir trabajando bajo la administración Trump para acabar con la organización que él mismo había creado y ahora trata de reciclar algunos de sus combatientes.
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Hace sólo unos meses, el 18 de agosto de 2017, Brett MCGurk recibía amigablemente a varios líderes de Daesh. Oficialmente, Estados Unidos se preparaba para acabar con esa organización yihadista.
El proyecto de creación de una fuerza de seguridad de la frontera siria dice mucho sobre la sinceridad de los milicianos de las YPG kurdas, que profesan el amable anarquismo de Murray Boochkin pero no tienen ningún escrúpulo en integrarse a una fuerza junto a los asesinos de Daesh, bajo las órdenes de Estados Unidos.
Contrariamente a las apariencias, el ataque turco en Afrin, y la probable extensión de esa operación a Mambij, fue aprobada, los días 18 y 19 de enero, por el estado mayor ruso, puesto al tanto de antemano por el número 2 del régimen turco y jefe de sus servicios secretos (MIT) Hakan Fidan, quien viajó especialmente a Moscú con ese objetivo. La operación fue incluso facilitada por la inmediata retirada de las fuerzas rusas que se hallaban en la zona de operaciones.
Idénticamente, Turquía informó por escrito a Siria del inicio de la operación, aunque Damasco afirma no haber recibido tal comunicación.
El presidente sirio Bachar al-Assad, que no puede meter a su país en un enfrentamiento con Estados Unidos para poner fin al reciclaje de los yihadistas, simplemente permite que Turquía –país miembro de la OTAN– se encargue de hacerlo.
El presidente Donald Trump no había sido informado del plan Votel-McGurk. El secretario de Defensa, James Mattis, confirmó a sus hombres las instrucciones de la Casa Blanca contra los yihadistas. Pero Votel y McGurk aún siguen en sus cargos.

[Medio Oriente] Resúmen Red Voltaire

La estrategia militar de la nueva Turquía

El ejército turco ha concebido una estrategia militar similar a las muñecas rusas. Las operaciones militares que acaba de iniciar tienen como objetivo oficial luchar contra los yihadistas. Pero su verdadero fin es impedir la creación de nuevos Estados: Rojava y el Kurdistán. Tras esas operaciones se esconde la posible realización del Juramento Nacional de 1920 –la conquista del noreste de Grecia, de todo Chipre, del norte de Siria y del norte de Irak– en aplicación del irredentismo públicamente reivindicado por el presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
 | DAMASCO (SIRIA)  
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Rompiendo con la doctrina Davutoglu de “cero problema con los vecinos”, ya abandonada de hecho –lo cual lo llevó a revocar a Davutoglu como primer ministro–, el presidente Erdogan definió los nuevos objetivos de su país en un discurso pronunciado, el 15 de octubre de 2016, en la universidad que lleva su nombre.

La operación del 8 de octubre de 2017

Como resultado de un acuerdo entre Rusia y Turquía, concluido durante las últimas negociones de Astaná, el ejército turco penetró en la gobernación de Idlib, violando la soberanía de Siria, para combatir allí a los yihadistas.
El ejército turco estima que hay diferencias entre:
- los sirios turcomanos que Turquía reagrupó bajo la bandera del antiguo Ejército Sirio Libre, a los que ahora pretende utilizar como fuerza de apoyo en la región,
- los yihadistas que aceptan continuar su lucha en el sudeste asiático y tendrían que ser trasladados a esa parte del mundo por los servicios secretos turcos (MIT),
- todas las demás fuerzas, que tendrían que ser eliminadas.
El ejército turco ya ocupa, por otra parte, la localidad siria de al-Bab, también en flagrante violación de la soberanía siria.
La presencia turca en Idlib bloquea el acceso de Rojava al Mediterráneo. Su presencia en al-Bab le posibilita partir rápidamente Rojava en dos y aplastar ese seudo Estado kurdo.

La operación conjunta del 12 de octubre de 2017

Turquía, Irán e Irak han acordado ahogar la pretensión de independencia del seudo Kurdistán. El clan Barzani e Israel han ido ganando terreno gracias a los conflictos y la guerra. En 15 años, el territorio que los Barzani e Israel administran bajo la denominación de «Kurdistán iraquí», quintuplicó su extensión en detrimento de las poblaciones autóctonas, árabes y cristianas. El 25 de septiembre de 2017, el clan Barzani e Israel organizaron un referéndum de independencia. Como resultado de un escrutinio ampliamente “arreglado”, sobre todo en las zonas cristianas, el “sí” se impuso con el 92% de los votos. En medio de una fiesta popular, la familia Barzani, agitando banderas kurdas e israelíes, anunció que el proceso hacia la independencia era irreversible. La revista Kurds-Israel reveló que Tel Aviv y el clan Barzani, que gobierna en Erbil, pactaron el traslado de 200 000 ciudadanos israelíes al «Kurdistán» en cuanto se proclame la independencia. El ejército israelí pretende instalar rápidamente allí misiles que amenazarían simultáneamente Siria e Irán.
El oleoducto que conecta el seudo Kurdistán con el puerto turco de Ceyhan será cerrado por el operador estatal turco BOTAS, propietario del mismo, lo cual cortará los ingresos que los Barzani obtienen del petróleo. La compañía francesa Total es actualmente el principal socio del clan Barzani en la explotación del petróleo kurdo, que se vende en la Unión Europea, Ucrania e Israel, cubriendo casi todo el consumo de esos 3 clientes.
Turquía e Irán cerrarán sus cielos al tráfico aéreo desde y hacia el seudo Kurdistán. Debido a la guerra, el espacio aéreo sirio no es utilizable para la mayoría de los vuelos civiles. Los vuelos desde y hacia Erbil, capital del Kurdistán iraquí, tendrán que pasar obligatoriamente por… Bagdad.
Todos los puestos fronterizos entre Turquía e Irán, por un lado, y el seudo-Kurdistán del otro se cerrarán, cortando así los ingresos aduanales del posible nuevo Estado. Para mantener los intercambios comerciales entre Turquía e Irak, se abrirá una nueva vía a lo largo de la frontera de Irak con Siria, lo cual permitirá conectar Ankara con Bagdad. El ejército iraquí desplegará 13 000 hombres para garantizar la seguridad de esa ruta, a lo largo de la cual se iniciará de inmediato la construcción de un nuevo oleoducto.
Esa ruta cortará la comunicación entre el seudo Kurdistán y Rojava.
El ejército turco ya ocupa Bachiqa, en el seudo Kurdistán, desde 2015, en violación de la soberanía de Irak.
A la familia Barzani se le enviará un ultimátum intimándola a renunciar a la independencia, el 1º de noviembre a más tardar. En caso de respuesta negativa, el ejército turco ya está preparándose para entrar en guerra contra el seudo Kurdistán. Las tropas turcas atraparían Erbil en una tenaza, simultáneamente desde la frontera turca y desde la nueva ruta protegida por el ejército iraquí.
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En 1920, el fundador de la República de Turquía, Mustafá Kemal Ataturk, redacta el Juramento Nacional con el que se opone a los vencedores de la Primera Guerra Mundial y reivindica la anexión de nuevos territorios poblados por mayorías o minorías musulmanas.

Los objetivos de la Nueva Turquía

Tres meses después del intento de asesinato y el fallido golpe de Estado de julio de 2016, el presidente Recep Tayyip Erdogan pronunciaba un discurso en la inauguración de la universidad que lleva su nombre (RTEU).
Erdogan hacía en ese discurso un esbozo de las ambiciones de la República de Turquía, desde su creación, y de las ambiciones de su nuevo régimen. Haciendo explícitamente referencia al «Juramento Nacional» (Misak-i Milli) que el Parlamento Otomano aprobó el 12 de febrero de 1920, Erdogan justificaba su irredentismo. Ese juramento, que marca el paso del Imperio Otomano a la República Turca, reclama los territorios del noreste de Grecia (Tracia occidental y el archipiélago del Dodecaneso), todo Chipre, el norte de Siria (incluyendo Idlib, Alepo y Hassakeh) y el norte de Irak (incluyendo Mosul).
Lo único que Francia concedió a Turquía, en 1939, fue Hatay (Siria). París quería con ello que Ankara le quitara de encima el problema de los cristianos ortodoxos, cuyo patriarcado tiene su sede en Antioquía.
Después de haber enumerado uno a uno todos esos territorios, el presidente Erdogan también los reivindicó [1].
El presidente turco Recep Tayyip Erdogan es el único jefe de Estado de un país desarrollado que cuestiona el orden internacional y que reclama públicamente nuevos territorios, incluso por la fuerza.
[1] “’We Are Present in the History of Mosul”, Presidency of the Republic of Turkey, 15 de octubre de 2016.

Las cosas se complican para el Kurdistán iraquí

Savvas Kalederides estima que Turquía está reaccionando ante los cambios que pudieran producirse en su frontera, y posteriormente en su propio suelo. La evolución del tema kurdo la empuja a alejarse de los occidentales y acercarse a Rusia.
 | ATENAS (GRECIA)  
Ya lo hemos escrito y repetido varias veces, incluso antes de que todos lo supieran, todo va a cambiar en el Medio Oriente, sobre todo en Mesopotamia, desde la correlación de fuerzas hasta las fronteras de los Estados.
Estamos a punto de ver como se modifican las fronteras de Irak y de que Siria se convierta en un Estado federal.
Los actores determinantes en el terreno y en el trasfondo diplomático de ese proceso, que determinará el futuro de la región quizás por varios siglos, son Estados Unidos y Rusia, mientras que el elemento que cada cual trata de explotar a su favor, para garantizar sus propios intereses estratégicos, es el tema kurdo.
Además, Israel, que debería desempeñar un papel importante –principalmente por debajo de la mesa–, según los cálculos de diplomáticos turcos y árabes, así como de otros países, está tratando de fragmentar los grandes Estados de la región y de crear Estados pequeños «fáciles de manejar», para controlar los recursos energéticos y acuíferos y garantizar al mismo tiempo la viabilidad y la seguridad de su propio Estado.
A lo largo de ese proceso, Turquía, consciente de ser ella misma el tercer país candidato a la federalización –en el mejor de los casos porque el peor implicaría el desmantelamiento e incluso el control de Constantinopla, Esmirna, Mersin y otras ciudades por parte de los kurdos que viven en ellas–, trata de hacerse de nuevas bases geopolíticas y cambiar el curso de los acontecimientos, para evitar lo peor o al menos reducir la envergadura de las consecuencias…
En el marco de esos intentos, Turquía, el mismo Estado que, sin dignarse a contar con el gobierno central de Irak, en Bagdad, firmaba contratos directamente con el gobierno regional kurdo iraquí de Erbil para exportar el petróleo kurdo a través del oleoducto Kirkuk-Ceyhan; la misma Turquía que como ningún otro país, tanto hizo por la administración autónoma del Kurdistán iraquí y apuntaló a Barzani a tal extremo que este último está exigiendo ahora la independencia; esa misma Turquía ahora cambia radicalmente de estrategia y se vuelve hacia Rusia.
Ese es el otro gran cambio que está teniendo lugar después de la modificación, que ya venía preparándose, de las fronteras en los países de la región.
Con la firma en 1926 del Tratado de Ankara con Inglaterra, en el que Mustafá Kemal abandonó todas sus pretensiones sobre Kirkuk y Mosul y aceptó la actual frontera con Irak –frontera que ahora hereda el Kurdistán independentista–, Turquía se vio bajo influencia británica. De hecho, las… las malas lenguas dicen que Kemal estuvo desde el principio al servicio de los ingleses, mientras que el propio Erdogan, en el marco de su retórica de oposición al Tratado de Lausana, dio a entender recientemente que quienes lo firmaron aceptaron –con tal de contentar a los occidentales– una cláusula secreta de desislamización de la nueva Turquía, que dio lugar a secularización, así como a la abolición del califato y de la escritura otomana.
Desde su creación, Turquía ha sido un pilar fundamental de la política occidental en contra de la amenaza rusa, papel que se acentuó con su entrada en la OTAN, en 1952.
Ahora, por tanto, Turquía no sólo modifica radicalmente su propia política hacia su aliado de ayer, Barzani, sino también su opción estratégica primordial de mantenerse geopolíticamente del lado de Occidente.
Todo puede haber comenzado con amenazas y chantajes hacia Estados Unidos y la OTAN para evitar el trago amargo del «tema kurdo». Pero ahora, viendo que el chantaje no funciona, Turquía ha comenzado, con pequeños pasos concretos, a alejarse de la OTAN y está acercándose a Rusia.
La hipótesis y la perspectiva de la compra de los sistemas rusos de misiles antiaéreos S-400, así como el programa de desarrollo autónomo de la industria turca de defensa, son problemas extremadamente serios que seguramente preocupan a Occidente, la OTAN, Washington y Atenas.
Si todo lo que aquí mencionamos se hiciese realidad, los estrategas de Atenas tendrán que darse cuenta de que cada paso de Ankara hacia Moscú acentúa de forma exponencial la importancia estratégica de Grecia.
Así que, ¡afilen sus lápices de nuevo!

Instalación del Turk Stream

  
El presidente ruso Vladimir Putin inauguró, el 23 de junio de 2017, los trabajos de instalación del tramo del gasoducto Turk Stream en aguas profundas.
La instalación de este gasoducto se decidió en Turquía, el 1º de diciembre de 2014, durante una visita del presidente Putin, pero los trabajos se vieron interrumpidos en agosto de 2015 –oficialmente por cuestiones de tarifas, aunque en realidad fue por problemas vinculados al conflicto en Siria.
La instalación de Turk Stream permitirá aprovisionar a Turquía con gas ruso pero también facilitará el tránsito del gas ruso hacia los países de la Unión Europea, reemplazando así el proyecto South Stream, bloqueado por Bruselas.
Con un costo estimado en 6 000 millones de dólares, el proyecto Turk Stream prevé la instalación de 2 conductos, cada uno con capacidad para transportar 15 750 millones de metros cúbicos de gas al año. La instalación del primero debería terminar en 2018 y el segundo estaría listo a finales de 2019.
Como resaltó el propio presidente Putin, es muy excepcional que proyectos de esta gran envergadura se concreten tan rápidamente, lo cual sólo ha sido posible debido al interés personal del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien espera librarse así del tutelaje económico que Estados Unidos ejerce sobre Turquía.

El nuevo jefe de la CIA de visita en Turquía

  
El flamante nuevo director de la CIA, Mike Pompeo, llegó de visita a Ankara, donde fue recibido en el aeropuerto de Esenboga por varios funcionarios de la embajada de Estados Unidos y se reunió con su homólogo –el jefe del MIT Hakan Fidan– y con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
Turquía esperaba obtener el fin del respaldo estadounidense a los kurdos de Siria y quizás una ayuda de Washington para luchar contra ellos, así como la extradición del predicador turco Fehtullah Gulen, residente en Estados Unidos.
Por su parte, Estados Unidos pretendía definir las condiciones de la lucha, no sólo contra el Emirato Islámico (Daesh) sino contra todos los islamistas, incluyendo la matriz de estos, que es la Hermandad Musulmana. La Casa Blanca se dispone actualmente a incluir esa cofradía en la lista estadounidense de organizaciones terroristas.
El viaje del nuevo director de la CIA a Turquía se decidió el día anterior a su llegada, durante una conversación telefónica entre los presidentes Trump y Erdogan.

¿Puede Turquía ponerse del lado de Rusia?


Aunque Rusia tiene históricamente un pasado difícil en su relación con Turquía, y a pesar de que no olvida el papel que el actual presidente Erdogan desempeñó contra ella en la primera guerra de Chechenia, una posible salida de Ankara de la OTAN resulta muy interesante para Moscú. En el bando contrario, el Estado profundo estadounidense, que mantiene su ambición imperial a pesar de la elección de Donald Trump, está dispuesto a todo para mantener a Turquía en la alianza atlántica.
 | DAMASCO (SIRIA)  
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Lo que John Kerry hace de día, Victoria Nuland lo deshace de noche.
Para garantizar su supervivencia personal, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha desatado una gran purga contra todos los elementos pro-estadounidenses de Turquía, purga que se suma a la lucha que ya había emprendido contra Siria, contra el PKK [1] y, ahora, contra los mercenarios de Daesh, anteriormente bajo sus órdenes.
La destrucción de la influencia de Estados Unidos en Turquía se inició primeramente con la erradicación del movimiento Hizmet de Fethullah Gulen, el predicador islamista que trabaja para la CIA desde su exilio estadounidense en Pensilvania. Y ahora prosigue con la destitución –y frecuente arresto– no sólo de todos los militares turcos vinculados a Estados Unidos, sino de los militares laicos en general. ¡La prudencia nunca está de más!
El resultado es que 450 de los 600 oficiales superiores turcos destacados en la OTAN recibieron desde Ankara órdenes de regresar a Turquía. Más de 100 de esos militares han preferido solicitar asilo político en Bélgica, país sede de la OTAN.
La primera consecuencia de esa purga anti-laica es que el ejército turco queda decapitado por un largo periodo. En 5 meses, un 44% de los generales turcos han sido separados de sus cargos. Pero anteriormente, el 70% de los oficiales superiores ya fueron destituidos, arrestados y encarcelados en el marco del escándalo Ergenekon. Sin oficiales superiores capaces de garantizar su dirección, la operación turca «Escudo del Éufrates» se ha estancado.
Eso implica que Erdogan se ve obligado a revisar sus ambiciones militares para los próximos años, renunciando incluso a buena parte de ellas, ya sea en Siria, en Irak o en Chipre –3 países donde actualmente ocupa territorios. Eso lo llevó a abandonar el este de Alepo, en Siria, aunque no Idlib, y ahora se dispone a retirar sus tropas de Bachiqa, en Irak.
Desde la perspectiva de Washington, la posibilidad de que Turquía salga de la OTAN, o al menos del Mando Integrado de la alianza atlántica, ya provoca sudores fríos a la facción imperialista del poder estadounidense. En cantidad de efectivos, el ejército turco es el segundo más grande de la OTAN, después del ejército de Estados Unidos.
Sin embargo, también en Washington, la eventual salida turca de la alianza atlántica suscita más bien alivio entre los miembros de la facción del presidente electo Donald Trump, quien estima que Turquía es un país a la deriva.
De ahí el forcejeo de los neoconservadores por traer a Turquía de regreso en el «sentido de la Historia», léase el del «Nuevo Siglo Americano». Para lograrlo, Victoria Nuland, secretaria de Estado adjunta, está tratando de ofrecer Chipre al presidente Erdogan, un proyecto que la propia señora Nuland concibió después de las elecciones de 2015, cuando el presidente Barack Obama ordenó la eliminación del presidente turco.
Chantajeando al presidente chipriota Nikos Anastasiadis, la señora Nuland lo “incitó” a aceptar su «plan de paz» para Chipre: según ese plan la isla sería reunificada y desmilitarizada –en otras palabras, Chipre se quedaría sin ejército– y la OTAN desplegaría allí sus propias tropas, concretamente… tropas turcas. O sea, el ejército turco completaría su conquista de Chipre sin disparar un tiro. Si se negara a aceptar ese absurdo arreglo, el presidente Anastasiadis se vería enjuiciado ante un tribunal de Nueva York por su implicación como abogado en los negocios de la firma Imperium de su amigo ruso Leonid Lebedev que pusieron en juego 2 000 millones de dólares.
Resumiendo, una ruptura con la OTAN le costaría a Turquía el noreste de Chipre, que actualmente ocupa, mientras que quedarse en la alianza atlántica le aportaría el control de toda la isla.
Por supuesto, dentro de unas semanas el futuro secretario de Estado Rex Tillerson, ya nominado por Trump, podría sacar a Victoria Nuland del Departamento de Estado. Pero eso no quiere decir que el grupo que ella representa perdería todo acceso al poder. La señora Nuland es miembro de la familia de los fundadores del «Proyecto para un Nuevo Siglo Americano», que participó en la planificación de los hechos del 11 de septiembre de 2001. Su suegro, Donald Kagan, del Hudson Institute, instruyó a los neoconservadores y a los discípulos de Leo Strauss en la historia militar de Esparta. Su cuñado, Frederick Kagan del American Entreprise Institute, se ocupó de las relaciones públicas de los generales David Petraeus y John R. Allen. Su cuñada, Kimberly Kagan, creó el Institute for the Study of War. Su marido, Robert Kagan, percibe actualmente un salario pagado por el ex emir de Qatar en la Brookings Institution. Cuatro individuos, 5 tanques pensantes… una sola ideología.
Victoria Nuland, por su parte, fue sucesivamente embajadora de Estados Unidos ante la OTAN, portavoz de Hillary Clinton y organizadora del golpe de Estado de Kiev, en febrero de 2014. Ayudó al hoy presidente de Ucrania Petro Porochenko y a Erdogan a crear oficialmente la «Brigada Islámica Internacional» que ha perpetrado importantes sabotajes en Rusia y todo indica que el Estado profundo estadounidense dará continuación a su acción contra la futura administración Trump.
Quien prosigue la guerra en Siria es el grupo que está detrás de los Kagan, y su único objetivo es ahora mantenerse en el poder. El presidente Barack Obama no sólo no logró sacarlos de su administración sino que además una personalidad como Victoria Nuland, considerada figura de proa de la administración Bush, no encontró obstáculo para escalar posiciones en la administración demócrata y organizar una ola de rusofobia. Después de haber trabajado en perfecta armonía con Hillary Clinton, la señora Nuland nunca dejó –junto a su amigo Jeffrey Feltman, el verdadero mandamás de la ONU– de sabotear la diplomacia del secretario de Estado John Kerry.
Conocedor del carácter voluble de Erdogan, personaje siempre capaz de cambiar bruscamente de estrategia, Moscú tendrá que arreglárselas para tranquilizar al angustiado presidente chipriota Anastasiadis, o para proponerle a Ankara algo más interesante y lograr que se mantenga a medio camino entre Estados Unidos y Rusia.
[1] El PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) es el partido de los kurdos de Turquía. Nota de la Red Voltaire.

El cambio de bando de Turquía

El presidente ruso Vladimir Putin anunció la proclamación de un alto al fuego en Siria, acordado con Turquía, país que hasta ahora había sido el principal respaldo operativo de los yihadistas. ¿Cómo se explica este giro inesperado? ¿Logrará el presidente turco Erdogan mover su país de la esfera influencia de Estados Unidos a la de Rusia? ¿Cuáles son las causas y consecuencias de este importante cambio de bando?
 | DAMASCO (SIRIA)  
Turquía es un país miembro de la OTAN, aliado de Arabia Saudita, amo del yihadismo internacional desde que el príncipe saudita Bandar ben Sultán tuvo que ser hospitalizado –en 2012– y padrino de la Hermandad Musulmana desde el derrocamiento de Mohamed Morsi en Egipto y la discrepancia entre Doha y Riad, en 2013 y 2014. En noviembre de 2015, Turquía llegó incluso a atacar a Rusia, derribando un Sukhoi-24 y provocando con ello una ruptura de relaciones diplomáticas con Moscú.
Pero esa misma Turquía acaba de apadrinar el alto al fuego en Siria, diseñado por Rusia [1]. ¿Por qué?
Desde 2013, Washington ha dejado de ver a Recep Tayyip Erdogan como un aliado confiable. Debido a ello, la CIA realizó diversas operaciones no contra Turquía sino directamente contra Erdogan. En mayo-junio de 2013, la CIA organiza y respalda el movimiento de protesta del parque Taksim Gezi. Durante las elecciones legislativas turcas de junio de 2015, la agencia estadounidense financia y maneja el partido de las minorías HDP para limitar los poderes del presidente Erdogan. Recurre a esa misma táctica en las elección de noviembre de 2015, pero el poder turco logra “arreglarlas”. La CIA pasa entonces de la política a la acción secreta. Organiza 4 intentos de asesinato, de los que el más reciente –en julio de 2016– termina muy mal, cuando la agencia estadounidense empuja un grupo de oficiales kemalistas a tratar de dar un golpe de Estado sin ninguna preparación.
Recep Tayyip Erdogan se halla, por lo tanto, en la misma posición que el primer ministro italiano de los años 1970, Aldo Moro: está a la cabeza de un país miembro de la OTAN y enfrenta la hostilidad de Estados Unidos. A Aldo Moro, la OTAN logró eliminarlo manipulando un grupo de extrema izquierda [2]. Pero no ha logrado liquidar a Erdogan.
Por otro lado, para ganar las elecciones en noviembre de 2015, Erdogan tuvo que captar a los supremacistas turco-mongoles reactivando unilateralmente el conflicto con la minoría kurda. De hecho, a su base electoral islamista del AKP le agregó los supuestos «nacionalistas» del MHP. En cuestión de meses mató más de 3 000 ciudadanos turcos miembros de la etnia kurda y arrasó varias aldeas, incluso barrios de grandes ciudades.
Para terminar, al servir de intermediario para la entrega a al-Qaeda y al Emirato Islámico (Daesh) del armamento que enviaban Arabia Saudita, Qatar y la OTAN, Erdogan estableció una estrecha relación con las organizaciones yihadistas. No dudó en utilizar la guerra contra Siria para echarse dinero en el bolsillo, a título personal. Primero lo hizo apoderándose de las maquinarias de las fábricas de Alepo –desmontadas y trasladadas a Turquía– y luego traficando con el petróleo y las antigüedades robados por los yihadistas. Todo el clan Erdogan fue vinculándose paulatinamente a los yihadistas. Por ejemplo, su actual primer ministro, el mafioso Binali Yildirim, organizó talleres para la fabricación de artículos falsificados en los territorios que administra Daesh.
Pero la intervención del Hezbollah en la segunda guerra contra Siria –a partir de julio de 2012– y después la intervención de la Federación Rusa –en septiembre de 2015– imprimieron un giro al conflicto. La gigantesca coalición de los “Amigos de Siria” ha perdido gran parte del terreno que ocupaba y está encontrando cada vez más dificultades para reclutar nuevos mercenarios. Miles de yihadistas han abandonado el campo de batalla y ya se han replegado hacia Turquía.
Pero la mayoría de esos individuos son incompatibles con la civilización turca. El problema es que los yihadistas no fueron reclutados como un ejército coherente sino para reunir el mayor número posible de elementos armados. Llegaron a ser al menos 250 000, quizás incluso muchos más. Al principio eran delincuentes árabes bajo las órdenes de miembros de la Hermandad Musulmana. Progresivamente, fueron agregándose los sufistas naqchbandis del Cáucaso e Irak, e incluso jóvenes occidentales sedientos de revolución.
Esta increíble mezcolanza no puede mantenerse si se desplaza a Turquía. En primer lugar, porque los yihadistas ahora quieren tener su propio Estado, y parece imposible que puedan proclamar otra vez el Califato en Turquía. Y también por todo tipo de razones de orden cultural. Por ejemplo: los yihadistas árabes han adoptado el wahabismo de los donantes sauditas. Según esa ideología del desierto, la Historia no existe. Por eso han destruido numerosas ruinas antiguas, supuestamente porque el Corán prohíbe los ídolos. Si bien esa óptica no ha encontrado problemas en Ankara, nadie concibe que los dejen tocar el patrimonio turco-mongol.
De hecho, en este momento Erdogan tiene –además de Siria– otros 3 enemigos:
- Estados Unidos y sus aliados turcos –el FETO, organización del islamista burgués Fethullah Gulen;
- los kurdos independentistas, sobre todo el PKK;
- las pretensiones de los yihadistas, principalmente los de Daesh, de crear un Estado sunnita.
El interés de Turquía sería aplacar prioritariamente sus conflictos internos con el PKK y con el FETO. Pero el interés personal de Erdogan es encontrar un nuevo aliado. Después de haber sido aliado de Estados Unidos, durante el ascenso estadounidense, ahora quiere convertirse en aliado de Rusia, que ya es la primera potencia militar del mundo en materia de guerra convencional.
Operar este cambio de bando parece particularmente difícil en la medida en que Turquía es miembro de la OTAN, organización de la que nadie ha logrado salir. Quizás pudiera, en un primer momento, salir del mando militar integrado, como hizo Francia en 1966. Y hay que recordar que en aquella época Charles De Gaulle tuvo enfrentar un intento de golpe de Estado y fue objeto de numerosos intentos de asesinato por parte de la OAS, organización financiada… por la CIA [3].
Suponiendo que Turquía lograse manejar ese cambio, todavía tendría que hacer frente a otros dos grandes problemas.
En primer lugar, aunque no se conoce con precisión la cantidad de yihadistas desplegados en Siria e Irak, es posible estimar que ya queden sólo entre 50 000 y 200 000. Sabiendo que esos mercenarios son masivamente irrecuperables, ¿qué se puede hacer con ellos? El acuerdo de alto al fuego, redactado de manera voluntariamente imprecisa, deja abierta la posibilidad de atacarlos en Idlib. Esa gobernación siria se halla bajo la ocupación de una serie de grupos armados, sin vínculos entre sí pero bajo la coordinación de la OTAN, desde el LandCom, instalado en Esmirna (Izmir) –precisamente en Turquía–, a través de ONGs «humanitarias». Contrariamente a Daesh, esos yihadistas no han sabido organizarse correctamente y siguen dependiendo de la ayuda de la OTAN. Esa ayuda les llega a través de la frontera turca, que podría cerrarse de un momento a otro. Sin embargo, si bien resulta fácil controlar los camiones que siguen rutas bien definidas, no es posible cortar el paso a los hombres que se mueven a campo traviesa. Miles, quizás decenas de miles de yihadistas, podrían huir próximamente hacia Turquía y desestabilizar ese país.
Turquía ya inició su cambio de retórica. El presidente Erdogan acusó a Estados Unidos de seguir apoyando a los yihadistas en general y a Daesh en particular, dando a entender que si él mismo lo hizo en el pasado fue bajo la mala influencia de Washington. Ankara espera ganar dinero poniendo la reconstrucción de Homs y Alepo en manos de su empresa constructora. Pero es difícil imaginar que, después de haber pagado a cientos de miles de sirios para que abandonaran su país, después de haber saqueado el norte de Siria y de haber respaldado a los yihadistas que han destruido el país y asesinado a cientos de miles de sirios, Turquía logre evadir todas sus responsabilidades.
El cambio de bando de Turquía –si se confirma en los próximos meses– traerá todo una cadena de consecuencias. Comenzando por el hecho que el presidente Erdogan se presenta ahora no sólo como aliado de Rusia sino también como socio del Hezbollah y de la República Islámica de Irán, o sea de los héroes del mundo chiita. Termina con ello el sueño de una Turquía líder del mundo sunnita, que lucha contra los «herejes» con el dinero de Arabia Saudita. Pero el conflicto artificial entre musulmanes, desatado por Washington, no terminará hasta que Arabia Saudita también renuncie a la ilusión.
El extraordinario giro de Turquía resulta probablemente difícil de entender para los occidentales, que creen que la política es siempre pública. Sin entrar a mencionar el arresto de varios oficiales turcos en un bunker de la OTAN en el este de Alepo, hace 2 semanas, es más fácil de interpretar para quienes recuerdan, por ejemplo, el papel personal de Recep Tayyip Erdogan durante la primera guerra de Chechenia, cuando él mismo dirigía la Milli Gorus, papel del que Moscú nunca habló pero que está ampliamente documentado en los archivos de los servicios de inteligencia de la Federación.
Vladimir Putin ha preferido convertir un enemigo en aliado, en vez de hacerlo caer y tener que seguir batallando contra el Estado que hoy dirige. El presidente Bachar al-Assad, sayyed Hassan Nasrallah y el ayatola Alí Khamenei han comprendido que es mejor hacer lo mismo.
Elementos a recordar:
- Después de haberse ilusionado con la conquista de Siria, el presidente Erdogan ahora se halla en dificultades –únicamente por causa de su propia política– en 3 frentes a la vez: tiene problemas con Estados Unidos y con el FETO –la organización de Fethullah Gulen–; con los kurdos independentistas del PKK; y con Daesh.
- A esos tres adversarios podría agregarse nuevamente Rusia, que posee abundante información sobre la trayectoria personal de Erdogan. Eso ha llevado al presidente Erdogan a optar por aliarse con Moscú y pudiera llegar a salir del mando integrado de la OTAN.
[2] «La guerra secreta en Italia», por Daniele Ganser, Red Voltaire, 2 de marzo de 2010.
[3] «Cuando el stay-behind quiso derrocar a De Gaulle», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 28 de agosto de 2009.
 

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