por JAIRO GÓMEZ | 2018/01/02
Es indudable que la ausencia de los “iluminados” en los primeros lugares del partidor prende las alarmas en los conciliábulos de poder y que la captura decimonónica que tienen sobre la institucionalidad hace tambalear sus propias estructuras, representadas en el control de la gran contratación y todo el mapa burocrático del país.
Concluyó el debate electoral en Cataluña y, como era de esperarse, el independentismo, contra todos los pronósticos, volvió a plantar cara al gobierno de Mariano Rajoy, del ultraconservador Partido Popular (PP). Pero, además del presidente del Gobierno español, el otro gran derrotado fue la ‘gran prensa’.
No había visto, en muchos años, una campaña tan oprobiosa contra los partidos de la independencia en Cataluña como la que esgrimió el corporativismo mediático desde Madrid, incluida la televisión pública, otrora ejemplo de imparcialidad, sin importar el Gobierno de turno. Sin embargo, la España nacionalista se volvió a equivocar y no logró, desde La Moncloa, imponer su legado.
Durante el desarrollo de la intensa campaña fue un descaro el activismo mediático con que la ‘gran prensa’ asumió su papel para derrotar al independentismo Catalán. No se informó, fue un festín de propaganda oscura contra toda movilización que estuviera en contra de lo que, eufemísticamente, denominaron “el constitucionalismo”.
El activismo mediático ya se ejerce sin vergüenza, sin el menor rubor posible cuando se trata de consolidar un proyecto detrás del cual están sus poderosos dueños y los periodistas son alfiles en ese tablero de ajedrez que busca consolidar el establecimiento. Tratan de matizar la escalada mediática con la supuesta pluralidad informativa tiñendo de participación ecuánime y equilibrada todas las opiniones políticas.
Este es un buen ejemplo para lo que se avecina en Colombia a propósito de las próximas elecciones. Por primera vez en décadas el establecimiento presiente que está en riesgo la posibilidad de perder el control; las encuestas, creíbles o no, han sido consistentes en reflejar el sentimiento de los colombianos en materia de elección presidencial éste último año y, a la cabeza de las mismas, siempre aparecen Sergio Fajardo y Gustavo Petro, dos candidatos por fuera de la inveterada rosca.
Un hecho inusual en un país en donde la tradición política y los poderes económicos planean sobre los designios de los colombianos y secularmente nos han anticipado quién va a ser el “iluminado” para los próximos cuatro años.
Es indudable que la ausencia de los “iluminados” en los primeros lugares del partidor prende las alarmas en los conciliábulos de poder y que la captura decimonónica que tienen sobre la institucionalidad hace tambalear sus propias estructuras, representadas en el control de la gran contratación y todo el mapa burocrático del país. Estas huestes hostiles al cambio por cientos de años no admiten, digámoslo sin ambages, que la máquina del Estado quede por fuera de su control. Es mucho lo que está en juego, hay que separar las elecciones de marzo de las presidenciales, en las primeras el gran capital y los dineros ilegales juegan un papel importante pues sus aportes para reeditar el actual Congreso cumplen con su función. Es inaplazable, por parte del ciudadano, pensar bien el voto y que los medios de comunicación, le entreguen los insumos necesarios para que así sea. En las segundas elecciones, la presidencial, solo la imparcialidad y la sensatez mediática pueden garantizar unos comicios diáfanos y transparentes.
Cuando digo “ojo al activismo mediático”, es para llamar la atención del papel de los medios de comunicación en un debate electoral que, se me antoja, será uno de los más disputados después de las elecciones en que a Rojas Pinilla el Frente Nacional, le tumbó las elecciones.
@jairotevi
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