Allende La Paz.
La JEP está en el centro del debate. No porque no estén claros sus alcances, sino porque
los marrulleros y corrompidos congresistas –y fiscal- quieren “meterle mano” y
re-negociarla para obligar a la FARC a someterse a sus quereres, es decir,
aceptar que los venzan en el escritorio cuando nunca lo consiguieron en el
campo de batalla.
La clase politiquera –con
su puerta giratoria- que una vez son empleados de los empresarios, otras veces
son politiqueros, otras veces son mandaderos de los narcotraficantes, etc, etc,
y así en sucesión infinita desempeñando “funciones” de acuerdo con el fajo de
billetes que metan en sus bolsillos.
Detrás de todo subyace
el miedo cerval a que la FARC tenga una aceptación mayor que la calculada por
ellos y entre a disputarles el poder político, el cual ha permanecido en sus
manos durante más de 200 años (“200 años no son suficientes”?). Por ello
insisten en “desmovilizar” y en despojar de todo pensamiento revolucionario al
naciente partido, a fin de adocenarlo y reducirlo a su mínima expresión.
Tienen miedo a que las oleadas
de pueblo, obreros, campesinos, indígenas, estudiantes, mujeres, viejos, etc,
vean y entiendan que la FARC es el partido del pueblo, el que realmente
adelantará junto a ellos la lucha por construir un país en donde quepamos
todos, sin excepción.
Evidentemente que la
aceptación se dará en diferentes vías. Una, la política eminentemente,
otra la social, otra la de la movilización reivindicativa, etc. Unas y otras están
íntimamente enlazadas y tienen vasos comunicantes e interconexiones que están
lejos de la comprensión de los corrompidos de la clase politiquera.
Por ello, esa clase politiquera –representante de los
sectores empresarios poderosos- hace todo los intentos por torpedear la
aprobación de la JEP, entendiendo la JEP –según ellos- como la salvaguarda de
la acción política oligárquica. Pretenden
que la FARC se sometan a la JEP antes de que comience a funcionar como tal y
antes de que puedan posesionarse los farianos, sin entender que en los momentos
actuales, en gracia por el Acuerdo de Paz, corren tiempos que bien pueden
seguir un curso simultáneo y complementario.
Además, ellos saben que
la FARC propenderá por el desarrollo de las fuerzas productivas de la ciudad y
el campo, condición sine quanon para vencer el atraso a que ha sido sometido
nuestro país por esa oligarquía parásita e incapaz.
Desde luego, la acción
del nuevo partido exigirá tensionar al máximo todas sus cuerdas a fin de llegar
y abordar a capas cada vez más amplias de población. Los obreros de las
ciudades, los campesinos e indígenas del campo, los estudiantes de
universidades, colegios y escuela, las amas de casa, los ancianos que sufren
por una irrisoria pensión, etc, son nuestras masas, nuestro pueblo, y a ellos
nos debemos.
Ésta movilización del
partido FARC tendrá que desarrollar las grandes transformaciones políticas,
económicas, sociales, culturalres, recreacionales, etc, sin solución de
continuidad con la lucha guerrillera de los años pasados recientes. Ahí reside
la fortaleza de FARC.
Que exige esfuerzos?
Claro! Qué será supremamente extenuante? Naturalmente! Los esfuerzos que el
conjunto de los ex-guerrilleros –y no ex-guerrilleros- tenemos que realizar
serán titánicos. Esos esfuerzos no dejarán tiempo para “pensar en pajaritos preñados” si queremos cumplir con la tamaña
tarea histórica que tenemos por delante, construir la Paz y una nueva institucionalidad
que nos catapulta a la modernidad, al concierto de las naciones.
Tenemos que reconstruir
nuestro tejido social y político, nuestras organizaciones, nuestros cuadros, en
fin, en todos los frentes hay tareas que enfrentar. Empecemos ya los que
todavía no lo hemos hecho y contribuyamos a la más hermosa tarea que tenemos
enfrente como reto, construir un Nuevo país para nuestros hijos y nietos.
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