Hernando Vanegas Toloza,
Postales de Estocolmo.
7/10/17
En cuestiones médicas,
un muerto significa que una enfermedad infecto-contagiosa como la Viruela ha
re-editado y estabamos ante una epidemia. O, cuando no se ha controlado
los brotes de esa enfermedad y permanecen en el territorio que se ha vuelto
endémica.
Así estamos hoy en Colombia. La endemia del Terrorismo de
Estado que creíamos –ingenuamente- que iba a ser superada con el Acuerdo de Paz
entre las FARC y el gobierno nacional está más vivita que nunca. Ahora la fuerza pública actúa a sus anchas porque no
tienen el temor de la insurgencia que podía repeler o castigar esas violaciones
de derechos humanos.
Los hechos tozudos nos
mostraban y ham mostrado que nunca –jamás- el Terrorismo de Estado ha sido
dejada de lado por las fuerzas militares colombianas. No queríamos convencernos
de que hay un basamento para que la epidemia no sea epidemia, sino una endemia.
El basamento es la
Doctrina de Seguridad Nacional (DSN). Aplicada por los gobiernos oligárquicos y
por las cúpulas de las Fuerzas Militares colombianas.
Creíamos –qué ingenuos- que
al dejar las armas las FARC, la otra parte, la parte estatal, es decir, las
cúpulas de las fuerzas militares y los gobernantes, entenderían que ya no había
razón para continuar matando colombianos del pueblo. Queríamos que los militares
y la oligarquía entendieran el enorme esfuerzo que estamos haciendo la FARC y
el conjunto del pueblo colombiano para parar esa herramienta de muerte.
Queríamos –qué inocencia-
que los “pobres de uniforme” miraran con otros ojos a los pobres de civil y
dejaran de verlos como “enemigo interno”, de tratar de “secarle el agua al pez”
ya que ese pez se había transformado en un ser pacífico, en un partido político,
y que por fin el pueblo podía protestar por sus reivindicaciones sin el riesgo
de muerte.
No es así. En Colombia,
diariamente se aplica la pena de muerte. Sea mediante las masacres –como la de
Tumaco-, como desapariciones forzadas, como ejecuciones extrajudiciales -llamadas
eufemísticamente “falsos positivos”- o como asesinatos selectivos.
Las cifras no mienten.
El CNRR reportó que desde 1964 se produijeron 620.000 homicidios en Colombia.
LA CNMH reportó 220 mil muertos por el conflicto armado. Otras organizaciones
suma las víctimas mortales de la violencia y llega casi al millón de muertos.
Con razón ya los habitantes de Tumaco –y todo el pueblo- hablan
de la ”Masacre de Tumaco” ocurrida en pleno proceso de Paz.
Sabemos que los
llamamientos al gobierno colombiano para que cesen esas prácticas asesinas y
violadores de derechos humanos son en vano. El presidente Santos se
vanagloriaba que el Acuerdo de Paz con las FARC-EP se había alcanzado sin tocar
la Doctrina Militar y sin parar el Terrorismo de Estado.
La Masacre de Tumaco es
por tanto su responsabilidad.
Hasta cuándo los
colombianos permitiremos que sigan matándonos impúnemente?
Hasta cuándo la
comunidad internacional, los pueblos del mundo, permitirán que sigan violando
los derechos humanos en Colombia?
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