Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo.
La permanencia de la oligarquía en el poder en
Colombia durante más de 200 años solo ha sido posible mediante el
ejercicio violento de ese poder.
Igualmente su modelo de acumulación capitalista ha
sido posible -en parte actualmente- mediante el despojo de tierras (recordar La
Violencia y los más de 300.000 víctimas mortales y más de dos millones de
campesinos desplazados forzosamente), que sumada a la reparticiña de la
corrupción y los negocios fraudulentos de los "cocotudos" empresarios
engrosaban los bolsillos de la élite a costa de la miseria y pobreza del resto
de colombianos.
Qué sostiene esa oligarquía en el poder? Cuáles clases
sostienen a esa oligarquía?
Fuerza Pública y ejercicio violento del poder
Evidentemente
que lo que sostiene a la élite oligárquica en el poder son las fuerzas
militares, es decir, la Fuerza Pública conformada por militares y policías. Sin el concurso del aparato represivo del Estado nunca sería posible ejercer
el poder de manera tan violenta.
Desde siempre, desde antes de la Masacre de las Bananeras
–más de 1.000 asesinados por los militares en la Zona Bananera de Santa Marta-,
la represión a sangre y fuego ha sido la constante en el tratamiento dado a las
justas protestas de los trabajadores por mejores condiciones labaorales y
salariales. Ese ejercicio violento ha
hecho posible implantar todas las políticas económicas dictadas por el imperialismo
estadounidense y aplicadas por la élite oligárquica en el poder, en favor de
las multinacionales (United Fruit Co en 1928) y los empresarios criollos.
• Guerra contrainsurgente
La guerra contra-insurgente
desatada desde 1964 con el Ataque a Marquetalia bajo el amparo de la Doctrina
de Seguridad Nacional (DSN) ha permitido desarrollar una guerra de baja
intensidad, sucia, cuyas víctimas principales no han sido las guerrillas, sino
las clases campesinas y los indígenas, a más de convertir Colombia en
laboratorio contra-insurgente ha posibilitado aplicar el más aberrante
Terrorismo de Estado y convertido a Colombia en el 2o país con mayor pie de
fuerza de suramericano, después de Brazil, con unas hipertrofiadas Fuerzas
Militares con casi 500.000 unidades desplegadas en escenarios de Guerra ante la
protesta popular en todo el territorio nacional.
• Terrorismo de Estado
Ese
Terrorismo de Estado aplica los principios del “enemigo interno” y de “secarle
el agua al pez”, siendo el pez las guerrillas insurgents armadas y el agua las
masas campesinas e indígenas, incluso los sectores populares habitantes de las
ciudades y pueblos colombianos.
Al calor de
tal política se adelanta la reprimión al pueblo trabajador de las ciudades, a
los campesinos, a los indígenas, y las fuerzas estatales entran a barrer con
toda Resistencia popular “a sangre y fuego”.
Las cifras están a la luz para el escrutinio de todo aquel que quiera ver. Las cifras aportadas por el CNMH –el Centro Nacional
de Memoria Histórica-, nacido a raíz de la Mesa de Conversaciones entre las
FARC-EP y el gobierno colombiano, el cual hoy quiere ser cooptado por el
Ministerio de Defensa colombiano, son apenas una parte del drama humanitario
padecido por el pueblo colombiano.
Según el CNMH el
conflicto interno ha dejado 220.000 víctimas mortales y más de 7,5 millones de
desplazados internos, a quienes les han robado 8,5 millones de hectáreas, una
auténtica Reforma Agraria regresiva. Tal enormidad no nos cabe en la cabeza y
siempre nos preguntamos, cómo ha sido posible haber sumado tal cantidad de
seres humanos asesinados? Por qué llegamos a ese cuadro demencial? Tal cantidad
de muertos ha sido posible con prácticas criminales como:
* la desaparición
forzada (70.000 víctimas, 97,7% responsabilidad del estado),
*las masacres (casi
4.000 masacres, 83,3% responsabilidad del estado),
* ejecuciones
extrajudiciales (83% responsabilidad del estado, de ellas más de 3.500 ejecuciones
cometidas durante los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez),
* y desplazamiento
forzado (una forma de redistribuir la tierra a favor de los terratenientes y
ganaderos, 100% responsabilidad del estado, por acción u omisión).
Como se deduce de esa
responsabilidad estatal, las guerrillas –FARC, ELN, M-19, EPL, Quintín Lame,
etc- son apenas responsables entre todas de menos del 15 % . Sin embargo, en el
mundo circulan los errores atribuídos a las guerrillas, en tanto se silencian
los horrores provocados por las fuerzas militares-narcoparamilitares del estado
colombiano, el cual, como dice Jens Holm, practica el Terrorismo de Estado
mientras se autotitula la “democracia más antigua” de Suramérica.
Clase política
Un pilar fundamental del sostén oligárquico en el
poder es su clase política. El siglo pasado se dió una transformación de esa
clase en el poder, la cual ante la posibilidad de perder su poder, recurre al
asesianto de sus contradictores políticos incentivando el Terrorismo de Estado.
La ”clase
política” carcomida desde siempre por la corrupción, encuentra en el
narcotráfico el aliado idal con los miles de millones de dólares para “invertir”
en sus campañas política y hacer el acceso de las clases populares a cargos de
representación electoral un imposible. Ningún hijo de pueblo puede competir en
condiciones de igualdad con la maquinaria impúdica de clase
política-narcotráfico, maxime cuando a ello precede la utilización de las
bandas dedicadas al narcotráfico en las tareas de contra-insurgencia,, conformando
el binomio impúdico del narco-paramilitarismo, el cual permitiría adelantar la “guerra
sucia” sin “mancharse las manos” por parte de las fuerzas estatales y poder así
lavar sus ensangrentadas manos y caras.
Es de
resaltar que la clase política oligárquica empotrada en el Congreso legislaba
una legislación de guerra contra el pueblo colombiano, dándole un viso de “legalidad”
a cuantas aberrantes leyes producían en contra del pueblo, al punto que hoy
día, aún hoy, la legislación colombiana es una legislación para la Guerra.
Indiferencia clases populares
La ruptura del
tejido social popular ha llevado a la desarticulación de la protesta popular, protesta
que ha continuado a pesar del Terrorismo de Estado. Desde luego que ante la
mortandad de dirigentes populares, el pueblo ha sido presa fácil de la
indiferencia ante la posibilidad de “ejercer política” a fin de satisfacer sus
necesidades básicas primarias –primer incumplimiento del estado fallido
colombiano-, lo cual se traduce también en la poca capacidad de convocatoria de
la oligarquía a las elecciones y el abtencionismo sempiterno, mayor del 60% en
casi todas las elecciones.
Nuevos tiempos
A raíz de la
firma del Acuerdo Final por una Paz estable y duradera entre las FARC-EP y el
gobierno de JM Santos comienzan a correr nuevos tiempos en Colombia. Se
comienza a producir la recuperación del tejido social popular y sectores importantes
de la vida popular están reorganizando sus organizaciones y reestableciendo los
vasos comunicantes entre las organizaciones.
Prueba de ello lo tenemos en la avalancha de visitas
que a diario se producen en las Zonas Veredales, sitios de concentración de la
guerrilla de las FARC-EP, lo que a su vez da un mentís a la aseveración de los
medios de comunicación en poder de la oligarquía –en el poder y fuera de él-
del aislamiento de las FARC-EP del conjunto del pueblo.
Ello será mucho más ágil, rápido, una vez se haya
realizado el Congreso Constitutivo del Nuevo Partido Político que nacerá de las
FARC-EP. Comienza ahí, de verdad verdad, una nueva etapa de la vida política
colombiana, ensanchando las avenidas de la democracia, una democracia popular,
que luchará porque el poder llegue a manos del pueblo.
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