Por Adam Isacson / Resumen Latinoamericano / Rebelión-RazónPública / 26 de enero de 2017 – Hay más señales desalentadoras que esperanzadoras en la agenda del nuevo presidente. Pero las cartas aún no están echadas, y en las próximas semanas sería decisiva la gestión del gobierno colombiano y de la sociedad civil de ambos países.
La incógnita
Donald Trump llegó al poder con un discurso agresivo, inscrito bajo el lema “primero América” y con una marcada oposición a la idea de ayudar económicamente a otros países. Llega además en reemplazo de Obama, el líder de un gobierno que apoyó de manera decidida la negociación de paz con las FARC en Colombia.
El apoyo de Obama y el de su saliente enviado especial Bernie Aronson fueron importantes —en algunos momentos, decisivos— para el éxito de la negociación colombiana. Sin embargo no está claro todavía si Trump y su gente seguirán apoyando la implementación de estos acuerdos, o si respaldarán el proceso con el ELN.
Tampoco está claro qué pasará con el proyecto de 450 millones de dólares de ayuda denominado “Paz Colombia”, que el gobierno de Obama propuso al Congreso hace casi un año. Ese monto fue aprobado por ambas cámaras (de mayoría republicana), pero no se logró conciliar el presupuesto de 2017 (que permanecerá en el nivel de 2016 hasta finales del mes de abril). Por lo tanto en las próximas semanas, la solicitud para la paz de Colombia tendrá que ser considerada de nuevo.
Es imposible y hasta irresponsable tratar de adivinar el rumbo que tomará Trump con relación a la paz de Colombia. Hay que tener en cuenta que ni en la campaña ni durante la transición mencionó el tema y todavía no ha nombrado a ningún funcionario con responsabilidades directas sobre América Latina. En Washington muchos dicen “el personal es la política” (“personnel is policy”) y, al menos por el momento, no hay personal.
No obstante lo anterior, es posible detectar varias señales preocupantes y un número menor de señales esperanzadoras en la nueva política norteamericana respecto de Colombia.
Lo preocupante
- Trump ha prometido dejar de gastar recursos en el exterior y recortar drásticamente el presupuesto del gobierno federal. Esto implicaría una disminución importante de la ayuda a Colombia.
- Sin que se hubiera referido a Colombia, es evidente que Trump no es amigo de soluciones políticas complejas, como será la implementación de los acuerdos de paz con las FARC.
- Trump ha atacado el tratado nuclear con Irán que negoció Obama, es decir que se ha opuesto a un acuerdo político con una fuerza hostil – como es también el acuerdo entre Santos y las FARC-.
- En la plataforma del Partido Republicano de 2016 se dice que “el sacrificio y sufrimiento [del pueblo colombiano] no deben traicionarse por la accesión al poder de asesinos y narcotraficantes”. Esta es una referencia evidente al acuerdo de paz.
- Aunque la mayoría del Partido Republicano ha apoyado tibiamente la negociación con las FARC, la franja que se opone —y que tiene contacto frecuente con Álvaro Uribe— ha ocupado puestos importantes en el equipo de transición de Trump.
Entre ellos hay varios que han trabajado para la congresista cubano-americana Ileana Ros-Lehtinen, una férrea opositora del proceso de paz que mantiene una relación fluida con Uribe y que comparte su visión sobre una supuesta amenaza regional del “castro-chavismo”. Un colega suyo, el también congresista cubano-americano de Florida Mario Díaz-Balart, dijo a principios de enero que “Hay aspectos muy preocupantes sobre este acuerdo de paz que son inaceptables. Vamos a poner más y más restricciones para asegurar que el dinero no vaya a entregarle a Colombia a las FARC”.
Tampoco está claro qué pasará con el proyecto de 450 millones de dólares de ayuda denominado “Paz Colombia”,
- Uribe y su oposición al proceso encontrarán en Washington un ambiente mucho más propicio en este momento. Uribe y Trump tienen algunas similitudes: una visión ultraconservadora, riqueza personal, el deseo de resolver los problemas usando las fuerzas de seguridad y una tendencia a apelar directamente al “pueblo”, especialmente a través de Twitter.
- Entre el equipo de Trump se percibe la influencia de la Heritage Foundation, un think tank o centro de investigación política de Washington que se ha opuesto férreamente al proceso de paz en Colombia.
- La política norteamericana va a endurecerse en marzo o abril de este año, cuando se haga público el cálculo del gobierno sobre la cantidad de coca que se sembró en 2016. Es muy posible que por primera vez en la historia la cifra supere las 200.000 hectáreas (en 2015 fueron 59.000 hectáreas). Esta publicación tendrá un gran impacto político y aumentará la impaciencia de Washington respecto del acuerdo con las FARC.
- La no extradición de los ex miembros de las FARC también puede ser un tema complicado. Las relaciones entre Colombia y el gobierno de Obama (o un hipotético gobierno de Hillary Clinton) no se hubieran afectado por la no extradición de los miembros de las FARC que abandonaran su participación en el narcotráfico. Pero con Trump es más probable que las relaciones se vean afectadas, especialmente si se encuentra alguna evidencia de que un exguerrillero solicitado ha reincidido en el crimen organizado.
Lo esperanzador
Pero también hay razones para la esperanza.
- Hay que recordar que el Partido Republicano, que hoy es mayoría en todas las ramas del poder, apoyó la solicitud “Paz Colombia” hace unos meses. Y Trump mismo no ha expresado opiniones personales contra del Acuerdo de paz y su implementación.
- Entre las entidades responsables de la política exterior, especialmente en el Departamento de Estado y en la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), existe el consenso de que el acuerdo de paz es la mejor ruta para cimentar la estabilidad en Colombia, y en ellas no se encuentran muchos funcionarios que crean conveniente abandonar el Acuerdo y su implementación.
- El único funcionario nombrado que sabe sobre Colombia es el general (r) John Kelly, quien será secretario de Seguridad Interna. Kelly es amigo del embajador Juan Carlos Pinzón, quien está a cargo de vender el proyecto “Paz Colombia” y los acuerdos en Washington. Y aunque el general no tendrá responsabilidad directa sobre la política hacia Colombia, sí tendrá influencia. Es cierto que Kelly y Pinzón, como exfuncionarios del sector de defensa, probablemente escogerían apoyar un paquete de ayuda militar, pero en este caso serán voces importantes a favor de la implementación de lo acordado en La Habana.
Uribe y Trump tienen algunas similitudes.
En resumen, la ayuda a Colombia continuará, aunque quizá sea más militar y con más restricciones que antes. Sin embargo es menos probable que Colombia pueda construir con Washington una relación paciente, positiva y tolerante de las complejidades y las ambigüedades.
Si se mantiene el apoyo a la implementación del Acuerdo se deberá a los esfuerzos de la embajada colombiana y de las sociedades civiles de Colombia y de Estados Unidos.
* Oficial de Programas para Políticas de Seguridad Regional, Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos
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