Lo que está en juego es
de no poca monta. Es precisamente el Viejo País que lucha denodadamente contra
su muerte -que es inminente-, dando zarpazos a diestra y siniestra, recurriendo
hasta a la mentira para recibir una bocanada de oxígeno que les permita seguir
viviendo su vida asesina.
Ese Viejo país que tiene
miedo cerval a la Verdad. Que todos los colombianos sepan cómo han manejado el
poder, aunque un gran porcentaje de ese pueblo ya lo sabe. Mas el
miedo es que lo que se sospecha se confirme en el Tribunal de Justicia para la
Paz (TJP) acordada por las dos partes en la Mesa de La Habana.
Es también el miedo a
perder sus privilegios y por ello se opone a las reformas largamente aplazadas
que espera el pueblo colombiano. Que no son más que el pago de la deuda social
que tiene el Estado con los colombianos pobres. Le tiene pavor a la restitución
de tierras porque se develará que sus grandes extensiones ubérrimas han sido
adquiridas con las mismas artimañas de sus hijos en Mosquera, que los
enriqueció de 10 millones de pesos a 40 mil millones por obra y gracia del
poder su “papi”.
Es el miedo a que la
ciudadanía, el pueblo, siga movilizándose y gritándole en silencio “Acuerdo YA”.
Es que al viejo país no le conviene un pueblo en acción y prefiere verlo en statu quo, inmóvil, aceptando
pasivamente todas las políticas que salen de la Casa de Nariño, que quizás ese pueblo
hasta ahora van a ver políticas que favorezcan al pueblo como restitición y
entrega de tierras, salud, educación, servicios públicos adecuados, cultura,
recreación, etc.
Es el miedo a no poder
seguir aplicando el Terrorismo de Estado y que ya no haya desaparecidos,
masacrados, ajusticiados extrajudicialmente, desplazados forzosos y no poder
robarse las tierras de esos desplazados para ellos aumentar sus posesiones y
ser los “Don”, los “Patrón”, patrones del mal. Debemos recordar que ese “Patrón”
del mal dejó el poder con más de 32.000 víctimas y su antecesor con 28.000 más.
Contrario a ese Viejo
País, el Nuevo País respire rozagante y da pasos multitudinarios para romper la
andanada de vicios que nos han impuesto. Es el Nuevo País que irrumpe después
de muchos años de estar paralizado por el Terror, por el miedo causado por las
fuerzas oscuras del régimen que asesinaba a todo aquel aquel que no estuviera
de acuerdo con las políticas estatales.
Ya los estamos viendo,
contentos, marchando, cantando, recitando poesías –el súmum de la vida-,
escribiendo reclamos por los años de años que nos han robado y por todas las
vidas que no nos han impedido disfrutar.
Hoy respiramos un Nuevo aire
producto del Acuerdo Final logrado en la Mesa de La Habana, especialmente por
el esfuerzo de esos valientes que lucharon contra todas las adversidades e
hicieron miles de sacrificios diarios para lograr que nos paguen lo que nos
deben, una vida en Paz con Justicia Social.
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