Viendo la virulenta y desproporcionada reacción a la revisión de los manuales de convivencia escolar para introducir pautas y evitar el matoneo por discriminación sexual, que desató la furia de sectores conservadores, padres de familia genuinamente preocupados por la educación sexual de sus hijos y los políticos de siempre que quieren pescar en río revuelto, me pregunto si en realidad nuestro principal problema son las Farc.
Por: Jorge Iván Cuervo R.
Siempre he pensado que las Farc se volvieron una excusa para no hacer las cosas bien en el Estado colombiano. El origen de las Farc es explicable, pero su persistencia no lo es tanto. Cayó el muro de Berlín y la justificación ideológica de su existencia, se reformó la Constitución dando mayor apertura democrática, y las Farc siguieron allí, muy a su pesar.
Y ahí es cuando aparece la hipótesis que indicaría que la clase política y los sucesivos gobiernos se dieron cuenta que la existencia de las Farc los excusaría de tener que hacer bien las cosas. ¿Por qué no se reduce la pobreza? Se gasta mucha plata en las Farc ¿Por qué no se fortalece la institucionalidad local? Las Farc no dejan ¿Por qué no hay cobertura de servicios públicos en todo el país? La Far, amigo.
Claro, hubo intentos de paz, con Belisario, con Pastrana —y como no fue con él no puede ser con nadie— y en los gobiernos de Uribe, más como una preocupación de los Estados Unidos –el Plan Colombia que inicia con Pastrana fue un factor clave para cambiar la correlación de fuerzas, incluso más que el paramilitarismo— que no podía darse el lujo de un escenario de conflicto armado que facilitaba el narcotráfico, y se decidió golpearlas, pero la culebra siguió viva.
Santos entendió que la derrota militar definitiva y concluyente nos tomaría una generación más y decidió terminar con ese anacronismo, pero muchos se oponen a que lo haga en las condiciones hasta ahora negociadas, y están dispuestos a preservar su existencia. ¿Para qué?
Las cifras de la violencia en Colombia indican que hace más de una década las muertes con ocasión del conflicto armado no superan el 12% o 14%, que aquí la gente muere más por intolerancia en fechas que deberían ser de encuentro y afecto, o por imprudencia e irresponsabilidad al volante, que por causas ideológicas. Y ahora que el país está dividido en torno de la refrendación de los acuerdos, el llamado plebiscito, me pregunto, ¿Sí serán las Farc nuestro principal problema? Esa narrativa entusiasta de un futuro mejor sin las Farc en armas, ¿no esconderá los verdaderos problemas de esta sociedad que no se resolverán por el hecho de ver a uno de los comandantes de concejal en un municipio sin plata y perdido en la manigua?
La virulenta reacción al tema de los manuales de convivencia es una señal, un síntoma, de que en el desajuste de esta sociedad hay problemas más graves, de intolerancia, de homofobia, de desprecio por la diferencia, de desapego por los valores democráticos y, claro, de comprensión de los procesos de cambio.
Que se ataque a una ministra por su orientación sexual por defender una política que ordena la Corte Constitucional como respuesta a un caso extremo de matoneo —el de Sergio Urrego—, que se hable de colonización homosexual, que se defienda la superchería del diseño inteligente, que una senadora evangélica agazapada en el Partido Liberal trate sin respeto a una ministra de Estado, que el defensor de los derechos —el procurador— salga a marchar contra ellos, que se crea que ser homosexual es una tragedia que hay que evitar a toda costa, me hace pensar que el problema es más grave de lo que pensábamos, y que las Farc han sido una excusa para no hacernos cargo de ello.
@cuervoji
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