En un video realizado por El Espectador para su campaña de apoyo periodístico a la paz desde las regiones, algunos habitantes de la vereda Peña de los Santos, a tres horas del casco urbano del municipio de Tumaco, hablan de coca y las razones para cultivarla. Son colonos.
Por: Nicolás Rodriguez, El Espectador.
Entre otros temas, el reportaje está centrado en lo jóvenes que son y en la falta de oportunidades educativas. Lejos de las grandes ciudades (y medianas, o tan siquiera pequeñas), en cualquier otro contexto serían niños. Acá son raspachines. La historia de cómo les fue arrebatada su juventud rara vez circula con los cíclicos anuncios oficiales de la burocracia internacional dedicada al monitoreo de la disminución y el aumento de la mutación perpetua de hectáreas cultivadas con coca.
El especial recuerda un documental que vale la pena desempolvar, ahora que vuelve a sonar el sonsonete de las alarmas de la ONU y su conteo de hojas de coca. En La ley del monte, de 1988, narran visualmente en qué consistió la colonización de La Macarena, con sus bonanzas de coca e irreversibles impactos en la selva. En el documental, los entrevistados explican el origen de las migraciones campesinas, que se remontan a los desplazamientos de la época de la Violencia. Las anotaciones hechas por los campesinos reiteran los reparos sobre la ausencia estatal en las zonas de colonización. Los argumentos se repiten.
En el Meta, de ahí al Caquetá, ahora en Cauca, Putumayo, Nariño… Lo dijo con un agudo giro sociológico Jairo del Castillo, presidente de un Consejo Comunitario, en entrevista con El Espectador: la coca la trajeron (a Tumaco) de otro lado del país, no es de nosotros, se quedó por el abandono estatal al que nos ha sometido el Estado colombiano. El diagnóstico no es contradictorio o equívoco. Viene con su genialidad: no es que el Estado (un conjunto de funcionarios, prácticas e ideas) no exista, es que decidió ausentarse.
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