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Resistencia a la paz

Written By Unknown on lunes, mayo 16, 2016 | lunes, mayo 16, 2016


LISANDRO DUQUE NARANJO 15 MAYO 2016 - 
Lo divino y lo humano
Lisandro Duque Naranjo
Cada cierto tiempo hay que repetir esto, porque hasta a uno se le ha olvidado, o porque mucha gente lo ignora: en el libro “Los años del tropel”, de Alfredo Molano, contaba un antiguo sicario de León María Lozano –el célebre “Cóndor” de Tuluá que sembró el terror entre centenares de vallecaucanos en los años cincuenta–, que su jefe nunca les ordenó de manera explícita que había que matar a fulano, o incendiar tal vereda y espantar a sus habitantes, sino que se limitaba a decirles a sus “pájaros”: “los liberales de Ceilán está hablando mucho últimamente”. Eso bastaba para que esa misma semana la chusma goda llegara hasta Ceilán a exterminar a sus habitantes y a prenderle candela a todo.
Por: Lisandro Duque Naranjo

En los rituales mafiosos de Sicilia, no era preciso siempre ordenar, por algún capo, que se ejecutara a alguien, sino que, en presencia de quienes debían asesinarlo, ese alguien recibía un beso en la mejilla, muy fuerte, de quien quería eliminarlo. Eso bastaba. Está perpetuada en “El Padrino” la imagen de Michael Corleone dándole ese beso de la muerte a su hermano Fredo. La historia de la humanidad está llena de esos protocolos simbólicos equivalentes a una sentencia final. Y por supuesto en los expedientes judiciales de la Cosa Nostra, se omitían como indicio o prueba esas ceremonias. Un beso no es cuerpo del delito. Y queda en la memoria como un acto etnográfico, casi pintoresco, no punible.

Decía Bertold Brecht que “hay muchas formas de matar a un hombre, pero pocas están prohibidas en este país”. Una frase como “le doy en la cara marica”, tiene, obviamente, consecuencias prácticas en las riñas personales, pero aquí la asumimos como un hecho meramente lingüístico o hasta folclórico, de la picaresca callejera. Cuando yo he visto en la calle la tentativa de linchamiento a patadas del ladrón de un celular, no tengo dudas en atribuir el origen de esa salvajada a la frase aquella que todos le escuchamos a Álvaro Uribe en sus tiempos presidenciales: “hay que hacerles gavilla a los delincuentes”. Desde luego que esas turbas anónimas contra un solo individuo se inspiran también en instintos ancestrales de la conducta masiva que solo la cultura, o mejor digamos que la civilización, pueden contener. Pero ayuda a legitimarlas el que incite a ellas nadie menos que un presidente.

El modelo de formación que significó durante su gobierno Álvaro Uribe, incentivó esas ostentaciones de virilidad anacrónica de las que un truhan de sombrero dio muestras en la marcha del centro democrático del 2 de abril. El hombre se pavoneaba con su altanería frente a las cámaras espontáneas que lo exhibieron después por internet, seguramente nostálgico de la escena que protagonizó Uribe, delante un mundo de presidentes, cuando le gritó a Chávez, que ni lo oyó: “!Sea varón!”. Qué penoso fue aquello.

De igual forma creo que las últimas andanzas de Uribe contra el acuerdo de paz en La Habana, constituye la inspiración para los próximos asesinatos que sus fanáticos intentarán cometer contra quienes tengan alguna proximidad política con la izquierda, o la simple disidencia. Ni siquiera es necesario ordenárselos. Y él, nuevamente, no tendrá nada qué ver. Tampoco le es imputable el atentado contra Imelda Daza en Cartagena, solo porque ocurrió tres días antes de que él lanzara su iniciativa sobre la tal “resistencia civil”, como si con este cuento no viniera diezmándonos desde 2002. Con razón Borges decía que la civilización es la hipocresía, que Uribe confunde con la zalamería bogotana.

http://www.elespectador.com/opinion/resistencia-paz
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