Que el Estado colombiano
le importa un bledo el sufrimiento de sus conciudadanos es una verdad –axioma-
que, desde luego, no necesita demostración.
En la Guerra desatada en
1964 –que ya venía de antes- por el gobernante de turno, Guillermo León
Valencia, conservador, por órdenes de los estadounidenses, se comenzó a
experimentar el laboratorio de guerra contra-insurgente y hoy Colombia recoge
la ”cosecha”.
La Guerra interna,
Conflicto Armado, ha arrojado más de 1.000.000 de muertos, innumerables heridos
y más de 6,5 millones de desplazados internos, a quienes les robaron más de 7,5
millones de hectáreas civilizadas por el arduo trabajo de los campesinos
pobres.
Producto de esa agresión
a 48 campesinos con toda una parte del poder militar (16.000 soldados, aviación
y armas biológicas (peste negra)), las fuerzas estatales, vale decir,
ejecutivo, legislativo, judicial y militar, no pudieron vencer las fuerzas
populares y éstas fueron creciendo y desarrollándose, hasta haber obligado a
los gobiernos a sentarse en la Mesa de Negociación.
Ejemplo de ello, es la
actual Mesa de Conversaciones de La Habana, la cual está ad portas de alcanzar un Acuerdo que sentará las bases para una Paz
verdadera, si es que los sectores empotrados en el poder así lo quieren.
Pues bien, las
hipertrofiadas fuerzas militares-narcoparamilitares del Estado Colombiano, mal
usando el presupuesto nacional y con la dirección gringa y de los gobernantes
nativos, se dieron a la tarea no solo de aumentar el pié de fuerza -500.000
militares-, sino también a crecer en ramas como la industria military y la
fabricación de su propio arsenal (bombas, menaje, etc).
Hoy, los sátrapas
asesinos, quieren incursionar en ser parte activa de los conflictos en el mundo,
no sólo enviando soldados a ciertas partes como ”fuerzas de paz”, soldados que
solo saben hacer la guerra, sino también vendiéndoles armas a otros países
(Emiratos Árabes y Arabia Saudita), con la excusa –como la usada en el conflicto
interno- de “combater el terrorismo”.
En realidad, no hay el
tal “combate al terrorismo”, sino por el contrario, sabemos que éstos países
son unos de los financiadores y apoyadores logísticamente de los verdaderos “terroristas”
del Estado Islámico, con la orden de los gobiernos de los gobiernos
estadounidenses.
Al involucrarse en una Guerra
que no es propia, es de esperar que Colombia y su pueblo pase de sufrir un conflicto
armado interno al ataque de las bandas de terroristas del Estado Islámico, las
cuales utilizarán las bombas vendidas por el Estado colombiano a través de
Indumil.
Se cumpliría así el sueño de la oligarquía –Santos, Uribe,
Vargas Lleras- de convertir a Colombia en el “Israel” de Latinoamérica.
Dios nos libre !!!
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