Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Colombia atraviesa por
una realidad política de la que muchos quisieran escapar, unos a la
escondida, otros invocando posturas inamovibles o sencillamente con
indiferencia. Las justificaciones son validas, solo que esta vez es
momento de explicaciones. El resultado electoral próximo quizá fije el
rumbo del país por varias décadas. El contexto deja ver un pacto social
roto, un estado tomado por mafias, por particulares, por empresarios y
por militares, todo mezclado. Una clase social enquistada en el poder
que ha eliminado a la sociedad civil en cada momento histórico. Una
democracia al servicio de elegidos que se heredan entre sí
representaciones, cargos y mandatos. Empresas electorales que compran y
venden bolsas electorales. Elegidos sin interés por sus electores y
electores que reconocen a sus elegidos por fotos de campaña, no por sus
programas. Una política de izquierda distante de los millones de
excluidos del sistema y una lucha social en sus máximos niveles.
El
marco del conflicto armado es de guerra prolongada entre el estado y
unas insurgencias sostenidas en el tiempo, que se adecuan rápidamente a
nuevas y cambiantes situaciones al amparo de un proyecto socialista. La
violencia sigue extendida en todas sus escalas, la degradación ambiental
crece sin limite y la riqueza en bonanza es acelerada por
trasnacionales. Empresarios e inversionistas que solo conocen la
ideología del despojo. Militares que fijan reglas de impunidad y
acomodan su agenda de guerra. Conquistas sociales del siglo anterior
reducidas a firmas en papel sellado del que se borran las letras
lentamente. Luchas de resistencia que combinan la vindicación de nuevos
derechos con la reivindicación y exigencia para el cumplimiento de lo ya
ganado.
Los hechos ponen en evidencia la existencia de dos
Colombias, una política, asociada a partidos y leyes que resuelve
votando, y otra social, asociada a necesidades y carencias que resuelve
luchando. Las dos son inseparables pero están separadas. Los gobernantes
herederos de la primera independencia y seguidores del espíritu de
libertad de 1789, configuraron la Colombia política a su medida y se
olvidaron del resto y durante doscientos años han bloqueado las luchas
por descolonización y liberación. El pacto entre clases sociales
antagónicas que se orientó a derrotar la monarquía y su régimen feudal y
fijó unas reglas de convivencia en democracia, basadas en derechos fue
roto. Los resultados presentan un estado inviable, que sin embargo
deberá elegir un presidente. La disputa es entre dos versiones de la
misma clase, que políticamente se sitúa en la derecha, con diferencias
en el modo de acción y en sus distancias hacia el centro una y hacia la
extrema otra.
Quizá políticamente todo parezca perdido, pero
también quizá sea el momento para emprender desde las urnas la
reconstrucción del pacto. Si es así la Colombia social podrá definir el
curso de las acciones. La abstención electoral hace tiempo pasa la
factura de ilegitimidad al sistema pero la legalidad se impone y se
encarga de negarla en las urnas. Otra vez se elegirá a un presidente de
derecha y el perdedor hará oposición de derecha en el congreso. La
decisión final electoral es de derecha contra derecha, pero no dependerá
de las cuentas propias de los partidos y sus militancias, si no de los
votos que salgan del país social, el de los movimientos y las
movilizaciones, que con independencia de lo que ocurra tendrá que
continuar sus luchas de resistencia y en búsqueda de ejercer poder por
justicia y dignidad y contra la sobrevivencia que le propone la derecha.
Las experiencias de luchas indígenas, raizales, afros,
campesinos, mineros, estudiantes, maestros, obreros es alentadora y de
máxima importancia en este momento crucial para tomar decisiones, ellos
han sabido persistir insistir y mantenerse en el tiempo de sus luchas,
en el espacio de sus victorias, su existencia política es resultado de
su capacidad indoblegable e incorruptible para poner en la agenda del
estado sus derechos, sin dejar de luchar por justicia y dignidad. La
movilización social, sus activistas y anónimos participantes tienen en
sus manos la posibilidad de seguir con el No o decidir apostar esta vez
con la herramienta poco usada de los votos, la ruta del futuro
inmediato, en todo caso, para convocar a la reconstrucción del pacto.
En
este carril político del país social no hay claudicación de principios,
ni de convicciones ideológicas, hay realismo político de que nada
cambia, salvo los modos de acción del poder y el uso de técnicas para
ejercerlo. No es un carril de izquierda aunque también está, hay
inconformes, librepensadores, mujeres, estudiantes, campesinos,
intelectuales, victimas, luchadores sociales, defensores de derechos,
académicos, indígenas, trabajadores, en fin, hombres y mujeres apoyando
con sus votos un muro de contención y garantía tratando de impedir el
regreso del régimen Uribe.
Talvez sea un buen momento para
llevar al pacto cosas en serio. Decirle a Santos que efectivamente
ninguna madre quiere prestar un hijo mas para la guerra y emprender la
abolición del servicio militar obligatorio regido por la ley 48 de 1993;
cambiar el tono de la guerra total y empezar a eliminar las causas que
mantienen vigentes los levantamientos armados. También es momento para
que el movimiento estudiantil trace la ruta de la política
universitaria; los campesinos la ruta de soluciones de fondo; indígenas y
mineros la ruta de recuperación de riquezas y soberanía e; igual se
trace la ruta para la salud y la justicia como asuntos públicos y de
derechos.
En fin es un momento político relevante para que el país
social, a través de sus voceros, reafirme con urgencia la necesidad de
paz con transformaciones y defina el inicio de reconstrucción del gran
pacto social. El momento político convoca al país social a impedir el
regreso del régimen del odio sin entrar en alianzas ni caer en
chantajes, sin tampoco abandonar la tarea opositora. La clase
tradicional en el poder, representada por Santos hoy esta cerca de su
derrota y expuesta a ser juzgada, no por el pueblo con el que la clase
en el poder suscribió el pacto que rompieron, si no por la vengativa y
mas temible criatura política nacida de ella misma, convertida en una
maquina de terror imparable. Así como la esperanza le pertenece a la
vida y no a nosotros, habrá la opción de votar en blanco, de no votar o
de echarle una mano a la derecha tradicional, la misma que rompió el
pacto. En ese caso tendrá que ser como apuesta previa para reconstruirlo
y de paso evitarle que sea juzgada por la extrema del régimen de Uribe,
que la misma derecha califica de revanchista y camorrera y que para los
sectores populares retrasò en doscientos años las conquistas de
derechos ya ganadas.
¿Echarle una mano a la derecha?
Written By Unknown on lunes, junio 09, 2014 | lunes, junio 09, 2014
Etiquetas:
feature,
headlines news,
politica
Publicar un comentario