La campaña del Centro Democrático ha dado en la
flor de retratar a su candidato como el Zorro. Las cuñas son simpáticas.
Pero le abren un boquete a sus competidores que, sorprendentemente, no
han querido o podido aprovechar la oportunidad.
Por: Francisco Gutiérrez Sanín
Algo parecido sucede con la paz. En declaraciones emitidas durante la serie de entrevistas que concede Yamid Amat a los candidatos, el zorro Óscar declaró que le daría una semana a las Farc para que suspendieran todas sus actividades criminales, y que si no lo hacían acabaría con las negociaciones. Esto equivale a una demanda de rendición, entre otras cosas porque, dado que las Farc son una organización ilegal, cualquier actividad suya también lo es. El zorro uribista sabe muy bien que su caudillo se portó de manera muy distinta con los paramilitares. Estos hicieron hasta para vender entre 2002, cuando comenzaron las conversaciones, y 2007, cuando terminaron: masacres, ataques contra la población civil, pactos para apoderarse de municipios y hasta departamentos, asesinatos selectivos. Nunca se le ocurrió al zorro Óscar Iván emitir ukase semejante al que tiene ahora en su cartera. Quizás porque en su movimiento anidaron literalmente decenas de personas oscuras que, por ser “el compadre, el vecino, el amigo”, eran tomadas con consideración y afecto. Así que, a sabiendas de que esta guerra brutal que lleva ya décadas castiga implacablemente a los más débiles y más vulnerables, el zorro Óscar Iván quiere rifar irresponsablemente las conversaciones de paz, contra todo lo que hicieron su movimiento y su caudillo.
En realidad, en buena medida el uribismo representa la revancha de poderes locales atrabiliarios contra cualquier semblanza de regulación. No es el movimiento del Zorro, sino el del capitán Ramón. Pero no todo está perdido. Porque nuestro zorro —en minúsculas— tiene algo que ver con el original. Primero, la larga, interminable y en realidad inevitable, relación de sus representados con la ilegalidad. Sí: mucha gente de antifaz. Lo del hacker es apenas un episodio, gravísimo, de una cadena que no tiene fin y no puede tenerlo. Segundo, una astucia que evoca a la del animal y la de la figura mítica. Pero es la astucia usada ya como la del zorro de la bonita fábula de La Fontaine: para quitarle a la gente el queso de la boca.
Para que esto no pase, ¿por qué no le meterán un poquito de memoria (de la fácil, la de corta duración) a esta campaña?
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