La exploración de esta aparente antítesis es el
tema de uno de los clásicos de teoría jurídica: el corto pero influyente
libro que publicó Rudolf von Jhering en 1872, a partir de una
conferencia pronunciada ese año en Viena.
La tesis de Jhering es
tan profunda como simple: todos los derechos han sido adquiridos por la
lucha. Y es por la lucha que serán conservados. Si una persona sufre una
injusticia, porque alguno de sus derechos ha sido vulnerado, debe
entonces luchar contra esa injusticia. Y debe hacerlo no sólo como un
actor racional egoísta que busca proteger su interés particular sino
como expresión de dos deberes más generales: un deber para consigo
mismo, pues al luchar por su derecho lucha también por el respeto de su
propia dignidad, y un deber con la sociedad, pues el goce efectivo de
los derechos y la preservación del imperio de la ley dependen en gran
medida de que los ciudadanos se indignen frente a las injusticias que
sufren y las combatan.
La lucha por cada derecho individual es así
parte de una lucha general permanente por el imperio del derecho y de
las libertades. La capacidad pacificadora del derecho y el goce de las
libertades públicas dependen entonces de que la ciudadanía tenga el
“sentimiento del derecho”, esto es, la voluntad de combatir las
injusticias, incluso aquellas menores, como puede ser la reacción de
indignación que logra evitar que triunfe el avivato que intenta colarse
en una fila violando el derecho a la igualdad.
Jhering ve la
fortaleza del Estado de derecho y de las libertades en la Inglaterra del
siglo XIX en la amplitud del “sentimiento del derecho” entre los
ingleses, que contrasta con la debilidad de ese mismo sentimiento, en
esa época, entre los austríacos, que explicaría la debilidad de su
Estado de derecho en ese momento.
Contemporáneamente, Nelson
Mandela parece una encarnación de la tesis de Jhering. Mandela no fue un
abuelito angelical que simplemente quiso la reconciliación entre los
sudafricanos. Esa imagen descafeinada de Mandela, que algunos han
presentado, olvida que fue un luchador radical por la igualdad. Por eso
se negó a salir de la cárcel en 1985, cuando ya llevaba 22 años preso,
pues el gobierno de Botha le exigía renunciar a su lucha. Y sólo salió
en 1990, cuando De Klerk aceptó liberarlo sin condiciones. Mandela sabía
que sólo una persona libre podía negociar la transición hacia la
igualdad. Como confirmando a Jhering, la intransigencia de Mandela en la
lucha por el derecho a la igualdad fue lo que le permitió lograr la paz
y la reconciliación.
El libro de Jhering sigue siendo entonces
una lectura recomendable. Muestra que sin un “sentimiento del derecho”
extendido y sin ciudadanos dispuestos a luchar por sus derechos, el
Estado de derecho y las libertades están en riesgo. Y por eso termina
con esa célebre frase de Goethe: sólo merece la libertad aquel que es
capaz de conquistarla todos los días.
La lucha por el derecho
Written By Unknown on domingo, enero 05, 2014 | domingo, enero 05, 2014
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