Por: Diego Olivares, las2orillas.co.
El Procurador actúa con la intransigencia de quien se siente
instrumento de fuerzas divinas. Es un hombre de rosario diario y misa en
latín, trabaja a los pies de un crucifijo con la Biblia abierta
Desde
el primer día en que Alejandro Ordóñez llegó a su despacho en la
Procuraduría hace ya casi cinco años, la oficina y los pasillos
contiguos fueron invadidos por crucifijos, camándulas, estampillas y,
sobre todo, ángeles de colores y formas distintas. Desde su escritorio
no se ve un lugar que no tenga un elemento religioso. Al poner los
íconos en su despacho, el 15 enero de 2009, retiró el cuadro de
Francisco de Paula de Santander, el hombre de las leyes, para
reemplazarlo por un crucifijo del cuerpo de Cristo, con el INRI
resplandeciente en la parte superior de la cruz. Había hecho el mismo
ritual cuando se posesionó como presidente del Consejo de Estado. El
crucifijo que lo acompaña tiene una historia bien particular: Ordóñez le
pidió a cada uno de los 27 magistrados una donación de $50.000 para
adquirir la efigie, 18 de ellos le dieron el dinero para no quedar como
tacaños, de tal manera que pudo mandar comprarlo por dos millones de
pesos en un reconocido anticuario.
Pero su verdadera devoción se manifiesta
cada domingo cuando asiste con su esposa Beatriz Hernández a cumplir la
cita con Dios en la iglesia de Los Sagrados Corazones de Jesús y de
María, en el barrio La Soledad, uno de los pocos lugares de Colombia
donde, de acuerdo a los cánones de Monseñor Lefebvre, la misa se celebra
todavía en latín. Este ritual imponente es concelebrado por tres
sacerdotes: el argentino Fernando Altamira, el mexicano Bernardo Ariza y
el español José Ramón García. Las mujeres se cubren la cabeza con
mantillas. Los sacerdotes ofician en latín, dando la espalda a los
fieles frente a un altar cubierto por un mantel rojo con bordes de hilo
blanco. Solamente les dan la cara a los devotos asistentes al final,
cuando ofrecen la hostia con los ojos cerrados y las manos juntas y de
rodillas, en una ceremonia que dura hora y media.
La Iglesia pertenece a la Orden de la
Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, creada por el Cardenal Francés
Marcel Lefebvre en 1970, en oposición a las innovaciones del Concilio
Vaticano II, realizadas por el Papa Juan XXIII en 1960. La fidelidad de
este movimiento a la misa “Misa Tridentina” y las sanciones del Vaticano
contra esta Fraternidad hicieron famoso a Lefebvre. Sólo existen en el
mundo 300 párrocos que continúan el ideario religioso del cardenal
francés y están decididos a expandir su mensaje en los cincuenta países
donde tienen presencia. En Bogotá hay dos.
Alejandro Ordoñez conoció a los
lefebvristas en Bucaramanga, donde nació hace 57 años. En esa ciudad el
párroco chileno René Trincado hacía un ritual aún más rígido, en el que
obligaba a hombres y mujeres a cubrirse la cabeza con mantillas negras y
blancas antes de entrar a la iglesia. De hecho, después de graduarse
como abogado tomó la decisión de irse como seminarista a uno de los
centros de estudio de Marcel Lefebvre en Suiza, pero la carne lo llamó y
aunque se alcanzó a vestir con el hábito negro el sueño de convertirse
en cura terminó un año y medio más tarde. Un fanatismo que ha llevado
hasta su casa donde tiene un reclinatorio para pedir perdón mientras
reza, apartamento donde en diciembre no suele haber un solo pesebre,
sino tres. Todo indica que estas costumbres las heredó de su padre, un
hombre conservador que levantó a sus hijos con una panadería que se hizo
famosa por crear la receta de las Galletas Aurora.
Ordóñez y los demás hombres que van a la
iglesia sostienen una camándula en la mano derecha durante la
ceremonia. La devoción del alto funcionario es tal, que cuando no
alcanza a llegar al rito, un sacerdote se desplaza hasta su casa para
oficiarle la misa, que al terminar continúa en un almuerzo con su
familia. Su hermana María Eugenia comparte su fe. Ella es una religiosa
de las Hermanas de la Presentación que dirige el colegio de esta
congregación en Bucaramanga, uno de los más tradicionales de la ciudad.
En 2007 el colombiano Alejandro Ordóñez recibiría de las propias manos
de el príncipe Don Sixto Enrique de Borbón la orden de caballero, la
misma que le impusieron al dictador uruguayo Juan María Bordaberry.
Antes de ser elegido en el cargo ya se
había opuesto en público y con fiereza contra la posibilidad de que las
mujeres pudieran detener el embarazo en cualquier circunstancia y no
dudó en demandar al director de la revista SoHo por la representación
gráfica de La última cena, en la que figuras de la política, la cultura y
el periodismo suplantaron a los apóstoles y Alejandra Azcárate a Jesús.
De joven, como estudiante del Colegio San Pedro Claver de Bucaramanga,
quemó libros de autores de la literatura universal, como Diego Hurtado
de Mendoza, Gustave Flaubert, Víctor Hugo, Thomas Mann, Jean-Jacques
Rousseau y Marcel Proust, que reposaban en la Biblioteca Pública Gabriel
Turbay, el día de la celebración de la Virgen María.
Ordóñez se ha batido a fondo en busca
que una reforma constitucional asegurara la prohibición definitiva del
aborto sin excepciones. En el primer paso fue derrotado en la Comisión
Primera del Senado, pero seguirá insistiendo de la mano de senadores y
representantes a la Cámara del ala más ultra conservadora.
En esa misma línea ha combatido la
adopción de las parejas del mismo sexo y quiere llegar incluso hasta la
supresión del matrimonio civil. En su momento se ha opuesto también al
trámite de la ley que reglamentaría el derecho de los enfermos
terminales a disponer sobre el final de sus vidas, como lo había
posibilitado la ponencia del entonces magistrado Carlos Gaviria Díaz en
la sentencia C-367 de 1997.
Muy seguramente seguirá insistiendo en
sus pequeñas batallas diarias, que librará junto a Ilva Myriam Hoyos
Castañeda, la procuradora delegada para la Defensa de los Derechos de la
Infancia, la Mujer, la Adolescencia y la Familia, con quien comparte
ideología, valores y creencias. Hoyos lo acompaña en las misas que
celebran cada tanto en las instalaciones de la Procuraduría. Y las que
libra con María Eugenia Carreño, la procuradora delegada para la función
pública, quien ha proyectado los fallos que el casi siempre termina
avalando. Carreño también asiste a la iglesia de La Soledad.
Ordóñez también pertenece a la Orden de
la Legitimidad Proscrita, una especie de comunidad secreta dentro del
ala extrema y más radical de la iglesia católica. Ese grupo hace de la
política una herramienta para expandir el ideario católico radical,
asociado al respeto a la vida sin consideración alguna y el rechazo
irrestricto a la homosexualidad. Esas posiciones las dejó consignadas en
su libro ‘El Desarrollo de nuestra animalidad’. Por este sendero,
Alejandro Ordóñez se convirtió hace años en presidente de las juventudes
departamentales del Partido Conservador en Santander, mientras
estudiaba Derecho llegó al concejo de la ciudad, tiempo después fue
nombrado magistrado del Tribunal Administrativo de Santander, donde
impartió sus convicciones por siete años. Su carrera tomó vuelo cuando
fue elegido como consejero de Estado en el año 2000, aquel máximo órgano
de lo Contencioso Administrativo donde llegó a ser hasta su presidente.
Ocho años más tarde, y aunque reconocidos columnistas y periodistas se
opusieron de tajo a su candidatura como procurador general de la Nación
por su pasado camandulero, la sorpresa fue total al salir avante con una
votación sin precedentes; 81 votos contra 1, un cargo que ha venido
ejerciendo de la mano de un Dios que invoca las 24 horas del día.
El Procurador es un hombre de fe que
integra la Asociación Colombiana de Abogados Católicos. Antes de
cualquier entrevista, se retira diez o quince minutos para rezar y
buscar claridad en un oratorio que denomina “la ermita”. Allí se
encomienda a San Benito y San Juan de la Cruz en una especie de oráculo
divino que acondicionó en uno de los rincones de su oficina. Así lo ha
hecho antes de decidir la muerte política de más de 800 alcaldes, 18
gobernadores y 23 congresistas.
Su talante, fortalecido por su devoción
semanal, está presente en su trabajo de control disciplinario frente a
los funcionarios públicos. Tal vez por ello no ha dudado en inhabilitar
para ejercer cargos públicos a personalidades de la talla de: el
exministro de Agricultura Andrés Felipe Arias, al ex secretario general
de la Casa de Nariño Bernardo Moreno, al ex gobernador de Valle Juan
Carlos Abadía, al ex gobernador del Magdalena Omar Díazgranados, también
a los exalcaldes de Bucaramanga, Fernando Vargas Mendoza y de Medellín
Alonso Salazar. Así como en septiembre de 2010 destituyó a la exsenadora
Piedad Córdoba a por 18 años para ejercer cargos públicos.
La última estocada de muerte política
que acaba de dar Ordóñez, de quien también se sabe es fanático de las
corridas de toros, se la acaba de propinar alcalde de Bogotá, Gustavo
Petro. En un caso que duró cerca de un año entre la Biblia y la virgen
que reposan en su despacho, el procurador terminó por destituir al
burgomaestre y como si fuera poco a inhabilitarlo durante los próximos
15 años para ejercer cargos públicos o de elección popular. Quizá, la
mañana de este lunes 9 de diciembre de 2013, Alejandro Ordóñez fue
iluminado por su crucifijo de dos millones de pesos para sancionar a un
funcionario por haber dejado tres días a Bogotá sin la recolección de
basuras con el propósito de poder recuperar más de 500 mil millones de
pesos que se llevaban las empresas privadas. Tal vez, el procurador,
este domingo como de costumbre regrese a la iglesia de Los Sagrados
Corazones de Jesús y de María, en el barrio La Soledad, a pedirle perdón
a Dios si en algún momento se ha equivocado por actuar como un mortal
más.
Publicar un comentario