José María Carbonell, Nueva Colombia.
Hay una diferencia sustancial entre hablar mal de un
gobierno –decir la verdad- y hablar mal de la patria –decir mentiras contra su
propio país-.
A la entonces senadora Piedad Córdoba faltó poco para que
los furibistas la lincharan por lo que ella dijo del gobierno de Uribe Vélez en
un foro internacional.
Entre esos furibistas estaban los mafiosos
narco-paramilitares, entre ellos, claro está, Job, el narcotraficante que fue
atendido a manteles en el Palacio de Nariño (Palacio Presidencial) de noche y
entrando por la puerta trasera para que nadie se diera cuenta de los tratos del
mafioso entonces presidente.
Al narco-paramilitar no
82 ex-presidente (que todavía lo presentan como presidente de Colombia) y hoy
senador Álvaro Uribe Vélez le dan toda la vitrina en un evento internacional y
allí despotrica no del gobierno de turno, el de JM Santos, sino de su país y lo
define como una narco-democracia.
Evidentemente que Uribe
Vélez tiene argumentos de sobra a su favor para decirlo. Él ha sido uno de los
que ha llevado a Colombia a estar en manos de los mafiosos, toda vez que él
desde cuando fue gobernador de Antioquia hasta cuando fue presidente -2
períodos- intento por todos los medios institucionalizar el
narco-paramilitarismo en el estado colombiano.
Y casi que lo logra. Solo
hasta ahora, con el Acuerdo de Paz entre las FARC-EP y el gobierno -en
representación del estado-, se logró convertir el narco-paramilitarismo en
organizaciones criminales constitucionalmente prohibidas. Porque antes andaban
de la mano de politicos tradicionales y no tradicionales, de altos oficiales militares,
de altos policías, de financieros y empresarios, etc.
Claro que de la
prohibición constitucional –en el papel- a su superación práctica hay mucho
trecho y tocará esperar para ver si hay desde el estado la voluntad política de
superar esa página bochornosa para los colombianos.
La orfandad de poder
evidenciada por Uribe Vélez está demostrando que tal estado lo lleva al
ridículo. Es tal su desesperación por volver a la “Casa de Nari” que recurre a
lo que sea, incluso la mentira, para deslegitimar a su oponente sin saber que
al hacerlo se deslegitima a sí mismo.
Los que votaron por el
No en el plebiscito ya no son un redil de ovejas, sino que de a poco van dándose
cuenta de la categoría moral de un ex-presidente que llega al extremo de hablar
mal de su patria. Y la patria es como la madre. Sea lo que sea nunca se habla
mal de ella.
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