Durante décadas, la cortina de hierro fue el símbolo de la división del mundo en dos ideologías antagónicas y del dolor humano de un mundo bipolar.
Por: Beatriz Miranda, Columnista invitado
En 1989, el fin de un mundo dividido trajo una esperanza fugaz de uno más solidario, más fraterno y menos bélico. Se supuso que el concepto de seguridad se disociaría de las armas y se anunciaba el advenimiento de la seguridad no armada y la cooperación. No obstante, el rápido posicionamiento del país “victorioso”, la reacomodación de las exrepúblicas soviéticas y la emergencia de conflictos nacionalistas, étnicos y religiosos indicaron que aún se estaba lejos de un mundo ideal.
El nuevo orden mundial traía un fuerte componente militar y un unilateralismo vigoroso, mientras un mundo expectante no entendía el porqué de la primera invasión a Irak, pese a que los expertos no habían encontrado armas químicas de destrucción masiva. De ahí en adelante, guerras de nuevo tipo terminaron siendo avaladas, el papel de la ONU cada vez más simbólico y menos autónomo muestra el anacronismo de los organismo creados en la Posguerra y la necesidad de reformarlos.
Durante la celebración del 25º aniversario de la caída del muro de Berlín, la canciller Ángela Merkel afirmó que “tenemos la fuerza para construir nuestro futuro. Podemos cambiar las cosas para mejor. Ese es el mensaje de la caída del Muro". El exlíder soviético Mijaíl Gorbachov dijo que “Occidente violó el espíritu de 1989 debido a la escalada de tensión con Rusia en Ucrania y advirtió que la situación deja al mundo al borde de otra Guerra Fría”.
Para Eric Hobsbawn, “el fin del comunismo ha significado el súbito fin de los valores, hábitos y prácticas sociales con los cuales han vivido varias generaciones. Tanto el neoliberalismo occidental como las políticas poscomunistas que ha inspirado deliberadamente subordinan el bienestar y la justicia social a la tiranía del Producto Interno Bruto, sinónimo del máximo y deliberadamente desigual crecimiento. Tampoco existen bases para el capitalismo con rostro humano”.
Se derrumbó el Muro de la Guerra Fría, pero se erigieron otros alrededor de los denominados conflictos limitados permanentes. En 2001, EE.UU. aprobó la construcción de uno de 1.200 km en una frontera de 3.500 km. Al intentar cruzar el muro de Berlín —la Cortina de Hierro—, murieron cerca de 300 personas. En el muro al sur de río Bravo mueren de 300 a 500 por año, las cuales entierran en México la esperanza del sueño americano.
La Franja de Gaza, con 360 km², tiene 1,8 millones de habitantes, lo que la convierte en la zona de mayor densidad poblacional del mundo. Israel controla el territorio palestino por tierra, mar y aire. Palestina es un territorio dividido por muros de más de 600 km de extensión que han creado fracturas territoriales y espacios para la colonización judía y la ocupación militar.
Con la celebración de la caída del Muro de Berlín, se abre la esperanza de que los muros de México-EE.UU. e Israel-Palestina algún día sean derrumbados.
Beatriz Miranda *
Beatriz Miranda | Elespectador.com
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