Resistencia Antiimperialista / Rebelion.
Es
el verano de 1942 y la misma Ucrania que hoy se encuentra ocupada por
fascistas pro-occidentales se encontraba bajo el yugo Nazi. El terror
recorría las calles y los estadios. Muchos jugadores del Dínamo de Kiev
habían partido a los frentes de guerra, mientras otros se quedaron
resistiendo en armas en las calles para morir o ser esclavizados en los
campos de concentración. Los que sobrevivieron buscaron trabajo en una
panadería y formaron el FC Start, que comenzó a imponerse rápidamente
sobre sus rivales alertando a las autoridades alemanas. Para darles una
lección a los ucranianos se fijó un partido entre el FC Start y el
equipo Flakelf de la Luftwaffe, con un árbitro de las SS. Aunque
confiados de su victoria, los nazis amenazaron a los jugadores
ucranianos advirtiéndoles que morirían si ganaban el partido.
Hambrientos y mal vestidos, la dignidad de los jugadores ucranianos pudo
más y se impusieron a los alemanes. Como venganza los nazis
arrestarían, torturarían y enviarían a campos de concentración a los
jugadores ucranianos, sin embargo, su heroísmo quedaría marcado por
siempre en la historia.
Comenzamos narrando esta historia para
ejemplificar como el fútbol es más que un simple deporte, es parte de
una lucha que ha dejado su huella imborrable en la historia de los
pueblos. El fútbol, el deporte más popular del mundo, aquel que es capaz
de desatar las más variadas pasiones y sentimientos, precisamente por
estos motivos, no es solo entretención, es un arma, que puede ser usada
tanto para la liberación como para la opresión. El fútbol no es ni de
izquierda ni de derechas, no es ni socialista, ni socialdemócrata ni
capitalista, pero, hay que decirlo, hoy está absolutamente monopolizado
por el capitalismo y su lógica mercantil.
Hoy el fútbol ha
sido transformado en un negocio, en un estupendo negocio, y en un arma
para la dominación y el mayor ejemplo de ello o hemos visto en estos
meses con motivo del Mundial de Brasil.
Brasil 2014: entre balas y billetes
Los
jugadores del FC Start eligieron morir antes que ser derrotados,
jugaron el partido, tuvieron su oportunidad de vencer y morir; hoy a los
niños brasileños ni siquiera se les permite eso. Antes de que suene el
silbato decenas de niños son asesinados, miles de pobladores son
desplazados y millones son reprimidos para garantizar el espectáculo y
el negocio. Y es que así como toda inversión extranjera exige un país
con gobernabilidad, todo Mundial de fútbol exige, a parte de la
gobernabilidad, el maquillaje de todo aquello que pueda ser desagradable
para los ilustres visitantes que llegarán al país. Y es que siempre es
difícil vender la imagen de un país con tantas desigualdades, pobreza y
violencia.
El Mundial fue –y es- una apuesta de la clase
gobernante Brasileña, una apuesta económica y política que buscaba
principalmente generar un lucrativo negocio para el empresariado
brasileño, proyectando al exterior, de paso, una imagen de un Brasil
próspero y viable para la inversión, al tiempo que el sentimiento de
unidad nacional generado por el fútbol, las obras de infraestructura y
la repercusión mediática del Mundial permitiesen un acumulado político
para la reelección del actual gobierno.
Tras ser designado
como sede del Mundial 2014, el gobierno brasileño estableció que los
estadios y demás obras de infraestructura serían levantados por el
sector privado, pero con dinero público. A través del BNDES, Banco
Nacional de Desarrollo Económico y Social, se financiaron las obras
ejecutadas por empresas privadas, las que intencionadamente retrasaron
sus labores para presionar exigiendo pagos extras, esto hizo que el
costo final de las obras haya sido un 300% superior al presupuestado
inicialmente, unos 2.500 millones de euros, según datos del Sindicato
Nacional de Arquitectura y de la Ingeniería, que superan los realizados
en Alemania y Sudáfrica en los Mundiales pasados. Negocio redondo, al
que hay que sumar el negocio que se está haciendo con la hotelería y las
telecomunicaciones, con vistas a recibir a los más de 600 mil turistas
que llagarán al país.
El comercio ilegal también se está
fortaleciendo con el Mundial. El capitalismo delictivo ya ha obtenido
ganancias con la explotación sexual de niños y niñas en los alrededores
de las grandes obras y ya se preparan para desatar la prostitución
infantil y el tráfico de drogas con la llegada de los turistas, algo que
ya ha sido reseñado por la prensa que sin ningún tipo de respeto hablan
de “las niñas putas del Mundial”.
Para la multinacional
dueña del Mundial (la FIFA) el negocio es impresionante, gracias a la
complicidad del gobierno brasileño. La llamada “Ley FIFA”, firmada por
la presidenta Dilma Rousseff, establece que los patrocinadores del
mundial (donde están multinacionales como la Coca Cola, McDonald’s,
Budweiser, etc.) no pagarán impuestos durante 12 meses!! Además, se
exige la prohibición del comercio ambulante cerca de los estadios. Esto
con el objetivo de obtener unos 3.500 millones de dólares. Sin mencionar
el negociado que se hace con la venta de derechos de transmisión, las
salas VIP en los estadios, la venta de entradas y los alojamientos en
hoteles lujosos.
Cerca de 11 mil millones de dólares gastará
el Estado brasileño en el mundial, mientras las multinacionales
auspiciantes no pagarán ni un impuesto, dinero del pueblo brasileño que
podría ser usado en salud, vivienda, educación, transporte y otros
servicios sociales. Junto a esto, el negocio de la construcción ha
requerido de la expulsión de más de 250 mil personas en las 12 ciudades
sedes del Mundial. Miles de familias han perdido su derecho a la
vivienda para dar paso a estadios, aeropuertos, autopistas y otras
edificaciones. ¿Ahora se entienden las manifestaciones y la rabia del
pueblo brasileño?
Las manifestaciones que se han venido
desarrollando desde el 2013 tienen 6 grandes reivindicaciones: vivienda,
salud pública, transporte público, educación, justicia (fin de la
violencia de Estado en las favelas y desmilitarización de la policía
militar) y que se permita la presencia de vendedores ambulantes en las
inmediaciones de los estadios. Sin embargo, han sido desoídas por el
gobierno quien ha desatado una represión extrema que he terminado
militarizando al país.
Y es que no solo se trata de contener
a los manifestantes e impedir que el pueblo muestre al mundo el
verdadero rostro de Brasil, también se deben esconder todas las
desigualdades sociales y los vicios que están conllevan. Al parecer la
consigna ha sido que para erradicar la pobreza hay que acabar con los
pobres y, para ello, se ha procedido a la ocupación militar de las
favelas, lo que ha significado la expulsión de cientos de personas y el
asesinato de docenas de niños, reemplazándose el autoritarismo narco por
la arbitrariedad militar de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) y
del Ejército. La limpieza social alcanza su faceta mas cobarde y
criminal con el asesinato de indigentes y niños de la calle, que según
Ong’s suman más de 130 víctimas.
El asesinato, la militarización, el desplazamiento forzado, la represión, han sido la antesala de un Mundial bañado de sangre.
El negocio del fútbol
El negocio del fútbol mueve anualmente unos 500 mil millones de
dólares. Su propietario, la Federación Internacional de Fútbol Asociado
(FIFA), obtiene más de 200 millones de dólares anuales solo en
utilidades, con un patrimonio de más de mil millones de dólares. A esto
debemos sumarle las enormes ganancias que obtienen las diversas
multinacionales asociadas al negocio futbolero y sus figuras, son cifras
astronómicas que superan el PIB de muchos de los países más
desarrollados. Esto gracias a un mercado compuesto por más de 300
millones de personas que practican este deporte en sus diversos grados
de profesionalismo, a los que se suman los cientos de millones que lo
siguen en los estadios, por televisión o internet.
Como dice Eduardo Galeano:
El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y
muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha
convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se
organiza para jugar sino para impedir que se juegue.
Hoy los clubes son sociedades anónimas, propiedad privada de
multinacionales, fondos de inversión o de algún multimillonario que poco
le importa la pasión deportiva. Cada uno de estos clubes opera como una
empresa, asociada a una gran empresa multinacional como lo es la FIFA.
Lo futbolistas ya no son personas, son imágenes y mercancías y su
talento vale en la medida en que permite generar ganancias. Existe un
mercado de compra-venta de jugadores, estos se cotizan, se especula
sobre ellos, se establecen valores a futuro, se ofrece propiedad sobre
todo o parte de sus derechos económicos, tal como si fuese cualquier
producto transable en alguna Bolsa de Comercio. Los países de la
periferia de África o América Latina se convierten en semillero para
futuras inversiones. Managers y agentes caza talentos se pasean por
nuestros países ofreciéndoles a los niños la ilusión de llegar a algún
equipo de los grandes. Con pasaportes falsos se compran niños africanos
para llevarlos a Europa, se calcula que cerca de 20 mil niños africanos
que llegaron con la promesa futbolera a Europa hoy viven en extremas
condiciones en las calles.
El fútbol es un negocio pero
también es un arma para quienes dominan, sobran los ejemplos de la
utilización del fútbol con fines políticos, baste citar en mundial de
Argentina en el 78’ y el uso que hizo del él la Dictadura Militar. El
fútbol es utilizado para exacerbar las ficticias y preconstruidos
conflictos entre países vecinos para generar sentido de unidad nacional y
asi esconder las desigualdades internas, como mecanismo de distracción
social y adormecimiento y como mecanismo de división. Respecto a esto
último es significativo que mientras los hinchas se matan en las afueras
de los estadios, los dueños de esos clubes ven los partidos juntos y
comparten negocios sin ninguna rivalidad.
Que el fútbol se
haya transformado en esto no significa que sea malo de por sí. El futbol
es parte de una lucha, como ocurre también en otros ámbitos, en él aún
hay resistencias, gestos heroicos y anhelos populares, tenemos el fútbol
de barrio, futbolistas que luchan junto a su pueblo, hinchadas
antifascistas o con vocación social y pequeños clubes que aún resisten a
la mercantilización. No se trata de criticar al fútbol en sí, sino a
todo lo que lo rodea y lo ha convertido en lo que es hoy. El fútbol es
un sentimiento antes que todo, pero también debiese ser, y es la lucha
que debemos dar, un derecho para el pueblo y no el monopolio de unos
pocos.
Brasil 2014, el negocio del fútbol a costa de un pueblo
Written By Unknown on sábado, junio 07, 2014 | sábado, junio 07, 2014
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