La corrupción, la burocracia, la deficiente infraestructura y la exigua inversión en ciencia, tecnología e innovación ponen a Colombia en la cola de América Latina en la conquista de Asia.
Al tiempo, China espera que se adecue la infraestructura para
pasar de la retórica a la práctica en la integración con Asia-Pacífico y
establecer una alternativa de paso interoceánico al canal de Panamá.
El poder político y económico en el mundo ha dado un giro transcendental en la última década: países rezagados, con poca participación en el escenario político y comercial internacional, llevaron a cabo grandes transformaciones sociales y económicas; es el caso de las economías emergentes –soporte de la crisis económica que empezó en el año 2008–, que no tenían peso décadas atrás.
Realizaron profundas restructuraciones, planificaron a largo plazo y encontraron que la base para su desarrollo dependía del fortalecimiento de sus estructuras económicas, apoyadas en la capacidad del recurso humano, su formación al más alto nivel, el avance científico y tecnológico con gran impulso estatal para lograr una modernización industrial y de infraestructura, requisito para la competitividad.
”El giro del mundo torna al Índico y al Pacífico como tránsitos dinámicos de la economía: de Suráfrica a India, así como a China, Japón y Corea. Al tiempo que se habilita el Atlántico sur, con Brasil y el Mercosur, para configurar un mundo multipolar. Pero en todo caso, con el ritmo más dinámico desde el corazón del Oriente, ante cuyas recientes arritmias tiembla el mundo entero”.
El papel latinoamericano
La Alianza del Pacífico (México, Chile, Perú y Colombia) selló el gran acuerdo respecto de la globalización y el libre mercado. Como lo señaló el presidente de Chile, Sebastián Piñera: “En los países es fuerte el compromiso con la democracia, con el Estado de derecho, con el respeto a la propiedad privada y a la economía social de mercado”.
Su impulso es decidido: eliminará un 90% del arancel aduanero y el otro 10% de manera progresiva en siete años para mirar en firme hacia el Pacífico. Su importancia es evidente: representa el 35% del PIB de América Latina, la octava economía del mundo, realiza el 50% del comercio de la región y sus exportaciones superan los 550.000 millones de dólares, siendo la quinta población más grande del planeta (209 millones).
Su misión: el acercamiento económico con Asia-Pacífico, integrada por cuarenta países (China, Japón, Corea, Indonesia, India, Nueva Zelanda, Vietnam, Singapur y Australia, entre otros), que crecen a pasos a agigantados. China, segunda economía mundial, lo hace al 7% anual y desplazará a EE. UU. en el año 2017. Su presencia en América Latina hace que para algunas naciones sea el primer socio comercial y de inversiones.
Hace solo cincuenta años la región iba a la zaga, pero el alto crecimiento se convirtió en un milagro. Primero fueron los tigres asiáticos: Corea, Taiwán, Japón, Singapur y Hong Kong. Luego China, India, Vietnam y Brasil, que crecen por encima del 8% anual, el doble del promedio mundial.
Sin embargo, Asia carece de recursos naturales y su peso en la economía mundial demanda recursos energéticos mineros y alimentarios (commodities), lo que beneficia a Oriente Medio, África y Suramérica, exportadores netos de materias primas. Además, existe un flujo de inversión hacia países ricos en recursos naturales que vuelcan la mirada a Asia-Pacífico.
Las tendencias
China se ha convertido en una caja de pandora que podría ser ejemplo para los países en vías de desarrollo. Entender este proceso es fundamental para Colombia.
El país ha mejorado algunos de sus indicadores económicos (resultado de una situación coyuntural: los altos precios del petróleo y de los commodities). Pero se encuentra atrasado para afrontar los nuevos retos de un mundo cada vez más globalizado y competitivo.
A pesar de incrementar su comercio con Asia, sigue por debajo de su potencial en comparación con otros países de América Latina. En efecto, mientras el comercio con China siempre ha sido deficitario para Colombia, otras regiones tienen una balanza superavitaria, como Brasil, Perú y Chile.
El primer destino de nuestras exportaciones en el año 2012, con el 36,6% del total, fue EE. UU. (USD 60.208 millones), seguido por la Unión Europea, con el 15,09%, y China, con el 5,6%. Por el lado de las importaciones (USD 58.632 millones), EE. UU. participa con el 24%; China, con el 16,3%; México, con el 10,9%; y Brasil, con el 4,8%.
Para empezar una integración profunda con el gigante asiático se debe entender que somos economías complementarias, con oferta de commodities (alimentos, hidrocarburos, petróleo y gas) altamente demandados por China. Pero el boom de estos insumos está llegando a su fin, por el ciclo de precios a la baja.
Por eso, se requiere inversión productiva, un salto en materia de infraestructura vial y portuaria para ampliar el mercado doméstico y no repetir el experimento de ser exportadores de materias primas y manufacturas e importadores de bienes de capital y tecnología.
Cambia la dirección
El eje geopolítico mundial se desplaza al otro lado del Pacífico, y es muy probable que Shanghái se convierta en la capital financiera del mundo, lo que han entendido otros países de América Latina que ya iniciaron este recorrido, como Brasil, Chile, Perú, Argentina y Venezuela. La economía China, con más de 1.300 millones de personas, es la segunda del mundo, y según el FMI llegará al primer lugar en el año 2017.
El crecimiento dinámico de Latinoamérica en la década pasada refleja la conexión con China, tanto en forma directa (comercio y la IED) como de forma indirecta, a través del impacto en los precios de los bienes primarios en los mercados internacionales.
La pregunta es la siguiente: ¿puede la región aprovechar las estrechas relaciones con China, que la convierten en una fuente importante pero no única de desarrollo a largo plazo?
El gigante asiático ha transformado su comercio en las tres últimas décadas, como lo hizo Japón en la posguerra. En los años ochenta sus exportaciones eran típicas de un país en vías de desarrollo, (productos agrícolas, materias primas y manufacturas básicas), mientras importaba maquinaria y equipo de transporte.
Educación y CyT son vitales
Según el informe del Consejo Privado de Competitividad (2011-2012), la educación, seguridad social, formalización del trabajo, ciencia, tecnología e innovación, la infraestructura y el transporte muestran un panorama desalentador frente a Brasil, México, Chile y Panamá.
Según la medición de la competitividad del International Institute for Management Development (IMD) para 59 países –basada en el desempeño económico, la eficiencia gubernamental y empresarial e infraestructura–, se observa el descenso del país en el periodo 2003-2012, al pasar del puesto 34 (2004) al 52 (2012).
Los factores más problemáticos para hacer negocios en Colombia son en su orden: corrupción, 18%; inadecuada infraestructura, 12,1%; burocracia ineficiente, 10,6%; y poco acceso al financiamiento.
Con la globalización se ha minimizado el papel del Estado y se le asigna importancia al libre comercio, desconociendo que los grandes desarrollos de los países avanzados fueron iniciativas del “capitalista colectivo ideal”, el Estado. El repunte de las economías emergentes, como China, India y Brasil, se explica por la focalización que le han dado a la inversión en ciencia, tecnología e innovación (CTeI).
Según el Banco Mundial, los países deben invertir como mínimo el 2% de su PIB. Pese a la crisis, varias naciones superan esta recomendación: Suecia (3,75%), Japón (3,44%), EE. UU. (3,04%), Austria (2,66%) y Alemania (2,54%). Por debajo del promedio se encuentra América Latina y el Caribe, en donde ha sido del orden del 0,68% del PIB; se destacan Brasil (1,19%), Chile (0,39%), Cuba (0,64%), Argentina (0,60%), México (0,40%) y Colombia, con solo un 0,14%.
Consciente de su evolución económica, China le ha apostado decididamente al campo del conocimiento. Incentiva el desarrollo en CTeI, considerado de vital importancia para su crecimiento. Las universidades se han incorporado al proceso de innovación, lo que permite aumentar el número de patentes por año y es utilizado para incrementar sus ingresos.
La estrategia china es mejorar su imagen internacional, mostrarse como una nación rica culturalmente, próspera y progresista, dispuesta a mirar su realidad objetivamente. Esto con el propósito de avanzar en lo social, no como fachada atractiva para crear relaciones diplomáticas, sino como un país que ofrece armonía y bienestar a su sociedad. El exprimer ministro Zhu Rongji señala: “China será la fábrica del mundo; Estados Unidos, el líder en alta tecnología; y Europa, museos y turistas”.
¿Cómo compite Colombia sin transporte ferroviario, fluvial y sin puertos marítimos modernos, con atraso científico y tecnológico inmerso en la región que crece con más desigualdad? Según la ONU, 180 millones de latinos se debaten en la pobreza (más de 1/3 de la población), y de ellos 71 millones están en la indigencia.
En Latinoamérica, el 20% más rico tiene un ingreso per cápita veinte veces superior al 20% más pobre. Para el caso colombiano, el índice de Gini es de los más altos (0,539), con factores de violencia campesina e inseguridad que hacen más costosos nuestros productos y concentra la tierra en pocas manos. Se advierte un cambio histórico, un renacer del campo colombiano con los vientos de paz que soplan en La Habana.
(Por:Fin/Ricardo Mosquera/GAC/)
N° 85
El poder político y económico en el mundo ha dado un giro transcendental en la última década: países rezagados, con poca participación en el escenario político y comercial internacional, llevaron a cabo grandes transformaciones sociales y económicas; es el caso de las economías emergentes –soporte de la crisis económica que empezó en el año 2008–, que no tenían peso décadas atrás.
Realizaron profundas restructuraciones, planificaron a largo plazo y encontraron que la base para su desarrollo dependía del fortalecimiento de sus estructuras económicas, apoyadas en la capacidad del recurso humano, su formación al más alto nivel, el avance científico y tecnológico con gran impulso estatal para lograr una modernización industrial y de infraestructura, requisito para la competitividad.
”El giro del mundo torna al Índico y al Pacífico como tránsitos dinámicos de la economía: de Suráfrica a India, así como a China, Japón y Corea. Al tiempo que se habilita el Atlántico sur, con Brasil y el Mercosur, para configurar un mundo multipolar. Pero en todo caso, con el ritmo más dinámico desde el corazón del Oriente, ante cuyas recientes arritmias tiembla el mundo entero”.
El papel latinoamericano
La Alianza del Pacífico (México, Chile, Perú y Colombia) selló el gran acuerdo respecto de la globalización y el libre mercado. Como lo señaló el presidente de Chile, Sebastián Piñera: “En los países es fuerte el compromiso con la democracia, con el Estado de derecho, con el respeto a la propiedad privada y a la economía social de mercado”.
Su impulso es decidido: eliminará un 90% del arancel aduanero y el otro 10% de manera progresiva en siete años para mirar en firme hacia el Pacífico. Su importancia es evidente: representa el 35% del PIB de América Latina, la octava economía del mundo, realiza el 50% del comercio de la región y sus exportaciones superan los 550.000 millones de dólares, siendo la quinta población más grande del planeta (209 millones).
Su misión: el acercamiento económico con Asia-Pacífico, integrada por cuarenta países (China, Japón, Corea, Indonesia, India, Nueva Zelanda, Vietnam, Singapur y Australia, entre otros), que crecen a pasos a agigantados. China, segunda economía mundial, lo hace al 7% anual y desplazará a EE. UU. en el año 2017. Su presencia en América Latina hace que para algunas naciones sea el primer socio comercial y de inversiones.
Hace solo cincuenta años la región iba a la zaga, pero el alto crecimiento se convirtió en un milagro. Primero fueron los tigres asiáticos: Corea, Taiwán, Japón, Singapur y Hong Kong. Luego China, India, Vietnam y Brasil, que crecen por encima del 8% anual, el doble del promedio mundial.
Sin embargo, Asia carece de recursos naturales y su peso en la economía mundial demanda recursos energéticos mineros y alimentarios (commodities), lo que beneficia a Oriente Medio, África y Suramérica, exportadores netos de materias primas. Además, existe un flujo de inversión hacia países ricos en recursos naturales que vuelcan la mirada a Asia-Pacífico.
Las tendencias
China se ha convertido en una caja de pandora que podría ser ejemplo para los países en vías de desarrollo. Entender este proceso es fundamental para Colombia.
El país ha mejorado algunos de sus indicadores económicos (resultado de una situación coyuntural: los altos precios del petróleo y de los commodities). Pero se encuentra atrasado para afrontar los nuevos retos de un mundo cada vez más globalizado y competitivo.
A pesar de incrementar su comercio con Asia, sigue por debajo de su potencial en comparación con otros países de América Latina. En efecto, mientras el comercio con China siempre ha sido deficitario para Colombia, otras regiones tienen una balanza superavitaria, como Brasil, Perú y Chile.
El primer destino de nuestras exportaciones en el año 2012, con el 36,6% del total, fue EE. UU. (USD 60.208 millones), seguido por la Unión Europea, con el 15,09%, y China, con el 5,6%. Por el lado de las importaciones (USD 58.632 millones), EE. UU. participa con el 24%; China, con el 16,3%; México, con el 10,9%; y Brasil, con el 4,8%.
Para empezar una integración profunda con el gigante asiático se debe entender que somos economías complementarias, con oferta de commodities (alimentos, hidrocarburos, petróleo y gas) altamente demandados por China. Pero el boom de estos insumos está llegando a su fin, por el ciclo de precios a la baja.
Por eso, se requiere inversión productiva, un salto en materia de infraestructura vial y portuaria para ampliar el mercado doméstico y no repetir el experimento de ser exportadores de materias primas y manufacturas e importadores de bienes de capital y tecnología.
Cambia la dirección
El eje geopolítico mundial se desplaza al otro lado del Pacífico, y es muy probable que Shanghái se convierta en la capital financiera del mundo, lo que han entendido otros países de América Latina que ya iniciaron este recorrido, como Brasil, Chile, Perú, Argentina y Venezuela. La economía China, con más de 1.300 millones de personas, es la segunda del mundo, y según el FMI llegará al primer lugar en el año 2017.
El crecimiento dinámico de Latinoamérica en la década pasada refleja la conexión con China, tanto en forma directa (comercio y la IED) como de forma indirecta, a través del impacto en los precios de los bienes primarios en los mercados internacionales.
La pregunta es la siguiente: ¿puede la región aprovechar las estrechas relaciones con China, que la convierten en una fuente importante pero no única de desarrollo a largo plazo?
El gigante asiático ha transformado su comercio en las tres últimas décadas, como lo hizo Japón en la posguerra. En los años ochenta sus exportaciones eran típicas de un país en vías de desarrollo, (productos agrícolas, materias primas y manufacturas básicas), mientras importaba maquinaria y equipo de transporte.
Educación y CyT son vitales
Según el informe del Consejo Privado de Competitividad (2011-2012), la educación, seguridad social, formalización del trabajo, ciencia, tecnología e innovación, la infraestructura y el transporte muestran un panorama desalentador frente a Brasil, México, Chile y Panamá.
Según la medición de la competitividad del International Institute for Management Development (IMD) para 59 países –basada en el desempeño económico, la eficiencia gubernamental y empresarial e infraestructura–, se observa el descenso del país en el periodo 2003-2012, al pasar del puesto 34 (2004) al 52 (2012).
Los factores más problemáticos para hacer negocios en Colombia son en su orden: corrupción, 18%; inadecuada infraestructura, 12,1%; burocracia ineficiente, 10,6%; y poco acceso al financiamiento.
Con la globalización se ha minimizado el papel del Estado y se le asigna importancia al libre comercio, desconociendo que los grandes desarrollos de los países avanzados fueron iniciativas del “capitalista colectivo ideal”, el Estado. El repunte de las economías emergentes, como China, India y Brasil, se explica por la focalización que le han dado a la inversión en ciencia, tecnología e innovación (CTeI).
Según el Banco Mundial, los países deben invertir como mínimo el 2% de su PIB. Pese a la crisis, varias naciones superan esta recomendación: Suecia (3,75%), Japón (3,44%), EE. UU. (3,04%), Austria (2,66%) y Alemania (2,54%). Por debajo del promedio se encuentra América Latina y el Caribe, en donde ha sido del orden del 0,68% del PIB; se destacan Brasil (1,19%), Chile (0,39%), Cuba (0,64%), Argentina (0,60%), México (0,40%) y Colombia, con solo un 0,14%.
Consciente de su evolución económica, China le ha apostado decididamente al campo del conocimiento. Incentiva el desarrollo en CTeI, considerado de vital importancia para su crecimiento. Las universidades se han incorporado al proceso de innovación, lo que permite aumentar el número de patentes por año y es utilizado para incrementar sus ingresos.
La estrategia china es mejorar su imagen internacional, mostrarse como una nación rica culturalmente, próspera y progresista, dispuesta a mirar su realidad objetivamente. Esto con el propósito de avanzar en lo social, no como fachada atractiva para crear relaciones diplomáticas, sino como un país que ofrece armonía y bienestar a su sociedad. El exprimer ministro Zhu Rongji señala: “China será la fábrica del mundo; Estados Unidos, el líder en alta tecnología; y Europa, museos y turistas”.
¿Cómo compite Colombia sin transporte ferroviario, fluvial y sin puertos marítimos modernos, con atraso científico y tecnológico inmerso en la región que crece con más desigualdad? Según la ONU, 180 millones de latinos se debaten en la pobreza (más de 1/3 de la población), y de ellos 71 millones están en la indigencia.
En Latinoamérica, el 20% más rico tiene un ingreso per cápita veinte veces superior al 20% más pobre. Para el caso colombiano, el índice de Gini es de los más altos (0,539), con factores de violencia campesina e inseguridad que hacen más costosos nuestros productos y concentra la tierra en pocas manos. Se advierte un cambio histórico, un renacer del campo colombiano con los vientos de paz que soplan en La Habana.
(Por:Fin/Ricardo Mosquera/GAC/)
N° 85
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