Por Lisandro Duque Naranjo 22 Feb 2014 -
NO CAUSA NINGUNA SORPRESA EL hecho de que la
esposa de Róbinson González Del Río —un coronel preso hace dos años por
falsos positivos—, le diga a su marido que tiene que ponerse las pilas
para no perder un contrato de morrales para el ejército, y le cuente que
un oficial amigo, a quien parece irle muy bien con las palancas, ya
tiene varios carros de lujo.
Por: Lisandro Duque Naranjo
Menos de
extrañar es que de ese coronel “preso”, que se pasea por centros
comerciales acompañado de escoltas y sale de vacaciones a Cartagena,
sea tío un general, también a la sombra —aunque no tras las rejas—, por
crímenes de lesa humanidad, de nombre Rito Alejo. Ni que tan aventajado
sobrino, luego no solo de las acciones horrendas por las que fue
juzgado, y de haber sido pillado en flagrancia hace tres meses,
conversando con un magistrado venal que le ayudaba a gestionar su
absolución a cambio de cuantiosas dádivas en plata, apenas ahora sea
“llamado a calificar servicios” por el actual ministro de Defensa, hijo a
su vez de un general ya retirado. No es el único caso de esposas,
hijos y sobrinos aprovechados: dicen que el coronel Alfonso Plazas
Vega, convicto por una sola desaparición —raro, cuando hubo tantas—,
durante la retoma del Palacio de Justicia, en la que él jura todavía
que salvó a la democracia, tuvo por tío al general Miguel Vega Uribe,
el mismo que siendo ministro de Defensa conminó, hace 29 años, al
presidente Belisario Betancur, para que se quedara quieto y callado
mientras él resolvía a su modo la toma de ese palacio por el M–19. “Su
modo” provocó un holocausto que rayó a perpetuidad, o al menos hasta el
momento, la memoria de muchos colombianos.
Esas
son apenas evidencias parciales de cómo se heredan e irrigan entre
familiares algunos de los privilegios del presupuesto insaciable de 27
billones de pesos con que cuenta el ministerio de Defensa, muchos de
cuyos rubros se ejecutan sin auditoría bajo la figura de “fondos
reservados”.
Por supuesto esa
endogamia no es el peor problema de nuestras fuerzas armadas, pues ni
siquiera es representativa en una institución en la que la parentela no
es la única que se disputa favores: un exdirector americano de la DEA en
Colombia, el señor Leo Arreguin, hace también transacciones muy
jugosas con el ejército para proveerlo de equipos. Ahí quedó en su
plata ese americano bueno combatiente contra el vicio. Hay que sospechar
de gente tan virtuosa. Arreguin, obviamente, debe ser apenas la
cabeza de turco de una mano de contratistas rapaces, de aquí y de
afuera, que engordan su caudal con las utilidades de la guerra y les
pasan su tajada a socios en los batallones.
Nuestras
fuerzas armadas se crecieron numéricamente —tiene los mismos efectivos
que el Brasil, un país cinco veces mayor en población y seis en
territorio—, mientras que el modelo de conducta que imparte a sus
hombres —oficiales, suboficiales y soldados—, sigue siendo el mismo de
cuando la guerra fría, idéntico al de la escuela de Las Américas, y por
supuesto fiel a la doctrina sucia del Bush de las torres gemelas.
“Heroísmo”
y “Patria”, así, con mayúsculas, constituyen la retórica de nuestros
oficiales para los actos públicos y los micrófonos, pero fue importante
haber escuchado esas grabaciones que divulgó Semana para no olvidarse de
lo mal hablados y déspotas que son muchos de ellos en los cuarteles o
en privado.

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