Por: Alfredo Molano Bravo
A LA CLASE MEDIA —QUE TIENE TANto carro— le gusta ir por tierra a la costa y por eso está pendiente de la “Ruta del Sol”, que ha tenido mil inconvenientes por contratos mal redactados por funcionarios con aspiraciones a trabajar con contratistas millonarios, y exempleados del Gobierno que saben de letra menuda.
El
Gobierno, entonces, anunció una perla que parece inspirada por el
mismísimo Uribe: un proyecto de ley para “brindarles” —diría la SAC—
seguridad jurídica a los inversionistas que se han brincado la Ley 160.
De entrada, los baldíos adjudicados a los dos días de entrar a regir la
ley podrán ser acumulables en cualquier extensión —articulito que
muestra la uña Urrutia—. Sin duda, los predios comprados por los Nuevos
Llaneros —Marval, Rayco, McPollo, Comertex, Contegral, Premex, Finca,
Frico, Pachito Santos, Luis Carlos Sarmiento— gozarán del privilegio: se
creará la figura de baldíos reservados para “personas naturales,
empresas comunitarias y cooperativas campesinas”, es decir, nada para
zonas de reserva campesina, que era la letra y el espíritu de la Ley
160. Se sabe que el Gobierno ordenó al Incoder congelar el tema para en
su lugar impulsar las alianzas productivas, para convertir a los
campesinos en trabajadores agrícolas “a todo costo”, es decir, sin
derecho a prestaciones. ¿Qué más puede significar que se promoverá “el
acceso progresivo de los trabajadores agrarios a la propiedad y su
permanencia en ella, en condiciones que aseguren el mejoramiento real
del ingreso y la calidad de vida de los campesinos y permitir el
desarrollo de los distintos modelos de producción agropecuaria”? El
artículo 3 ya no parece redactado por Uribe ni por Urrutia, sino por
Laureano Gómez: “La ocupación de baldíos no constituye posesión”. Es
decir, el Estado no reconocería las mejoras de los campesinos. ¡Qué Ley
200 ni qué carajo! Por eso el presidente ha ordenado “un inventario de
los baldíos, su ocupación, el avalúo de los bienes”. En otras palabras:
pintar un mapa para indicar a los empresarios dónde comprar.
La
magistral pieza jurídica se complementa con la objeción presidencial
—aprobada hace poco— a la Ley 46 de 2011, que buscaba limitar la
distribución de baldíos a familias campesinas pobres y autorizaba al
Incoder a definir el tamaño de la Unidad Agrícola Familiar (UAF),
trabajo que, por lo demás, ya había adelantado. El Gobierno consideró
que el campesino carece de capital para trabajar la tierra: “Poner a
producir un predio exige un capital inicial que las familias pobres no
pueden proveer”. Punto. ¡A trabajar de peones! Más aún, ¿pobres? ¿Acaso
no se acabaron como se acabaron los atropellos a los derechos humanos?
¿Acaso no hay otros adjudicatarios como Cangil y Riopaila, capaces de
aprovechar la tierra mejor que un pobre colono expulsado de Montes de
María?
Punto aparte: he lamentado
la muerte del Mono Salgar, un periodista que sabía entender al hombre de
la calle como nadie y hablar como ninguno en su nombre.
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Alfredo Molano Bravo | Elespectador.com
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