Por María Jimena Duzán, Revista Semana.
EN PLATA BLANCA. Álvaro Leyva, histórico trabajador por la paz, da su visión acerca de los diálogos en Cuba.
Foto: León Darío Peláez / Semana
Leyva
Durán es uno de los colombianos que más ha trabajado el tema de la paz.
Él habla de sus antecedentes y se defiende de sus detractores.
MARÍA JIMENA DUZÁN: Usted fue muy cercano al presidente
Santos, pero hoy lo veo alejado. ¿Alguna razón para que ya no sean
amigos?
ÁLVARO LEYVA: Para mí ha sido un misterio esa
distancia que ha impuesto porque nos conocemos desde antes. Cuando fui
parte de la comisión de conciliación nacional en el gobierno de Samper,
le ayudé mucho y lo orienté. En ese momento él era precandidato por el
Partido Liberal y tenía en mente un plan de paz respetable que estaba
llevando a cabo en silencio y que consistía en hablar con las guerrillas
y con los paramilitares. En desarrollo de ese plan, y por invitación
suya, fui con él a hablar con Castaño. Cuando los asesores de Samper lo
señalan de conspirador, él resuelve contarle al país su plan y yo lo
invito a la comisión con la idea de que ese escenario le sirviera de
paraguas para evitar que lo tacharan de conspirador. En la comisión,
Santos lee un documento que se lo entrego a usted en el que, entre otras
cosas, promete una constituyente.
M. J. D.:Ya veo para dónde va…
A. L.: Este es un país sin memoria. Yo sé que el
doctor Santos se molesta cuando cuento estas cosas, pero son hechos que
hablan bien de él porque demuestran que siempre ha sido consecuente en
su búsqueda de la paz, así ahora nos hubiera dejado a muchos de los que
trabajamos con él por fuera del proceso en La Habana. Pero es el que
manda.
M. J. D.: ¿Y no será que por cuenta de que no lo llamó, usted pasó a ser crítico acérrimo del proceso en La Habana?
A. L.: ¡Por el contrario! Lo que he hecho es
tratar de jalonarlo. Mire, con tantos años en este tema, uno aprende a
comprender cómo piensa el que está en la orilla armada. Eso facilita el
diálogo y sirve para superar obstáculos. Yo pensé que ese intercambio de
ideas con las Farc podría ser útil que lo conociera el presidente, pero
no me ha recibido.
M. J. D.: ¿Cuántas veces ha ido a Cuba?
A. L.: Varias y pienso ir en estos días, con el ánimo de ver cómo se rompen ciertos obstáculos.
M. J. D.: Hay quienes creen que sus idas a La Habana sirven pero para conspirar contra el proceso.
A. L.: Se equivocan. Yo no soy un conspirador sino
todo lo contrario. Logré la liberación de Álvaro Gómez cuando lo
secuestró el M-19; llevé a la mesa al Quintín Lame; salvé la vida de
muchos secuestrados, misión que cumplí a sotto voce a riesgo de que
dijeran que yo cobraba. Si eso es ser conspirador, entonces vayámonos.
Eso no quiere decir que no esté lleno de defectos. Pero si uno ve que
alguien se está equivocando en un tema que uno sabe, no se puede quedar
callado. Si uno se enriquece de conocimiento de la contraparte, pues su
obligación es decírsela al Estado, que fue lo que yo pretendí y no
logré. Y de golpe lo que me queda es darme de baja, pero no me voy a
poner a llorar. Pero le aclaro: el hecho de que Santos no me reciba no
me convierte en su enemigo.
M. J. D.: ¿La insistencia de las Farc por pedir una
constituyente para refrendar los acuerdos de La Habana, en lugar de un
referendo como lo propone el gobierno, es una idea que le ha comprado
esa guerrilla en sus viajes a La Habana?
A. L.: De ninguna manera. La constituyente es un
tema histórico. Ya le relaté como en la época de la presunta
conspiración Santos planteaba una constituyente. También tengo
grabaciones de Jacobo Arenas pidiendo hace 20 años una constituyente.
Antes de la Constituyente de 1991 se designa una comisión para ver si
las Farc querían entrar y responden “estamos listos”. En los diálogos
de Caracas las Farc aceptan enviar un vocero a la asamblea y ¿sabe
quién lo impidió?
M. J. D.: No me acuerdo…
A. L.: Le refresco la memoria: Humberto de la
Calle, ministro de Gobierno. Si yo estuviera en su lugar me habría
declarado impedido en el tema de la constituyente. Los magistrados
cuando tienen interés pueden ser recusados, otros se inhabilitan. En
este caso no pasó nada. Puede que se nos haya olvidado este episodio,
pero a los que combaten no y a la hora de una negociación eso tiene sus
efectos.
M. J. D.: ¿Y no será que usted está descalificando a De la
Calle porque él está ocupando el puesto que usted pensaba ocupar en el
gobierno de Santos?
A. L.: Eso es medirme con una vara muy mezquina.
En Colombia hay un irrespeto por el otro y no se permite que se parta de
la buena fe. Yo estoy convencido de que el país necesita de un proceso
de paz y le confieso que durante el trayecto de mi vida pública, que es
larga, tanto que me quiero sentar a escribir mis memorias antes de que
me toque escribir mis amnesias, me he enamorado de este tema.
M. J. D.: Pero usted siempre se ha presentado como el
hombre que nos va a dar la paz en seis meses. Y cuando otros lo
intentan, los critica.
A. L.: Yo lo que dije en mi candidatura
presidencial era que iba a parar la guerra en seis meses. No a resolver
el conflicto. Y todavía creo que lo puedo hacer, pero ese es otro tema.
Como ciudadano sufro cuando veo que el gobierno contesta desde SEMANA,
en lugar de hacerlo desde la mesa.
M. J. D.: Sin embargo, las Farc han hecho lo mismo, le
respondieron a De la Calle en SEMANA. Y en esa carta vuelven a insistir
en una constituyente para la paz. Pero ¿cómo se evita que no se salga
de ese marco y termine abriendo una caja de Pandora, como ha pasado en
ocasiones anteriores?
A. L.: Pues se puede sancionar a los que
transgredan el temario. El arte está en aprobar cosas que le convengan
al país. Pero además ese sería un escenario para plantear propuestas
que, si las hacen en el Congreso, aparecerían como micos. Como por
ejemplo, la doble instancia.
M. J. D.: …O sea que en esta constituyente cabría la
reforma a la Justicia. Pero cuál: la que le conviene al país, o la que
está pidiendo el uribismo dirigida a lanzarle un salvavidas a los
parapolíticos y a los vinculados a los escandalos de la DNE, de la
Salud, de las regalías. ¿Servirá eso para la paz?
A. L.: En la constituyente cualquiera de sus
miembros tendría el derecho de presentar sus tesis, incluidos los
uribistas. Pero además no van a ser la mayoría.
M. J. D.: ¿Y cómo sabe que no van a ser la mayoría?
A. L.: ¿Y usted cómo sabe que van a serlo? La
dinámica que genera un proceso generalmente cambia la correlación de
fuerzas. No hay póliza que nos asegure que el camino a la paz está
pavimentado. Lo que sí sé es que no hay que asustarse por lo que las
Farc puedan decir en La Habana. ¿Que no entregan las armas? Pues hay que
preguntarles por qué e indagar si están o no de acuerdo con el
monopolio de las armas. Lo que no se puede es el ‘No’ a priori porque
entonces, ¿para qué la mesa?
M. J. D.: ¿En esa Constituyente, podría estar Uribe?
A. L.: No se le puede decir que no esté, si así lo
quiere. Las cosas en materia pública no pueden ser contra un nombre,
porque no serian legítimas. No se puede resolver una situación de una
manera o de otra, porque haya un nombre propio de por medio.
M. J. D.: ¿Cuántas veces se ha reunido con Uribe?
A. L.: Dos veces para hablar de muchos temas,
incluido el de la constituyente. Pero también lo hice cuando era
presidente a pesar de que fui su adversario. Eso no significa que no se
deba hablar. Y no me cabe en la mente que se plantee una estrategia de
paz en la que esté bien dialogar con los alzados, pero mal con Uribe.
Pero yo no voy a firmar nada, ni a decidir nada, aunque sí creo que
debería llamar a terceros.
M. J. D.: Es decir a usted...
A. L.: Yo entiendo que cada torero llega con su cuadrilla y que yo no forma parte de la suya.
M. J. D.: ¿Por qué no está de acuerdo con el gobierno en
que primero se firmen los acuerdos y luego se refrenden en un referendo?
A. L.: En un referendo a los colombianos les va a
tocar votar por una cantidad de puntos que no les dicen nada. Y si se
recoge todo en una pregunta, como plantea Navarro, se vuelve un
plebiscito. Pero además, por el referendo se corre el riesgo de que
suceda lo que le pasó al de Uribe, que no superó el umbral. Loweinstein
dice que en el supuesto de admitirse un referendo solo es aconsejable
para una nueva Constitución, mientras que la votación sobre determinadas
enmiendas, como sería este el caso, “casi siempre de naturaleza
técnica, exigen un esfuerzo del electorado para el cual este no está
preparado”. ¿Será que el pueblo colombiano está en capacidad de leerse
ese menú ?
M. J. D.: Las Farc dan otra razón: para ellas la
constituyente les asegura que en el futuro lo acordado no se podrá
tumbar. ¿Usted lo cree?
A. L.: Sí. ¿Qué paso en el Cono Sur? Menem produjo
el perdón y el olvido y su sucesor lo revisó todo. El poder
constituyente sí puede poner la llave final.
M. J. D.: Pero según dijo De la Calle en SEMANA, eso
tampoco es cierto. Si mañana la constituyente aprueba una amnistía, la
CPI puede desconocer ese acuerdo porque no cumple con los estándares del
derecho internacional.
A. L.: Eso no es cierto. El Tratado de Roma dejó
por fuera la palabra amnistía. O sea que sí se pueden hacer amnistías,
mucho más si surgen de una constituyente. Pero para hablar de esto hay
que ir a los textos porque si no se corre el riesgo de que hasta una
persona avezada como el procurador incurra en un error, y defienda
normas inexistentes.
M. J. D.: Usted dice que no conspira, pero lo que dice deja mal parado al gobierno y a sus negociadores.
A. L.: Yo por antonomasia no soy conspirador. Si
yo fui el que saqué de un problema a Santos cuando lo acusaron de
conspirador. Yo ayudo más bien a que la gente no conspire y no se
equivoque. La paz requiere cierto grado de sabiduría y adentrarse en los
textos. ¿Por qué los conozco yo y no los demás? Pues porque yo no tengo
nada más que hacer. Pero ¿quiere que le confiese algo? Esta semana le
dije a mi señora: te propongo que nos vayamos durante un tiempo porque
uno ya comienza a sentir un mal ambiente contra uno, que no corresponde a
la verdad y que no deja de ser una complicación. Como van las cosas
esto de golpe no funciona y termino yo de responsable. Para ganarme un
madrazo colectivo, prefiero estar en la Costa Azul.
M. J. D.: ¿Por qué dice que el proceso puede fracasar?
A. L.: Porque veo unas posiciones que
aparentemente no se pueden resolver. Las Farc han hablado de que hay
disensos en remojo, a pesar de los avances. Si no se pueden resolver, de
golpe esto no sale al otro lado.
M. J. D.: ¿Usted cree que Santos se reelige?
A. L.: Yo creo que es una necesidad nacional. Así
Santos no lo quiera a uno, pues toca votar por él, pero su proceso tiene
que ofrecer resultados ojalá que lo más pronto. No hay nada más
desestabilizador que un proceso de paz prolongado. Si no, pregúntele a
Andrés Pastrana.
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