El pasado mes de diciembre
marcó el 190 aniversario de la Doctrina Monroe, la declaración
política del presidente James Monroe que esencialmente convirtió
Latinoamérica en la reserva exclusiva de EE.UU. Y por si alguien
tuviera alguna duda sobre lo que era de importancia vital en esa Doctrina,
que considere que desde 1843 EE.UU. ha intervenido en México,
Argentina, Chile, Haití, Nicaragua, Panamá, Cuba, Puerto
Rico, Honduras, la República Dominicana, Guatemala, Costa Rica,
El Salvador, Uruguay, Granada, Bolivia, y Venezuela. En el caso de Nicaragua
nueve veces y en Honduras ocho.
Algunas veces la intrusión no estuvo adornada
de sutilezas diplomáticas: la infantería estadounidense
atacando el Castillo Chapultepec en las afueras de Ciudad de México
en 1847, marines persiguiendo a insurgentes en Centroamérica,
"Black Jack" Pershing persiguiendo a Pancho Villa por Chihuahua
en 1916.
Otras veces la intervención estuvo encubierta
por las sombras, un soborno secreto, un gesto y un guiño a algunos
generales, o el estrangulamiento de una economía porque algún
gobierno tuvo la temeridad de proponer una reforma agraria o una redistribución
de la riqueza.
Durante 150, años la historia de esta región,
que se extiende por dos hemisferios y va desde la tundra helada a desiertos
ardientes y humeantes selvas tropicales, fue en gran parte determinada
por lo que sucedía en Washington. Como dijera una vez el astuto
dictador mexicano Porfirio Díaz, la gran tragedia de Latinoamérica
es que está tan lejos de Dios y tan cerca de EE.UU.
Pero la Latinoamérica actual ya no es la misma
que hace 20 años. Gobiernos de izquierda y progresistas presiden
la mayor parte de Suramérica. China ha reemplazado a EE.UU. como
el mayor socio comercial de la región, y Brasil, Argentina, Uruguay,
Paraguay y Venezuela se han unido en un mercado común, Mercosur,
que es el tercero del planeta. Otras cinco naciones son miembros asociados.
La Unión de Naciones Suramericanas [UNASUR] y la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y del Caribe [CELAC] han soslayado esa vieja
reliquia de la Guerra Fría, la Organización de Estados
Americanos. La CELAC incluye a Cuba, pero excluye a EE.UU. y Canadá.
A primera vista, la Doctrina de Míster Monroe
parece letra muerta. Por eso las políticas del gobierno de Obama
hacia Latinoamérica son tan inquietantes. Después de décadas
de paz y desarrollo económico, ¿por qué está
EE.UU. involucrado en un importante refuerzo militar en la región?
¿Por qué Washington ha hecho la vista gorda ante dos exitosos
golpes, y un intento, en la región en los últimos tres
años? ¿Y por qué no se distancia Washington de
las prácticas depredadoras de los llamados "fondos buitres",
cuya codicia amenaza con desestabilizar la economía argentina?
Como hace en África y Asia, el gobierno de Obama
militariza su política exterior en Latinoamérica. Washington
ha extendido una red de bases de Centroamérica a Argentina. Colombia
tiene ahora siete bases mayores y hay instalaciones militares de EE.UU.
en Honduras, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá y Belice.
La nuevamente reactivada Quinta Flota ronda por el Atlántico
Sur. Hay marines en Guatemala persiguiendo a narcotraficantes. Hay Fuerzas
Especiales en Honduras y Colombia. ¿Cuáles son sus misiones?
¿Cuántos son? No sabemos gran cosa porque gran parte de
este despliegue es ocultado por el manto de la "seguridad nacional".
El fortalecimiento militar va combinado con una inquietante
tolerancia hacia los golpes. Cuando los militares y las elites hondureñas
derrocaron al presidente Manuel Zelaya en 2009, en lugar de condenar
su expulsión, el gobierno de Obama cabildeó -aunque en
gran parte sin éxito- para que las naciones latinoamericanas
reconocieran el gobierno instalado ilegalmente. La Casa Blanca también
guardó silencio respecto al intento de golpe contra el izquierdista
Rafael Correa en Ecuador al año siguiente y se ha negado a condenar
el golpe "parlamentario" contra el presidente progresista
de Paraguay, Fernando Lugo, el llamado "Obispo Rojo"
Sombríos recuerdos de golpes organizados y apoyados
por EE.UU. contra gobiernos en Brasil, Argentina, Chile y Guatemala
son difícilmente olvidados en el continente, como dejó
claro un reciente comentario del ministro de economía argentino
Hernán Lorenzino. Calificando de "colonialismo legal"
un dictamen de una Corte de Apelaciones estadounidense de que Buenos
Aires debería pagar 1.300 millones de dólares en daños
a dos acreedores de "fondos buitres" el ministro dijo "Todo
lo que necesitamos ahora es que [el juez de la Corte de Apelaciones]
Griesa nos mande la Quinta Flota".
Gran parte de este reforzamiento militar tiene lugar
tras la retórica de la guerra contra las drogas, pero una mirada
a la ubicación de bases en Colombia sugiere que la protección
de oleoductos tiene más que ver con el orden de batalla de las
Fuerzas Especiales de EE.UU. que con narcotraficantes. El Plan Colombia,
que ya ha costado cerca de 4.000 millones de dólares, fue concebido
y cabildeado por la compañía de petróleo y gas,
Occidental Petroleum, con sede en Los Ángeles.
Colombia tiene actualmente cinco millones de personas
desplazadas, la mayor cantidad en el mundo. También es un sitio
muy peligroso si uno es sindicalista, a pesar de que se supone que Bogotá
ha instituido un Plan de Acción Laboral (PAL) como parte del
Acuerdo de Libre Comercio (ALC/FTA) con Washington. Pero desde que el
gobierno de Obama dijo que el gobierno de Colombia cumple con el PAL,
la realidad es que los ataques han aumentado. "Lo que pasó
desde entonces [la declaración de cumplimiento de EE.UU.] es
un aumento en las represalias contra casi todos los sindicatos y activistas
sindicales que realmente creían en el Plan de Acción Laboral",
dice Gimena Sánchez-Garzoli de la organización WOLA [Oficina
en Washington para Asuntos Latinoamericanos]. Human Rights Watch llegó
a una conclusión semejante.
Una cantidad creciente de dirigentes latinoamericanos
llegan a la conclusión de que la guerra contra la droga ha sido
un desastre definitivo. Por lo menos 100.000 personas han muerto o han
desaparecido solo en México, y el narcotráfico corrompe
gobiernos, militares y fuerzas policiales desde Bolivia hasta la frontera
de EE.UU. Y para que no pensemos que se trata de un problema latinoamericano,
varios agentes del mantenimiento del orden de Texas fueron recientemente
imputados por complicidad en el movimiento de drogas de México
a EE.UU.
El gobierno de Obama debería sumarse al creciente
coro de dirigentes regionales que han decidido examinar el tema de la
legalización y de desmilitarizar la guerra contra las drogas.
Recientes estudios muestran que hay un fuerte aumento de la violencia
una vez que los militares se hacen parte del conflicto y que, como han
demostrado Portugal y Australia, la legalización no conduce a
un aumento en la cantidad de adictos.
Una importante iniciativa de EE.UU. en la región
es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN/NAFTA),
a pesar de que ha producido pobreza, desarticulación social e
incluso un aumento del narcotráfico. En su libro Drug War Mexico
Peter Walt y Roberto Zapeda señalan que la desregulación
ha abierto puertas para los traficantes, un peligro sobre el cual tanto
el Servicio de Aduanas de EE.UU. como la Administración de Cumplimiento
de Leyes sobre las Drogas) (DEA) advirtieron en 1993.
Al reducir o eliminar los aranceles, el TLCAN ha inundado
Latinoamérica de maíz barato subvencionado por el gobierno
de EE.UU. que ha llevado a la quiebra a millones de pequeños
agricultores, obligándolos a emigrar, a inundar las ciudades
superpobladas del país, o a dedicarse a la producción
de cultivos más lucrativos, marihuana y coca. Desde 1994, el
año en que el TLCAN entró en vigor, hasta 2000, unos dos
millones de agricultores mexicanos abandonaron sus tierras y cientos
de miles de personas indocumentadas han emigrado a EE.UU. cada año.
Según la organización de ayuda Oxfam,
el TLC con Colombia llevará a una caída de 16% en el ingreso
de 1,8 millones de agricultores y la pérdida de ingresos de entre
48 y 70% a unas 400.000 personas que trabajan en ese país por
un salario mínimo mensual de 328,08 dólares.
El "libre comercio" impide que los países
emergentes protejan sus propias industrias y recursos, y los enfrenta
al poderío industrial de EE.UU. Ese campo de juego injusto lleva
a la pobreza de los latinoamericanos, pero a enormes beneficios para
corporaciones estadounidenses y algunas de las elites de la región.
La Casa Banca ha continuado la satanización del
presidente venezolano Hugo Chávez del gobierno de Bush, a pesar
del hecho de que Chávez ha sido elegido dos veces por grandes
mayorías, y que su gobierno ha dirigido una gran reducción
de la pobreza. Según las Naciones Unidas, la desigualdad en Venezuela
es la más baja de Latinoamérica, la pobreza ha sido reducida
a la mitad, la extrema pobreza en un 70%. Es el tipo de cifras supuestamente
glorificadas por el gobierno de Obama.
En cuanto a los ataques de Chávez a EE.UU., es
difícil culpar a los chavistas de un cierto grado de paranoia,
si se considera que EE.UU. apoyó el golpe de 2002 contra él,
ha enviado a Fuerzas Especiales y a la CIA a la vecina Colombia, y adopta
una actitud apática ante los golpes.
Washington debería reconocer que Latinoamérica
experimenta nuevos modelos políticos y económicos en un
intento de reducir la tradicional pobreza de la región, el subdesarrollo
y las divisiones crónicas entre ricos y pobres. En lugar de tratar
de marginar a dirigentes como Chávez, Correa, Evo Morales de
Bolivia y Cristina Kirchner de Argentina, el gobierno de Obama debería
aceptar el hecho de que EE.UU. ya no es el Coloso del Norte que siempre
se puede salir con la suya. En todo caso, el que está siendo
marginado en la región es EE.UU., no sus oponentes.
En lugar de firmar leyes estúpidas como la ""Ley
para contrarrestar a Irán en el Hemisferio Occidental" (increíble
pero cierto), la Casa Blanca debería estar cabildeando para que
Brasil se convierta en miembro permanente del Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas, terminar su ilegal e inmoral bloqueo de Cuba y
exigir que Gran Bretaña termine el apoyo a su colonia en las
Islas Malvinas (Falkland). La realidad es que Gran Bretaña no
puede "poseer" tierras a casi 15.000 kilómetros de
Londres solo porque tiene una armada superior. El colonialismo se acabó.
Y aunque el gobierno no puede intervenir directamente
ante la Corte de Apelaciones de EE.UU. en la actual disputa entre Argentina,
Elliot Management y Aurelius Capital Management, la Casa Blanca debe
dejar claro que piensa que los esfuerzos de esos los "fondos buitres"
para beneficiarse de la crisis económica argentina de 2002 son
despreciables. También existe el aspecto muy práctico
de que si "fondos buitres" obligan a Buenos Aires a pagar
el valor total de las deudas que ellos adquirieron por 15 centavos por
dólar, amenazarán los esfuerzos de países como
Grecia, España, Irlanda y Portugal de encarar a sus acreedores.
Considerando que los bancos estadounidenses -incluidos los "buitres"-
tuvieron que ver con la creación de la crisis para comenzar,
incumbe particularmente al gobierno de EE.UU. que apoye al gobierno
Kirchner en este asunto. Y si la Quinta Flota participa, podría
pensar en bombardear la sede de Elliot en las Islas Caimán.
Después de siglos de explotación colonial
y dominación económica por parte de EE.UU. y Europa, Latinoamérica
está finalmente demostrando su verdadero valor. Se ha sobrepuesto
en gran parte a la recesión mundial de 2008 y los niveles de
vida están aumentando en general en toda la región, sobre
todo drásticamente en los países que Washington describe
como "izquierdistas". En la actualidad, los vínculos
de Latinoamérica son más con los BRICS -Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica- que con EE.UU. y la región está
forjando su propia agenda internacional. Existe una oposición
unánime al bloqueo de Cuba y, en 2010, Brasil y Turquía
presentaron lo que es probablemente la solución más sensata
hasta la fecha para acabar con la crisis nuclear de Irán.
Durante los próximos cuatro años, el gobierno
de Obama tiene la oportunidad de reescribir el prolongado y vergonzoso
historial de EE.UU. en Latinoamérica y reemplazarlo por otro
basado en el respeto mutuo y la cooperación. O puede recurrir
a tenebrosas Fuerzas Especiales, subversión silenciosa e intolerancia.
Traducido del inglés para Rebelión.org
por Germán Leyens.
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