Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo.
El papa Francisco vino y se fue de Colombia. Durante su estadía llamó a la reconciliación y a no
sembrar cizaña. Mas bien llamó a la inclusion social y el respeto de las
víctimas.
Nos quedaron las
homilías papales y sus enseñanzas morales. Nos queda el llamamiento de un
hombre que predica el amor. Que sabe cuán duro muerde el hambre en los
estómagos de los pobres.
Le faltó ser más directo en algunas ocasiones. A veces quedaba la sensación de querer esquivar
mencionar la responsabilidad estatal en la crisis humanitaria que –todavía!-
vive Colombia. Le faltó condenar con todo rigor que aún el Terrorismo de Estado
continúe asesinando líderes populares. Le faltó pedir que cese la aplicación de
la Doctrina de Seguridad Nacional y sus planes Cóndor y Colombia, planes que
igual asesina en Argentina, Colombia o México, o en cualquier país
latinoamericano.
Desde luego que
Francisco conoce las aberraciones cometidas por su Iglesia. Ayer y hoy. Por las
de ayer ha pedido tímidamente perdón. Por las de hoy está combatiendo a los
corruptos de su iglesia. Mas El Vaticano como todo estado –capitalista- es una
mafia que todo lo que toca lo carcome. Y salir a combatir ese estado desde la
entraña misma de él les casi que imposible. Por ello han asesinado a no pocos
papas.
La iglesia Católica ha sido catalogada por muchos años como
la prostituta de la historia. Siempre del lado de los poderosos, del dinero,
del poder, ha bendecido las armas con que masacraban –y masacran- a los
pueblos. Hubo casos como el caso del cura García Herreros del Azúcar Manuelita
que recibió un millón de dólares de Pablo Escobar y dijo que estaba manchado de
sangre, pero que apenas llegaba a sus manos quedaba automáticamente lavado.
Hubo obispos y curas que se involucraron en la guerra
interna. Tomaron partido al lado de las armas estatales y de los
narco-paramilitares. Algunos fueron víctimas de ese involucramiento.
El papa Francisco vino y se fue. Vió una Colombia
maquillada. Vió un país en pleno
proceso –incumplido- de implementación. Quizás percibió –olfateó- los nuevos
aires que se respiran en nuestro país. Por lo que dijo parece que sí. No padece
de anosmia.
Vió y habló con algunas de las víctimas. Vió el rostro
famélico de los niños pobres. No vió un niño muerto en un ”paseo de la muerte”
ni las cifras de la exclusión social. Mas
no fue óbice para señalar la necesidad de la inclusión social en momentos que
los detentadores del poder continúan con sus prácticas de exclusión.
Nos preguntamos si los
católicos y los cristianos fueron “tocados” por las palabras del papa
Francisco. Estarán esos católicos en disposición de salir a defender la Paz o
seguirán con la farisaica costumbre del “como yo no soy”…? Podrán esos
católicos salir a practicar el verdadero amor cristiano con sus prójimos? Se
despojarán de sus prejuicios de sus estratos sociales?
Veía las multitudes en
actitud piadosa. Pidiéndole al Señor la bendición para su vida terrenal y el
perdón de sus pecados con un fervor tal que pensaba si no sería una actitud
farisaica como ha sido su vida hasta ahora.
Francisco, el papa, es
un hombre piadoso. Durante su papado hemos tenido prueba de ello. Por ello, no
pocos “ateos” se han acercado a la iglesia católica, o al menos a él. Es
además, un papa humilde. Su predica contra el capitalismo desata la ira de
quienes tienen como dios al dólar, el dinero, las riquezas.
Esperamos que ésta
visita del papa Francisco sea el bálsamo que cure las heridas, profundas
heridas, dejadas por casi 6 décadas de guerra fratricida, recetada por los que
detentan el poder y el imperialismo estadounidense. Ojalá que los que miraban
la paz como obra del demonio vean que la presencia de satanás está presente en
la guerra, la muerte, la exclusión social.
La reconciliación de los
colombianos solo será obra de los colombianos mismos. Por mucho que nos ayuden
desde afuera, si nuestros corazones laten diariamente alimentando el odio,
jamás alcazaremos la paz y estaremos condenados al suplicio eterno. Francisco
nos los dijo: “No se dejen engañar”.
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