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Recurrir a los famosos, y si son del mundo del deporte mejor, es una herramienta de atracción desde las instituciones y quienes las administran para reafirmar a la patria como ente indestructible y propio. En general, los managers y los clubs obligan a sus clientes (deportistas de élite) a no comprometerse con causa política alguna. Por delante de los cracks puede pasar la situación más injusta, que a ellos ni les va ni les viene, porque están por encima del mundanal ruido y no sea cosa de estropear el pingüe contrato. Ya puede Israel matar a a decenas de niños o la OTAN bombardear y arrasar a un país que ellos no se van a mojar ni mancharse por ese lado. Porque subordinarse delante del rey Borbón y su consorte, es obligado, y si hay miles que están en ese momento pitando porque no ven por lado alguno la legitimidad del actual Jefe de Estado, tapones para los oídos y a jugar para que el sucesor de Juan Carlos a su vez de Franco, pueda darles la mano.
En esto de no tener ideología conocida hay una gran excepción porque se ha vendido que no es ideología. El nacionalismo patrio no se vende como ideología pero se hace caja igual y cumple un función social incuestionable. No solo está permitida sino alentada, y ellos -los deportistas famosos- la practican con devoción (pero siempre con la cuenta del Banco lista para recibir a cambio; que el patriotismo está muy bien pero si es con algo por medio se come, como los buenos bocadillo, mejor), alegría y fervor popular.
Dos sucesos ocurridos en pocas horas han llenado la prensa de la Falsimedia hispania, uno -Nadal -elogiado hasta el hartazgo por ganar, pero sobre todo por llorar cuando tocaron el himno nacional y reafirmar así su indestructible amor a España; y otro -Guardiola- defenestrado e insultado por apoyar con su lectura el Manifiesto que pedía un referéndum en Catalunya.
Ya se sabe que en esto de los nacionalismos los hay que son válidos y los hay que no, según dicen las leyes hechas por abnegados nacionalistas y los corrillos de taberna patriótica con dominó, olor al “Marca” y a “Fundador” de la España profunda, esa que ha sentenciado (casualmente) lo mismito que el Telediario: que Guardiola es enemigo y Nadal un patriota. Nacionalismos aparte, oiga, que la política no va con esto.
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