Por Gilberto López y Rivas / lahaine.org
La orientación de clase de los analistas "de izquierda" contrarios a la ley de comunas y otras que fortalecen el poder popular, es abiertamente anti socialista
No es suficiente con identificar las características actuales del factor constante imperialismo/burguesía, en esta renovada ofensiva en marcha contra el proceso bolivariano, sin que al mismo tiempo se ubiquen y asuman las responsabilidades en el interior del movimiento chavista, y en las fuerzas políticas solidarias, tendientes a consolidar y desarrollar una defensa efectiva de las conquistas de la revolución, basadas en el poder popular-comunal, la propiedad social y el socialismo.
En el memorable documento Plan de la patria, más vigente que nunca en condiciones de riego extremo, el comandante Chávez planteó lo siguiente:
“Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de la opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva sociedad desde la vida cotidiana, donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Al presentar este programa, lo hago con el convencimiento de que sólo con la participación protagónica del pueblo, con su más amplia discusión en las bases populares, podremos perfeccionarlo, desatando toda su potencia creadora y liberadora”.
Es así que surge el Estado comunal, que es definido en la Ley orgánica de las comunas como la:
“Forma de organización política social, fundada en el Estado democrático y social de derecho y de justicia establecido en la Constitución de la República, en la cual el poder es ejercido directamente por el pueblo, con un modelo económico de propiedad social y de desarrollo endógeno sustentable, que permita alcanzar la suprema felicidad social de los venezolanos y venezolanas en la sociedad socialista. La célula fundamental de conformación del estado comunal es la Comuna.” (Ley orgánica de las comunas. Ministerio del Poder Popular Para las Comunas y Protección Social, 2010, Artículo 4.10).
Con toda razón, los opositores anti-chavistas dentro de la academia de la Universidad Central de Venezuela, afirman que la construcción del poder del pueblo, desde las comunas, es inconstitucional y pretende vaciar de contenido a las instancias que se fundamentan en la democracia representativa, como el municipio; la orientación de clase de estos analistas que se pronuncian contra la ley de comunas y contra otras que van encaminadas al fortalecimiento de este poder, se asumen abiertamente como anti socialistas y tachan a los gobiernos chavistas como totalitarios. (Allan R. Brewer-Carías. 'Sobre el poder popular y el estado comunal en Venezuela , o de cómo se impone a los venezolanos un Estado Socialista, violando la Constitución, y en fraude a la voluntad popular'. Noviembre 6, 2012)
Otro de estos académicos considera que:
“La propuesta del Estado Comunal, desarrollada principalmente en un conjunto de Leyes dictadas a finales del año 2010, es el mayor intento de transformación jurídica del Estado venezolano realizada en los últimos doscientos años. La afirmación puede parecer exagerada, pero el análisis detenido de esas Leyes y sus antecedentes, permite corroborar tal conclusión” […]De esa manera, el Estado Comunal pretende modificar drásticamente la forma republicana de nuestro Estado reconocida en la Constitución, lo que demuestra la inconstitucionalidad sustantiva de las Leyes del Poder Popular, que menoscaban además el pluralismo político, al imponer al socialismo como modelo único, exclusivo y excluyente, lo que es más propio de regímenes totalitaristas que del Estado social y democrático de Derecho, que es la forma adoptada por la Constitución de 1999. (José Ignacio Hernández G. El Estado Comunal, http://www.ulpiano.org.ve/revistas/bases/artic/texto/ADPUB-MONTEAVILA/4/ADPUB_2011_4_99-133.pdf)
Por este tipo de razonamientos, anclados en la democracia tutelada por el capitalismo, Chávez consideró al pueblo trabajador como la fuerza política motriz de este proceso liberador y también como la única posible en la cual confiar para una alianza estratégica en la conformación de ese estado comunal. Esta verdad meridiana se probó en el golpe de Estado de 2002, y se está probando en estos días en que se ha llamado, desde la Asamblea golpista, a la rebelión contra los poderes constituidos. Ya Sandino había sentenciado: “sólo los obreros y campesinos irán hasta el fin”. Cualquier otro pacto estará mediado por el interés de clase, y más temprano que tarde, éste prevalecerá sobre cualquier otro en juego, por más nacional o patriótico que se autodefina el empresariado o sector productivo con el que se pretenda hacer alianzas, por ejemplo, para el abastecimiento interno o el diálogo propuesto en curso.
En otro documento fundamental, Golpe de timón, Chávez hizo un ferviente llamado a fortalecer el poder comunal, como un medio fundamental de la construcción del socialismo democrático, de un nuevo tipo de hegemonía democrática, que convenciera a través de un cambio cultural, por medio de la autocrítica, a la que consideraba necesaria para actuar y rectificar, no para seguirla haciéndola en el vacío, o lanzándola como al vacío. El comandante Chávez recuerda que el gobierno que presidía tenía un carácter revolucionario y había sido ratificado por el pueblo (como lo ha sido en 18 de 20 ocasiones, incluyendo al actual gobierno del presidente Nicolás Maduro), pero –acotaba– también muy criticado por un pueblo y con razones, y entre algunas de las razones, destacaba la falta de eficiencia.
Víctor Álvarez R. plantea que “una revolución autentica está llamada a crear todas las condiciones necesarias para abrirle paso a una sociedad gobernada por sus trabajadores y por la comunidad, y no por la burocracia y la nomenclatura” (Del Estado burocrático al Estado comunal, la transición al socialismo de la Revolución Bolivariana, Caracas: Centro Internacional Miranda, 2011, p. 57)
Golpe de timón es un texto histórico, en el que en su estilo coloquial tan peculiar, Chávez inquiere a sus propios ministros, sus “queridos compañeros”, sobre si han ido a dormir tres días en un barrio o “a ver cómo está el proyecto de los indios cuiba y quedarse tres días allá, o sembrarse allí en Sarria, un ministro, el viceministro… Bueno, la comuna, el poder popular, no es desde [el Palacio de] Miraflores ni es desde la sede del ministerio tal o cual desde los que vamos a solucionar los problemas… Cuidado, si no nos damos cuenta de esto, estamos liquidados, y no sólo estamos liquidados, seríamos nosotros los liquidadores de este proyecto. Nos cabe una gran responsabilidad ante la historia a los que aquí estamos”.
Álvarez es claro en cuanto a la importancia de la Comuna:
La Comuna es una expresión concreta del poder popular a través del autogobierno comunal, la administración y gestión de competencias y servicios e, incluso, de la organización económica-productiva. El autogobierno comunal es la democracia directa. A través de las asambleas de ciudadanos, las comunidades que lo integran ejercen el autogobierno y asumen la planificación, coordinación y ejecución del gobierno comunal. El poder de decisión, antes representado en el burocratismo de las gobernaciones y alcaldías, es trasferido a la comunidad. Las direcciones y decisiones colectivas se convierten así en una verdadera descentralización. (Del Estado burocrático al Estado comunal, ob. Cit., pp. 154-155)
Es significativo que en octubre de 2016, un letrero de un opositor en la calle asentara “Estamos hartos de patria y rebolución” (Sic), ya que precisamente fue el presidente Chávez quien restituyó el sentimiento y la conciencia de patria, tan aberrante para la derecha entreguista y pro-imperialista. Comprendió a cabalidad lo que los marxistas denominamos cuestión nacional, a partir del rescate de los próceres independentistas, especialmente Bolívar, y transmitió esta conciencia patriótica a sectores mayoritarios del pueblo. Antes de Chávez, la palabra patria no era más que un recurso retórico en efemérides oficialistas de las democracias tuteladas. Hoy en Venezuela la nación-pueblo ha recobrado la idea de patria, en un contexto planetario de transnacionalización neoliberal, que destruye patrias y soberanías. Durante estos años se han fortalecido la dignidad nacional y el sentido de pertenencia incluso a la Patria Grande, esa Nuestra América de José Martí. Por ello, una derrota de la revolución significaría un retroceso estratégico en el ámbito continental.
Que la alianza imperialismo/burguesía mida bien las condiciones reales de la actual situación política venezolana, antes de provocar una aventura sin retorno, similar a las que ha llevado a cabo en otras latitudes, como las de Medio Oriente. Más de tres lustros de iniciado el proceso del chavismo, éste ha calado en extensión y profundidad en sectores importantes de la sociedad de ese país hermano, entre los que se cuentan las propias fuerzas armadas venezolanas. En una situación inédita, se ha logrado mantener, e incluso profundizar, la unidad cívico-militar, que incluye la conformación de guardias rurales, que están armados y han logrado disminuir la criminalidad en el campo, instigada por el sicariato contratado (que incluye a los paras colombianos) por las federaciones agrícolas acomodadas. También miles de hombres y mujeres se han integrado a las Milicias Bolivarianas, con tareas preventivas y de inteligencia en las áreas urbanas, que podrían ser movilizadas y armadas, en caso de un ataque externo o complot militar interno, como se ha observado en los múltiples simulacros de defensa realizados desde 2003 a la fecha, en los que han participado confraternizando miles de ciudadanos y soldados.
A partir de la base nacional, el comandante Chávez rescata también el concepto de socialismo. Esto es, le imprime una perspectiva de clase a un movimiento nacionalitario que se desarrolla a pesar de la crisis de los paradigmas e imaginarios en torno al socialismo, por la debacle y desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista. Con estas dos perspectivas teórico-ideológicas, patriotismo y socialismo, se fortalece el antimperialismo, que, en su interrelación, constituyen los factores claves de la sobrevivencia y el desarrollo de la Revolución Bolivariana, no puede haber el uno sin los otros, es el sustrato mismo de esta gesta revolucionaria, y uno de los legados más importantes de Chávez, junto con su propuesta de construir el poder comunal.
En lo interno, el comandante busca la unidad de los revolucionarios, pero para lograrla utiliza dos mecanismos fundamentales de una efectiva opción emancipatoria: la crítica y la autocrítica que, si se pierden, podría abrirse el camino de la derrota del campo popular. Documentos como Golpe de timón deberían ser estudiados todos los días, porque constituyen las grandes enseñanzas de Chávez. Él hace una crítica a la corrupción, al burocratismo, al arribismo, a la arrogancia y prepotencia de quienes en los aparatos de Estado piensan que son únicos y predestinados. Recuerdo al comandante Tomás Borge diciendo “nos creímos dioses”, en referencia a la derrota electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1990. Hay quienes de pronto se marean en un tabiquito, y no se dan cuenta de que están en posiciones de gobierno porque se ha producido una revolución popular.
Chávez fue un gran estratega de la lucha de clases. Ante cada ofensiva de la derecha, incluyendo las huelgas petroleras, el golpe de Estado, el uso de la violencia y la subversión, él respondió con una radicalización de la revolución. Esto es fundamental. Hay quien piensa que, al conciliar con la derecha y el imperialismo, se logra la estabilización del gobierno revolucionario; ¡todo lo contrario!, es la manera de desestabilizarlo. A cada golpe del imperialismo y la oligarquía –siempre hermanos siameses–, la reacción de una dirigencia revolucionaria debe ir hacia adelante, hacia la radicalización del poder comunal-popular. Porque la única fuerza capaz de derrotar al imperialismo –lo probó Vietnam y lo ha probado Cuba– es un pueblo políticamente consciente, un pueblo que asume esa perspectiva indisoluble de patriotismo-socialismo-antimperialismo y construcción de poder popular.
Recordar el legado de Chávez es luchar contra el burocratismo y la corrupción. El revolucionario no se prueba en la lucha armada, en la clandestinidad, ahí se prueba un combatiente; el revolucionario se prueba en el ejercicio del poder público. De aquí, el principio zapatista de para todos, todo, para nosotros, nada. La verdadera izquierda es la que coadyuva a construir poder popular sin esperar ni pedir nada a cambio.
Por cierto, otro de los legados de Chávez es la unidad cívico-militar: la ruptura de la relación fuerzas armadas-poder oligárquico, el seguimiento de la estrategia de guerra de todo el pueblo, de creación de milicias; ya que una oligarquía que pierde el poder político va a buscar recobrarlo a toda costa y, sobre todo, hacerse de un brazo armado que defienda sus intereses de clase; lo va a buscar dentro o fuera del país: mercenarios colombianos, militares desafectos, fuerzas especiales de EEUU, crimen organizado, y sus propios reclutas entre sectores populares cooptados y desclasados. Las oligarquías no pueden existir sin su aparato represivo, brutal, parafascista. Chávez comprendió que no hay reconciliación posible con la derecha recalcitrante, a la cual debe aplicarse toda la fuerza de la ley, cuanto más en un estado de derecho revolucionario.
La dirección político-militar bolivariana, por su parte, ha comprendido que la unidad de los diferentes sectores del polo revolucionario en torno al legado de Chávez, debe consolidarse en la radicalización del proceso de construcción del socialismo del siglo XXI, en la extensión del territorio, a través del desarrollo y fortalecimiento del poder comunal, así como por la participación activa de todos los sectores sociales organizados en los distintos niveles del gobierno y toma de decisiones. La revolución en la revolución que señaló Maduro en su toma de protesta, la lucha contra la corrupción y el burocratismo, deben expresarse en el ejercicio efectivo y creciente del poder popular desde las comunas, los sindicatos, las organizaciones populares de trabajadores, de productores, de los pueblos indígenas y de la acción consciente y permanente de la intelectualidad –en el sentido más amplio y democrático de este concepto–, en el debate de las ideas y en los campos de la lucha ideológica, la difusión del pensamiento progresista y la cultura revolucionaria.
Para Rosa Luxemburgo, así como para los movimientos sociales de nuestra época, “es la participación de los de abajo de la que proviene la esperanza de cambiar el mundo…Cualquier cambio radical, en el sentido de un proyecto emancipador, solo puede resultar de la presión social de abajo a arriba”.
Para esta revolucionaria, la transformación socialista deja de ser pensada exclusivamente como un “día decisivo”, y pasa a ser un proceso que puede comenzar aquí y ahora, por el cambio en la correlación de fuerzas, en las estructuras de poder y de propiedad, en la innovación institucional. El socialismo –señalaba Luxemburgo– no puede ser realizado por decretos ni es un cambio de gobierno llevada a cabo por una minoría, sino una trasformación radical de la antigua sociedad, en todos los planos, por la acción autónoma de las masas. Advirtió y critico los procesos de burocratización de la socialdemocracia partidaria y los sindicatos. En este sentido, Rosa Luxemburgo se opone a la idea del socialismo como estatización de los medios de producción sin control de los trabajadores, camino para una inevitable burocratización.
Con la revolución alemana en marcha, la democracia socialista pasa a significar concretamente, para Rosa Luxemburgo, un gobierno concejista . Los concejos, organismos de base electos por los obreros y soldados, de acuerdo al programa de la Liga Espartaco, serían la nueva forma de poder estatal para sustituir los órganos heredados de la dominación burguesa; democracia socialista significaba en aquel contexto el autogobierno de los productores.
Que no se equivoquen los golpistas locales y foráneos en cuanto a desdeñar los cambios experimentados en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en estos años de gobierno chavista y, en subestimar el protagonismo de los militares en la contradicción revolución versus contrarrevolución.
Si en 2002 la unión cívica militar y la presencia de millones de venezolanos en las calles fueron el factor esencial que revirtió el golpe de oficiales traidores, hoy en día la incorporación de agrupamientos armados de distintos tipos de milicia y la puesta en práctica de la estrategia de guerra de todo el pueblo, junto al trabajo ideológico y político en favor del socialismo, vuelven prácticamente imposible que se hagan realidad los sueños golpistas de la democrática derecha venezolana y sus mentores yanquis.
En la República Bolivariana de Venezuela tiene lugar un proceso masivo de debates, talleres, reflexiones, conversatorios, campañas y tomas de conciencia individuales y grupales encaminado a fortalecer y construir poder popular y forjar una ciudadanía que vaya más allá de las elecciones y contrarreste el manejo infame de los medios masivos de comunicación nacionales e internacionales.
Precisamente, en estas condiciones de incertidumbre y permanente acción desestabilizadora de una derecha que, como se ha demostrado, no tiene escrúpulos en utilizar la violencia extrema, que incluye su apoyo a la intervención militar directa de EEUU y a todas las variantes subversivas y terroristas inherentes a la estrategia oligárquica-imperialista actual, el factor determinante que garantice la continuación y el desarrollo de revolución bolivariana sea precisamente el blindaje que representa que en todos los espacios territoriales y sectoriales se establezca el poder popular democrático, autónomo y crítico, que signifique, a la vez, un ejercicio pleno de la ciudadanía que supere la interpretación limitada y heterónoma de la democracia neoliberal.
La batalla de ideas en la actual situación incluye un espíritu de irreverencia que permite discutir cualquier tema, como los peligros de la burocratización, la corrupción, el estatismo exacerbado que secuestre el protagonismo del pueblo, las carencias político-ideológicas en temas como la cuestión indígena, el sexismo, el extractivismo, etcétera, con la conciencia de que tomados los acuerdos y consensos, éstos serán acatados lealmente en la acción, coordinación y unidad revolucionarias, rumbo a la construcción del socialismo y el poder comunal.
Esta confrontación ideológica, que en la derecha venezolana se expresa en un contumaz odio al chavismo y a las masas populares que lo encarnan, cargado de anti-patriotismo, racismo y clasismo, tiene un sustrato material visible en el combate a la pobreza a través de la ejecución de diferentes programas y proyectos impulsados por el gobierno nacional; en todas las fábricas y empresas socialistas ocupadas y controladas por los trabajadores y en la integración del llamado ejército socio-productivo que aglutina a las brigadas socialistas de trabajo en distintos frentes de producción dentro de los ámbitos de construcción, agrícola, industria, textil y servicios; en los miles de departamentos construidos --muchos en lotes expropiados por utilidad pública--, y entregados completamente equipados a los sectores más humildes; en las impresionantes micro ciudades que se están levantando en toda la geografía del hermano país, concebidas para alojar a miles de familias y que cuentan con todos los servicios necesarios para vivir y trabajar dignamente; en los centros de atención para la salud de Barrio Adentro, pensados de manera integral y preventiva, con los miles de doctores graduados con la solidaridad cubana, e incorporados al programa tanto en la ciudad como en las zonas rurales, con espacios dedicados a actividades culturales, bibliotecas, centros de cómputo, aulas, guarderías; en los parques y áreas recuperados, donde ahora se llevan a cabo todo tipo de actividades intergeneracionales; y en los numerosos micro negocios de café, alimentos y ventas de comestibles que dan certidumbre a la vida cotidiana de millones de familias venezolanas que antes de la revolución se encontraban en el abandono y la miseria extrema.
Funciona también un programa de comedores populares que se asienta en los barrios más pobres de las ciudades. En uno de ellos, en Barquisimeto, una de las activistas de este proyecto al reflexionar sobre el carácter de éste, mencionó un término que está en boga en el movimiento bolivariano: "desarrollo endógeno". Evitar el asistencialismo, contar con las propias fuerzas, construir el poder popular. No hay duda, en Venezuela hay una revolución en marcha.
Una adolecente que entrevisté en la nueva ciudad en las afueras de Caracas, instalada en una consola de los aparatos de trasmisión de la radio del poder popular comunitario, exclamó, esbozando una amplia sonrisa, lo que para ella significaba su nuevo entorno: “para mí ha sido como volver a nacer, vivíamos hacinados y rodeados de delincuencia y consumo de droga, ahora tenemos una vivienda digna, educación, salud y una revolución por la cual vivir.”
La Jornada
Texto completo en: http://www.lahaine.org/poder-comunal-popular-en-venezuela
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