Mantener el statu quo con la fuerza de
las armas de los narco-paramilitares y algunos militares, es la apuesta de los
señores de la guerra, es decir, los ganaderos, terratenientes, los ”empresarios
del campo” que mantienen a Colombia en el Feudalismo.
Por Allende La
Paz, Cambio Total.
Colombia es un país que
vive en el feudalismo. Por lo menos en el campo. Las relaciones de
producción se mantienen en statu quo y, por el contrario, los terratenientes,
ganaderos, ”empresarios del campo”, más tierra tiene una vaca para pastar que
un campesino para sembrar alimentos.
Evidentemente que
mantener ese estatu quo es realizado con las armas de las fuerzas
narco-paramilitares, y de algunos militares, los cuales le siguen apostando a
la contra-insurgencia como método de “secarle el agua al pez”, así ese pez
quiera transitar por caminos institucionales legales.
“Colombia se
estremece por un equipo de fútbol y el asesinato de una niña indígena por un ”rico”
bogotano, pero no lo hace ante los 94 líderes populares asesinados en 2016”
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Ya
hay denuncias de las FARC-EP de la presencia de narco-paramilitares en el
Caquetá, muy cerca del área de preconcentración, e incluso hay un retenido que
no sabe explicar qué hacía en la zona, el cual será entregado a la Comisión de
Monitoreo y Verificación.
Mientras
Colombia se estremece por un equipo de fútbol que pereció en vuelo y el
asesinato de una niña indígena caucana –víctima de un ”rico” oligarca
bogotano-, a la mayoría no parece conmoverle los 94 líderes populares
asesinados este año de 2016 por los llamados ”ejércitos anti-restitución”, que
no son más que los mismos narco-paramilitares porque ”así se vista de seda,
narco-paramilitar se queda”.
Esos
asesinatos tampoco conmueven al gobierno de JM Santos, que está disfrutando las
lentejuelas de la entrega del Nobel de Paz por ”lo que intenta hacer”, pero que
no concreta porque al señor gobierno también les favorece la ”contra-insurgencia”
que convierte en blancos militares los líderes populares.
Como
a ese intríngulis pertenece la Corte Constitucional lo más probable es que no
aprueben el llamado “Fast track” y con ello se irá diluyendo, una vez más, la
posibilidad de alcanzar una paz que, por lo esquiva, depende más de los que
hacen y dictan la guerra que los que deseamos la Paz, así seamos más.
A
pesar de la buena voluntad de las FARC-EP (”de buenas intenciones está
empedrado el camino del infierno”) todo parecería indicar que pesan más las
leguleyadas de una Corte –corrompida como las otras cortes-, y los clarines de guerra
de los ganaderos, terratenientes, “empresarios del campo”, que los buenos
deseos de paz de la matoría de los colombianos y, al parecer, estaríamos
transitando después de cuatro años de tejer la ”mochila de los sueños” por
viejos caminos de guerra y será ésta la que resuelva al final la situación.
Allende La Paz
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