La campaña de superación colectiva con la que el empresariado y el presidente Santos fomentan reconciliación y paz recibió un apoyo radical, inesperado y muy difícil de conseguir: el de su propio hijo.
Por: Nicolás Rodriguez
Tan inspirador es el mensaje que ya Martín Santos fue capaz, incluso, de tomarse una selfie junto al venerable retrato de don Álvaro Uribe Vélez (no está claro si Uribe I o Uribe II). En valiente son de paz, el hijo del presidente está dispuesto a ponerse en los zapatos de otro presidente.
Queda por verse si llegado el momento seremos capaces de inmortalizar a Martín en otro retrato presidencial. O si la capacidad de reproducir a los hijos presidenciables se agotará en la elección de Simón Gaviria, que también ha sido capaz de cultivar el oficio familiar.
La campaña “Soy capaz” es un buen marcador de lo que son capaces nuestros dirigentes. Los altos funcionarios del Gobierno son capaces de sustituir el enredado lenguaje político de los derechos por un amigable eslogan que predica el cambio. Capacidad de síntesis, que llaman. En vez de explicar las carencias o señalar las injusticias, los funcionarios hacen énfasis en las posibilidades. Su liderazgo ya no sólo es político. Es espiritual.
Para qué entrar en eternas discusiones sobre agua, victimización, narcotráfico e incrementos en el IVA si se puede fomentar el perdón. La pobreza será un problema, pero el perdón es una capacidad. De manera que perdonemos. Perdonemos a los que nos ofenden.
La invitación a tomar el lugar de otra persona es revolucionaria. Todos deberíamos ponernos en los pantalones de otra persona. Desde luego, la talla del pantalón importa. No cualquiera cabe en cualquier lado. La intención tampoco es manosear las corbatas del presidente Santos. Estamos, pues, ante una metáfora. Esto no es comunismo.
La idea es que así como hay familias de relojeros, hay familias de médicos. Y que así como hay familias de sastres, hay familias de presidentes.
Publicar un comentario